Es posible que la oposición de derecha (tanto la nucleada en Juntos por el Cambio como los liberotarios) hayan esperado que entráramos en default con el FMI para que se produjera una crisis que se terminara llevando puesto al gobierno, y en consecuencia con eso, el anuncio del acuerdo los haya "desacomodado"; pero de ahí a suponer que el arreglo supone un triunfo que consolida a la administración de Alberto Fernández, hay un largo trecho por recorrer.
Desde los 70' para acá y en América Latina, la deuda es el mecanismo por excelencia para generar rentas extraordinarias vía valorización financiera, y financiar la fuga de capitales privatizando las ganancias y socializando las pérdidas, que son cargadas al conjunto de las sociedades. Pero al mismo tiempo y en especial las deudas con el FMI (en éste caso incluso desde antes, tanto como desde su propia fundación) son en esencia un mecanismo de dominación política, la nueva forma que por excelencia asume en estos tiempos, el viejo colonialismo de la ocupación territorial.
En consecuencia, si bien el mega préstamo del FMI a Macri en 2018 (con el aval explícito de los EEUU) tuvo por propósito garantizar la reelección de Macri (un aliado estratégico clave para los intereses de la potencia dominante en la región), en una mirada de largo plazo el objetivo es garantizar que los gobiernos sucesivos (cualquiera sea su signo político) vean estrechados sus márgenes para ensayar políticas económicas (y exteriores) autónomas, que puedan colisionar con los intereses estratégicos de los Estados Unidos.
Y habrá que decirlo, fracasado el préstamo como estrategia de corto plazo de "ayudín" electoral a la derecha vernácula, ha triunfado con creces en su finalidad de segundo plazo: condicionar el futuro del deudor, en éste caso la Argentina; en términos políticos, económicos y sociales. En este contexto, no debe extrañar que la deuda (que además agudiza la restricción externa) esté en el trasfondo y la raíz de todas las crisis habidas en país, desde 1976 para acá.
Ciertos es que el repudio o desconocimiento de la deuda por ilegítima u "odiosa" no estuvo nunca en el menú de la política "real", es decir aquella que contaba con chances reales de acceder al poder en 2019. Pero de ahí no debiera seguirse la aceptación a libro cerrado, prescindiendo de las condiciones en que fue contratada (violando tanto la legislación argentina como los propios estatutos del FMI) y el destino que tuvieron los fondos que por esa vía llegaron, básicamente financiar la salida del país de los capitales especulativos que el macrismo atrajo con su modelo de ganancias rápidas, fáciles e insostenibles.
Menos aún teniendo a la vista los antecedentes de los fondos buitres, a los que se les pagaron en 2016 deudas que ni siquiera fueron corroboradas o no estaban reclamadas, y que éste mismo gobierno se apuró a reestructurar sin plantear cuestionamientos a su validez o quitas sustanciales aun en medio de una pandemia (contexto crítico para muchas cosas, pero favorable para otras, como ésa). La aceptación de la deuda con el FMI tal cual fuera contraída trae consecuencias, pero debería traer también responsabilidades, y definir el reparto social de las cargas que demanda pagarla.
Por el lado de las consecuencias y si el acuerdo definitivo es conforme a los anuncios, significa reinstalar el monitoreo permanente del Fondo sobre las decisiones de política económica del gobierno, y que haya decisiones sujetas a su revisión. Gracias a Néstor y Cristina, los argentinos aprendimos como era vivir en un país sin esas limitaciones: políticas como la ley de financiamiento educativo (que llevó la inversión en educación y ciencia al 6 % del PBI), las moratorias previsionales, el Conectar Igualdad, la eliminación de las AFJP, la movilidad jubilatoria, el Programa Procrear, las líneas de crédito productivo obligatorio por la reforma de la carta orgánica del Banco Central, Ahora 12 o la recuperación de YPF no hubieran sido lisa y llanamente posibles, bajo la tutela y supervisión permanente de los técnicos del FMI.
El acuerdo -siempre según los anuncios- supone un nuevo préstamo del Fondo de un monto igual al original, a cancelar con desembolsos periódicos sujetos a esas revisiones, de modo que la posibilidad del default estará siempre latente. Es decir, funciona tal cual fuera descripto por Andrés Asiaín y en idéntico sentido por Claudio Lozano, que no obstante sus críticas no ha renunciado a su cargo en el Banco Nación, pero nadie tampoco le ha pedido que lo haga: ¿será acaso porque, más allá del juicio de valor que su conducta merezca, tiene razón? Porque por mucho menos -como problemas en la cola de los jubilados en los bancos, como le pasó a Vanoli- otros debieron dejar sus cargos, en éste mismo gobierno.
