LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

martes, 23 de octubre de 2012

DE CAPRILES A TOGNOLI, LA OPOSICIÓN IGUAL O PEOR QUE HACE UN AÑO


Por Raúl Degrossi

La cercanía del cacerolazo del 8 N y la inminencia del vencimiento del plazo de desinversión de la ley de medios operan como factores que se conjugan, para terminar ocultando el hecho de que -inexorablemente- las disputa en política se dirimen en el terreno de las instituciones, y para ser más específico (y no parecerme a Beccar Varela o al doctor Belgrano), tendrán su reflejo en las elecciones del año próximo, y en las presidenciales del 2015.

Y para eso hay que volver la mirada no sólo hacia el kirchnerismo (al fin y al cabo el actor principal de la escena desde hace varios años), sino a la oposición; porque la superación (en términos de alternancia, no necesariamente de progresividad política) del proceso abierto en el país en el 2003 sólo puede venir de una alternativa política con expresión electoral; aunque a algunos (al interior de los cacerolazos, y de las redacciones de Clarín y La Nación) les cueste digerir fácilmente esta conclusión.

Si se descarta al “peronismo disidente” o como se lo quiera llamar (que por sí sólo justifica un análisis aparte), la oposición institucional al gobierno de Cristina se expresa hoy en tres vertientes principales: el radicalismo post helicóptero de De La Rúa (con todo lo que eso implica en términos de credibilidad social), que conserva la estructura territorial y  de representación parlamentaria que le posibilitan justamente los mecanismos de renovación institucional; el nuevo intento de la derecha argentina de reconvertirse en una fuerza que juegue con las reglas de la democracia, expresado por Macri y el PRO; y la enésima reconversión del variopinto progresismo vernáculo, en éste caso estructurado en el FAP sobre la base de la proyección nacional de Binner y el socialismo santafesino.

En el caso del PRO, en poco más de dos semanas pasó de protagonizar un papelón en su intento de mostrarse con conexiones internacionales (aun antes de haber terminado de construir su fuerza fronteras adentro de la Argentina) apoyando a Capriles en Venezuela, a promocionar guarderías para bicicletas en Buenos Aires en un tal vez involuntario reconocimiento de sus reales posibilidades de proyección política.

En su incursión venezolana los macristas de la línea fundadora (Pinedo y Michetti), junto con los de la corriente renovadora (Aguad y Patricia Bullrich) no sólo pifiaron el resultado (aunque era fácil de acertar para cualquiera que se asomara al panorama del país de Chávez) confundiendo una vez más la realidad con sus propios deseos, sino que amontonaron bochornos varios, violando las reglas electorales del país en el que eran visitantes: un pequeño anticipo de lo que nos podrían deparar conduciendo la política exterior argentina, en su intento de romper nuestro presunto aislamiento con el mundo.

O si se prefiere, una aplicación práctica de las rusticidades conceptuales propias de la Guerra Fría con las que la derecha pretende interpretar la complejidad del mundo actual: tras haber alentado esperanzas desmedidas en la unidad opositora que expresaba Capriles (una confusa argamasa de 16 partidos regionales sin proyección nacional), hoy hasta han olvidado su nombre, y se desentendieron por completo de su suerte post derrota a manos de Chávez.

Y mientras tanto Macri (que demostró su instinto de oportunidad política yéndole a pedir consejos a Rajoy) sigue reduciendo la construcción política a un álbum de fotos con famosos: hoy una con Moyano, ayer otra con De La Sota y así sucesivamente; carancheando en el peronismo disconforme y en el radicalismo cansado de perder elecciones, a ver si muerde algo para alimentar el experimento amarillo.

En el radicalismo mientras tanto, cada vez les cuesta más disimular que Barletta como presidente del Comité Nacional está dibujado; y que a la UCR la conducen entre Despouy, Recondo y Aguad (sobre todo éste último); así como cada vez queda más claro que los radicales parecen enfocados en explotar al máximo el negocio de ser segundos (si no en términos electorales, sí en representación institucional); lanzándose cual langostas sobre todo espacio que les permita conseguir o mantener un conchabo para sus correligionarios, sea la Auditoría General de la Nación, el Consejo de la Magistratura, la AFSCA o el directorio de Radio y Televisión Argentina S.E.

Tan faltos de línea política propia y a la deriva andan los radicales, que en el caso de los cargos que les corresponden a las fuerzas minoritarias en los organismos creados por la ley de medios aportan (tal vez involuntariamente) el invalorable servicio de legitimarla luego de boicotearla durante tres años, mientras que en el Consejo de la Magistratura ofician de infantería de Clarín en la trinchera de su última línea de defensa para conservar las licencias: la justicia.

