LA FRASE

"LE DIJE AL PRESIDENTE MILEI QUE ESTOY MUY INTERESADO EN INVERTIR EN SU PAÍS, ESPECÍFICAMENTE CONTRATANDO A LOS CIENTÍFICOS DEL CONICET, ARSAT Y EL PLAN NUCLEAR QUE SU GOBIERNO ESTÁ DESPIDIENDO." (ELON MUSK)

sábado, 15 de abril de 2017

LA INDUSTRIA AUTOMOTRIZ, ESPEJO DEL MODELO


Pocas cosas demuestran tanto como el presente de la industria automotriz la dirección y los límites del programa económico de Macri, y las mentiras de su gobierno.

La automotriz es una industria (como se dijo acá) con sus propios problemas estructurales, ninguno resuelto por las políticas desplegadas desde diciembre del 2015, ya que por el contrario se han profundizado; como por ejemplo el déficit que genera en el intercambio comercial bilateral con Brasil, o su impacto sobre la balanza de pagos, demandando muchas más divisas de las que aporta.

Si bien la industria del ramo instalada en el país (todas terminales de firmas multinacionales que operan en escala global) generaba buena parte de las exportaciones industriales argentinas, el fuerte de las ventas del complejo automotriz estaba en el mercado interno; a partir de las políticas de fomento del consumo del kirchnerismo, tratando de que los salarios reales de los trabajadores le ganaran a la inflación.

Frente a éste panorama y con los mercados externos en los cuáles la industria colocaba su producción (Brasil, en primer lugar) el gobierno de Macri eliminó las retenciones a las exportaciones industriales, pulverizó el salario real con los tarifazos, la devaluación, la eliminación de las retenciones a las exportaciones de los “bienes salario” (carne, lácteos, trigo y sus derivados), forzando paritarias a la baja con pérdida del salario frente a la inflación y tratando de imponer reformas flexibilizadoras.

Con ese combo logró que la producción industrial en todas sus ramas se desplomara (por caída de las ventas en el mercado interno, no compensada en ningún caso por algún eventual repunte de las exportaciones), y tenga hoy una capacidad instalada ociosa promedio superior al 40 %.

La industria automotriz está incluso por debajo de ese promedio (el uso de su capacidad instalada hoy ronda el 31 %), y la producción viene cayendo ininterrumpidamente, mientras crecen las ventas en las redes de concesionarias, claro que comparadas con un año pésimo como el 2016.

Para eso es fundamental el aporte de las importaciones, que en el caso de los autos representan actualmente casi el 70 % de las ventas y patentamientos: el gobierno eliminó las restricciones y mira para otro costado mientras las automotrices violan impunemente el régimen automotriz del MERCOSUR; importando el doble o el triple de lo que éste les permitiría mientras las ventas externas siguen cayendo.

Ante esto el gobierno impulsó en el Congreso (con el apoyo del SMATA y el massismo) una “ley de promoción del autopartismo”, que hasta acá ha sido letra muerta; y también un acuerdo sectorial con metas de producción (una expresión de buenos deseos, sin sanciones concretas en caso de incumplimientos), que consisten en llegar hacia 2019 (es decir al final del mandato de Macri)  a los niveles de producción de autos que el país tenía en 2011, cuando se inició el segundo mandato de Cristina.

Pero esos acuerdos sectoriales (como el de Vaca Muerta con las petroleras) traen bajo el poncho el cuchillo de la “baja del costo argentino”, vía la introducción de los mecanismos de flexibilización laboral y recorte de derechos a los trabajadores; a través de los cuáles el gobierno se hace cargo de la principal demanda (junto a la rebaja de impuestos) de las multinacionales que operan en el país.

A las que además en el caso que logren volver a exportar su producción, les ha garantizado no solo repatriar sus utilidades a las casa matrices sin límite alguno (incluidas las que obtienen por convertirse en importadores, aun al costo de reducir la producción), sino tomarse hasta 10 años de plazo para liquidar las divisas que pudieran obtener por exportar, en el mercado de cambios en el país.

Y en el mientras tanto, nada: siguen las importaciones, no hay ningún curso de acción oficial ante las masivas suspensiones que ya han dispuesto las automotrices (como Volkswagen o General Motors), que son el preludio de despidos masivos, o acuerdos flexibilizadores.

A cambio de tantos beneficios el gobierno ni siquiera obtuvo (más bien ni siquiera pidió) de las automotrices que operan en el país compromiso formal y exigible alguno de sostener puestos de trabajo, o incrementarlos. Acaso un ejemplo más de cómo funciona la “revonversión industrial” que pregona.

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