Y supone también graves concesiones conceptuales al monetarismo y la ortodoxia, cuando se habla de "reducir (hasta eliminar) el financiamiento al Tesoro vía emisión monetaria", "reducir gradualmente el peso de los subsidios a la energía" (es decir, aumentar las tarifas) o fijar "tasas de interés reales positivas". Entre que el déficit sea financiado en parte por el Banco Central, se elige que se lo financie tomando deuda en el mercado de capitales, que -aunque local y en pesos-, no está exenta de intereses.
Pero además, aun cerrando el acuerdo, no debería renunciarse a deslindar las responsabilidades por la deuda aceptada a libro cerrado. En su discurso del viernes (escalofriantemente parecido, aun en términos estéticos, al de De La Rúa anunciando el blindaje), el presidente remitió el asunto al juicio de la historia, llamando a dar vuelta la página. U olvidó que fue su propio gobierno (tarde, pero mejor que nunca) el que instruyó al Procurador del Tesoro Zannini para que denunciara en la justicia a Macri y sus funcionarios, o piensa poner el asunto en el mismo limbo que la frustrada reforma judicial, esperando que la justicia se "autodepure".
Lo cual, de ocurrir, sentaría un nuevo y funesto precedente para que el "partido de la deuda" reincida en sus mismas prácticas de las últimas cuatro décadas y media, apenas tengan de nuevo la oportunidad: extraer excedentes sociales, dolarizarlos y fugarlos del país; poniéndolos a salvo de las políticas que ellos recomiendan para el resto de la sociedad, más que de los populismos que anatemizan con el discurso, pero donde sus negocios incluso prosperan más.
Aun asumiendo el discurso oficial que descarta que el acuerdo suponga ajustes (es tan prematuro afirmar eso como lo contrario, aunque esto último pueda razonablemente presumirse, considerando la experiencia histórica, no hay que ver -por todo lo precedentemente expuesto -una victoria donde en realidad hay una derrota: De hecho, la euforia inicial dio paso al propio Alberto diciendo que no hay nada que celebrar, sino simplemente haber evitado el apocalipsis de (sic) un feriado bancario; triste recordatorio del "que abran los bancos y que sea lo que Dios quiera" de Duhalde, y del poder de veto de la banca y el mundo de las finanzas sobre una sociedad que, rumbo a las cuatro décadas de haber recuperado la democracia, no fue capaz de revertir el legado de las leyes de la dictadura en esa materia. Tuits relacionados:
A Lozano no lo rajan del Banco Nación porque no lo puso Cristina, porque tiene razón o por las dos cosas? Es para un amigo que pregunta.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 31, 2022
Entre enero de 2006 y abril de 2018 en la Argentina ni se hablaba del FMI. Desde abril del 2018 casi ni se habla de otra cosa.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 31, 2022
Había que arreglar sí o sí el viernes porque si no el lunes había que decretar feriado bancario, después de fumarse dos años de superávit comercial de 30.000 palos verdes al pedo. Acá no entiende el que no quiere.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 30, 2022
Que la justicia se autodepure, que el FMI haga autocrítica y que al macrismo lo juzgue la historia. Todo un programa de inacción política.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 30, 2022
O le ponen épica al acuerdo con el FMI porque "logramos torcerles el brazo para no exijan ajuste y reformas", o se amparan en que no se podía hacer otra cosa "porque no dan las correlaciones de fuerza". Las dos cosas juntas, imposible.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 30, 2022
¿Cómo va a ser "realista" acordar financiamiento cero del Banco Central al Tesoro, algo que ni siquiera Sturzenegger pudo lograr, nombramos a Milei y no nos avisaron?
— La Corriente K (@lacorrientek) January 29, 2022
Es notable como se considera poco realista negociar con el FMI desde una posición de mayor dureza, y en cambio sería realista acordar con ellos condiciones que luego se revelan inviables en términos económicos, sociales y -sobre todo- políticos.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 29, 2022
"Tasas de interés reales positivas". "Reducción del financiamiento al Tesoro vía emisión monetaria". "Estrategia para reducir los subsidios a la energía de manera progresiva". Que parecido que es el "nuevo" FMI al viejo y mismo de siempre, ¿no?
— La Corriente K (@lacorrientek) January 29, 2022
Emisión del Banco Central para financiar al Tesoro, mala. Emisión del Banco Central para pagarles a los bancos las Leliq's, buena. Ahora creo que entendí.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 29, 2022
Si ganan en el 2023, lo van a volver a hacer. Porque endeudarnos a todos para fugarla ellos es un programa político en sí mismo. Y porque saben que después volvemos nosotros para pagar los daños. Es una ley histórica desde 1976.
— La Corriente K (@lacorrientek) January 28, 2022
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