Por no mencionar el bochornoso comunicado del Comité Nacional ante la protesta de gendarmes y prefectos, y el papelonazo de la AGN, en el que tuvieron que sobreactuar el apoyo a Despouy para disimular que el primero que quiso cortarle la cabeza fue el propio Barletta, para reemplazarlo por un hombre suyo, y en venganza por haber metido las narices en su gestión como rector de la UNL.

La frutilla del postre fue la postura del partido en la discusión del voto a los 16: Barletta planteó de plano su oposición (incoherente con los principios fundacionales del radicalismo) al proyecto del Ejecutivo, pero los senadores votaron a favor, presionados por Franja Morada y la juventud radical, que no quisieron acompañar a la dirigencia partidaria sino hasta la puerta del cementerio, pero no entrar.

Un párrafo aparte merece el FAP, que tiene en común con el macrismo tiene la responsabilidad de gestionar al menos un distrito de alcance provincial (si bien los radicales en el plano ejecutivo aun conservan Corrientes, y al menos formalmente comparten el gobierno en Santa Fe), y la manito que le brindan los medios dominantes (a escala nacional pero también en la provincia) para disimular los agujeros de gestión.

Capa protectora que se empezó a resquebrajar con el escándalo Tognoli, porque más allá de las culpabilidades definitivas que determine la justicia, tuvo una fuerza expansiva tal que proyectó al plano nacional uno de las peores asignaturas pendientes de los gobiernos del Frente Progresista que los socialistas comparten con los radicales en Santa Fe: la política de seguridad, y el deficiente control político sobre la fuerza policial.

Y provocará seguramente una mayor atención de la opinion pública nacional sobre el desempeño concreto del socialismo gobernando (con muchas zonas grises como la educación, la obra pública y las políticas sociales); sobre todo considerando que es justamente su experiencia administrando Santa Fe el capital político con el que Binner fue candidato a presidente, y con lo que las pymes electorales que lo circundan hacen bandera diciendo que se puede gestionar la cosa pública de un modo distinto al kirchnerismo, y presuntamente sin resignar la eficiencia.

Sin dejar de puntualizar que el FAP ya venía exhibiendo cada vez con mayor claridad sus ambigüedades e incoherencias en cada votación del Congreso, y la falta de un norte claro de construcción política: el escándalo del jefe de policía con presuntos vínculos con el narcotráfico sorprendió a Binner y compañía recolectando firmas contra la re-reelección presidencial, y ninguno de sus cinco senadores (incluyendo a la añadida Estenssoro) votaron a favor la concesión del voto a los menores a partir de los 16 años; un penoso antecedente para una fuerza autoproclamada como progresista.

El caso Tognoli expuso con crudeza los lunares del progresismo gestionando (un karma que lo acecha desde Aníbal Ibarra), del mismo modo que un análisis objetivo de la gestión de Macri en la CABA es un desmentido rotundo al lugar común de la eficiencia tecnocrática de la derecha.

Sin embargo el daño de la constatación será mayor para el socialismo y sus aliados, porque el voto del PRO tiene un fuerte componente ideológico que es inmune a las concretas mediocridades del desempeño de Macri como gobernante; y de hecho en Santa Fe, no sería raro que sea el macrismo -por intermedio de Miguel Del Sel- quien termine capitalizando en mayor medida el desgaste que el caso Tognoli provoque en la gestión de Bonfatti.

El socialismo (en tanto expresión del “progresismo”) expresa a un electorado más volátil, de una identidad política más diluida y por ende proclive a oscilar electoralmente entre la testimonialidad y el voto en blanco, lo que supone una señal de alerta para las expectativas de consolidación electoral de la que fue la segunda fuerza en las elecciones de hace un año.

Elecciones dije: un año después del triunfo de Cristina, no parece que la oposición haya podido perforar el techo del 45,89 % que sumaron entonces todos sus candidatos, ni la fragmentación que los llevó a dividirse en seis ofertas electorales; datos esenciales para analizar lo que se viene, en el medio del ruido de las cacerolas.  

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La oposición a nivel nacional y el oficialismo a nivel local, no se metieron en un berenjenal, se metieron en una zona de arenas movedizas y en el sálvese quien pueda se pisan la cabeza entre ellos.
Jodido el que tenga que subirse a los hombros del enano sorete o al hombre bobo deshojando rosas.

pato dijo...

la oposicion esta peor que antes, yo creo que cristina con su gobierno y su gestion los enloquecio a todos ,no saben que hacer y hacen cagadas, que suerte para nosotros ! VAMOS CRISTINA TODAVIA !