LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

miércoles, 29 de junio de 2011

LIDERAZGO Y CONDUCCIÓN


Por Raúl Degrossi

Pasó el cierre de listas, y sigue dando que hablar por las quejas de los que quedaron afuera, y  no cabe sino compartir totalmente lo que dice acá Mendieta, sobre la doble vara de los medios para juzgar el asunto según se trate del kirchnerismo o la oposición; y sobre la necesidad de dejar pasar los días para serenar los ánimos.

Tampoco es del caso -y del momento- analizar o discutir las razones por las que Cristina armó las listas como lo hizo, porque fue su intervención personal y directa la que definió el reparto y los lugares. No sea cosa que empecemos con la teoría del "entorno", que es un atajo común en estos casos; y que además desconocería y desmerecería sus dotes políticas.

Está muy claro que, ante la imposibilidad de reelección más allá del 2015, cualquiera en la posición de ella hubiese intentado controlar el proceso, asegurándose la conformación de bloques legislativos propios de fidelidad comprobada; después de los transfuguismos y deserciones que sufrió el FPV tras el lock out patronal de la Mesa de Enlace, y la derrota en las elecciones del 2009.

También está claro que, al día siguiente de asumir Cristina su segundo mandato, comenzará la lucha interna por su sucesión; y es razonable estar preparada del mejor modo posible para entonces; de modo que las aspiraciones personales no perturben la marcha del conjunto, ni el rumbo del gobierno que -por cierto- no estará exento de dificultades, ni caminará por un lecho de rosas. Si el armado de las listas -tal cual ha quedado- servirá para esos fines, es algo que nadie puede aseverar a ciencia cierta ahora; a menos que se las dé de Carrió.

Es otro el punto que me interesa analizar, no lo que pasó, sino lo que viene; y en todo caso como ciertas ideas que pueden haber sustentado lo que se decidió (y hasta ser correctas para ese momento), pueden no ser igual de eficaces para esa etapa.

Cuando conformamos la Corriente Kirchnerista de Santa Fe, decíamos en el documento fundacional (invito a releerlo, con la perspectiva de los meses transcurridos) que "está por verse si Cristina reemplazará, en su totalidad, el rol que cumplía Néstor Kirchner como eje articulador del dispositivo político oficial y, en tal caso, si lo hará con las mismas características." 


Lo sucedido en estos días revela que Cristina asumió el desafío por convicción y por necesidad, con la misma responsabilidad política con la que decidió ir por la reelección; pero con su propia impronta, que es claramente distinta a la de Néstor. Ni mejor ni peor: distinta. Por algo funcionaron durante años como una aceitada sociedad política, donde cada uno tenía asignados roles perfectamente definidos, y se complementaban con eficacia.


¿Quién que se diga peronista -y muchos que no lo son- no ha leído alguna vez “Conducción Política” aquel texto de Perón, despreciado por muchos en los 70’ cuando estaban de moda otras lecturas, y era árido para los amantes de los textos con más densidad ideológica?


Texto con muchos consejos atinados para esto de los entretelones de la política y del poder, que el propio Perón -paradójicamente- muchas veces desoyó, con resultados trágicos: el golpe del 55’, Ezeiza, la plaza del 1º de mayo del 74’. Y no le cargo la romana en exclusiva: digo simplemente -lo dice Perón en la obra- que, cuando el que conduce se equivoca, la responsabilidad es mayor porque justamente su rol, es importante y decisivo.


¿Significa esta digresión que entiendo que Cristina se equivocó en el modo como cerró el armado de listas?


No necesariamente -aunque pueda tener mi opinión al respecto-; significa que hay que encarar la etapa que sigue con la óptica del conductor, y ahí los consejos de Perón pueden ser provechosos, como ella misma -formada al fin y al cabo en esa escuela política- lo debe estar intuyendo.


Decía Perón en “Conducción..“ que todos deben llevar el bastón de mariscal en la mochila, y es algo más que una frase hecha, en tensión permanente con la estructura vertical de conducción que está en el ADN del peronismo: implica que los que integran un movimiento político deben sentirse plenamente partes de una construcción colectiva, y como tales responsables -cada uno en la medida del rol que le toca- de llevarla a buen puerto.


No se trata de reducir el espacio de decisión del conductor, sino de ampliar el margen de participación de los conducidos, generando así la mística que potencia al conjunto. El quincho de Olivos o el atril de la Rosada pueden servir para escenificar la centralidad del poder presidencial en un momento determinado; y acaso en alguna ocasión sean irremplazables. No pueden ser la escenografía permanente del kirchnerismo en el futuro.


Si hay algo que ha generado el kirchnerismo en estos años (y que parecía erradicado de la política argentina) es una mística que se trasunta en energía y fervor militante, y a esa energía no hay que embotellarla generando pasividad en la militancia, sino construir los conductos que la transporten donde haga falta; porque conducir es también (y fundamentalmente) organizar.


Ejercer la conducción es algo más que detentar un liderazgo, que por lo demás en el caso de Cristina es indisputado: conducir es integrar, amalgamar, contener, cohesionar. Conducir es conducir el desorden, decía Perón.


Cerrado el trance del armado de las listas, la conducción (Cristina o quien ella determine) debe salir a la búsqueda de los disconformes; porque hay que entender que, si bien la participación o el compromiso de cualquier sector con el proyecto no pueden estar únicamente ligados a la satisfacción o no de sus expectativas, es comprensible el enojo de los que se sienten desplazados.


Al fin y al cabo son seres humanos, como dice Mendieta, y hay que hacerles sentir que “desplazados” no es lo mismo que “prescindibles”.


Y esto nos lleva a la cuestión del sindicalismo y su deseo de participación política: ya se dijo aquí que, si esa discusión no se plantea interpelando al peronismo no tiene donde plantearse, porque no hay peronismo sin trabajadores, y los trabajadores siguen eligiendo mayoritariamente expresarse en política, a través del peronismo.


Mas aun: los trabajadores formales sindicalizados -el sector que por excelencia representan la CGT y Hugo Moyano- son la expresión social del modelo puesto en marcha por Néstor Kirchner desde el 2003; como que son su directa resultante. Eso le da al peronismo (en su modalidad de expresión actual, que es el kirchnerismo) una ventaja decisiva: tiene un sujeto social que encarnar.


Por eso hay que convocar a la dirigencia sindical y comprometerla con una agenda concreta: discutir el proyecto de participación en las ganancias de las empresas (con las adecuaciones del caso, con el manejo de los tiempos que la coyuntura exige), convocarlos a encarar a fondo la tarea de terminar con el empleo en negro y todas las formas de precarización laboral, a discutir un modelo integral de salud donde las obras sociales sindicales se integren y puedan cumplir su rol.


Y si, al igual que en el caso de los movimientos sociales y algunos de sus referentes como D’Elía, la marginación de las listas vienen de un puro cálculo electoral (porque se cree, o se sabe, que el morochaje espanta votos de la clase media), se los convoca, se les explica y, si las razones son valederas, entenderán. Es el mínimo respeto que se merecen.


Y con respecto a la juventud, su renovado interés por participar en política a partir de Néstor es un fenómeno demasiado interesante y complejo, como para reducirlo a la anécdota de cuantas bancas le tocaron a la Cámpora en el reparto; y esto es algo que los muchachos de esa agrupación deben ser los primeros en entender.


El trasvasamiento generacional -del cual tanto se habló ya en los tiempos del primer peronismo- es una realidad política y biológica ineludible, pero no se trata –como decía el propio Perón- de tirar un viejo por la ventana todos los días; ni de ganar espacios a pura fuerza de exhibir el DNI: el compromiso con el proyecto político, la capacidad, la trayectoria y la militancia como criterios para definir los roles, deben valer para todos, incluidos los jovenes.

Porque además si se respeta eso, se está dando un mensaje importantísimo desde la conducción, al conjunto de los conducidos. 


Y lo que decía antes del sindicalismo me lleva a otro punto, y a volver a “Conducción Política”: Perón decía que al pueblo había que darle una causa permanente que lo movilice; hasta exageraba diciendo que, si no existía, había que inventarla.


El estado de embate permanente de las corporaciones a que se vio sometido el gobierno de Cristina -desde su mismo inicio con la valija de Antonini Wilson, y el conflicto de la 125- generó en el kirchnerismo una cultura del aguante y la resistencia; reflejos de barricada y trinchera propios del que supone que hay amenazas a lo conseguido, y que hay que organizarse para defenderlo.


El “Nunca menos” fue una respuesta lógica y necesaria, pero con el paso del tiempo se transforma en insuficiente: es necesario generar un horizonte y una perspectiva de futuro, tan necesario como que desde la conducción (desde la misma Cristina) se vayan tirando ideas y líneas que expresen ese futuro, que digan con más precisión lo que implica “profundizar el modelo”.


Y no se trata de embarcarse en un conflicto como el de la 125 o la ley de medios en plena campaña electoral, eso sería una necedad: apenas darle sentido pleno al “para que” estamos reclamando cuatro años más de Cristina, además de garantizar la defensa de lo conseguido desde el 2003.


El armado de CANPO y la discusión sobre un nuevo modelo de desarrollo agropecuario son un buen ejemplo en esa línea, como lo fue en su momento el proceso de gestación de la ley de medios con los foros en todo el país. No para distraer o entretener, sino para incluir y cohesionar al conjunto social y político que acompaña al kirchnerismo.


Eso, lejos de disminuir el liderazgo de Cristina, lo revalidará transformándolo en conducción plena, aceptada por todos, en todas las instancias; porque todos sentirán que tienen al menos una pequeña parte en las acciones de esa conducción, y que la construcción es colectiva, y el resultado responsabilidad de todos.


En estos tiempos de bonanza para el kirchnerismo hay que evitar por todos los medios el triunfalismo que llama a la molicie, y no confundir liderazgo en las encuestas -e incluso un abultado triunfo electoral- con construcción de poder; que es una cosa bastante más compleja, e imprescindible para que la labor de gobierno se pueda concretar. Vaya el ejemplo de la resolución 125 y el conflicto con las patronales del agro como un triste recordatorio de la afirmación.


Está claro que Cristina ejerce con plenitud y decisión su liderazgo, ganado por méritos propios; pero está ubicada en el punto en el que deberá ejercer además la conducción, con todo lo que eso implica.


Cualidades le sobran, y no creo que la asuste el desafío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha gustado su artículo amigo Degrossi (Elabas)