LA FRASE

"AEROLÍNEAS ARGENTINAS NO DEPENDE DE MI CARTERA, ASÍ QUE NO VEO POR QUÉ MOTIVO ME VESTIRÍA DE AZAFATA." (LUIS PETRI)

jueves, 30 de agosto de 2018

FIN DE LA NUBE DE PEDOS


Ayer mientras el dólar se disparaba a las nubes luego del spot de Macri "para tranquilizar a los mercados", la escandinava Legislatura santafesina lograba aislarse de la agobiarse coyuntura para discutir en su Cámara de Diputados uno de los temas que realmente desvelan al hombre y la mujer comunes de la calle: la reforma de la Constitución provincial (?).

La sesión especial había sido pedida por el bloque del oficialista Frente Progresista, para votar sobre tables el proyecto enviado por el Poder Ejecutivo declarando la necesidad de la reforma, que estaba en las comisiones, sin despacho de casi ninguna de ellas.

Lifschitz creyó que así le marcaba la cancha a la oposición, u obtendría una victoria simbólica develando que el propósito de tumbar el proyecto era frenar su reelección, porque le temen como candidato; lo cual es un contrasentido en sí mismo, porque el propio gobernador fue el que se encargó de decir por todos lados que el objetivo de la reforma no era su reelección, para terminar blanqueando que sí lo era, horas antes de la votación.

La cosa no le salió bien: con la presencia de todos los diputados en sus bancas y bajo la presidencia de Bonfatti, la Cámara rechazó el proyecto por 25 votos contra 24, por lo cual no podrá volver a presentarse hasta después del 1º de mayo del año que viene, conforme a lo dispuesto por el artículo 58 de la propia Constitución provincial. 

Para entonces  las PASO provinciales estarán prácticamente encima y será casi imposible volver a intentar la reforma, más con reelección incluida. Así las cosas, algo nos dice que Lifschitz perderá súbitamente interés en el tema.

Y hablando de Lifschitz: el argumento del temor opositor a su arrolladora figura electoral en las elecciones del año que viene por el extraordinario gobierno que estaría haciendo, parece olvidar que hubo elecciones en la provincia el año pasado, el gobernador se puso al hombro la campaña del Frente Progresista poniendo a dedo al cabeza de lista (Luis Contiggiani, entonces su ministro de Producción), y la cosa terminó en una estrepitoso fracaso; con la lista oficialista apenas arañando el 14 % de los votos y metiendo en el Congreso sólo a Contiggiani, que para colmo de males se le paró de manos al propio socialismo en la discusión por la legalización del aborto, votando en contra.

Antes y después de eso, el gobernador no paró de hilvanar fracasos políticos: no logró que el gobierno nacional le diera al menos un cronograma y una forma de pago aceptables para la deuda que tiene con la provincia luego del fallo de la Corte Suprema de Justicia, ni tampoco que le financien el déficit de la Caja de Jubilaciones (que sigue trepando); ni siquiera habiendo firmado el pacto fiscal que disparó la reforma previsional en la nación, y haciéndolo aprobar por la Legislatura (contra la opinión de los gremios estatales), a tambor batiente, entre gallos y medianoche y sin debate. Y con escasísimo sentido de la oportunidad, solicitó y obtuvo la autorización de la Legislatura para endeudar a la provincia (que tiene el 99 % de su deuda nominada en divisas) en 500 millones de dólares, en plena corrida cambiaria.

Decíamos que Lifschitz hizo aprobar el pacto fiscal a los pechazos, como quiso sacar la reforma constitucional que naufragó ayer. Curioso: los fanáticos del republicanismo y la alternancia, para evitar caer en las tentaciones del hegemonismo populista, quemaron todas las naves para conseguir la reelección del gobernador; un objetivo que no tenía apoyos irrestrictos ni siquiera en el propio socialismo: no es un secreto para nadie que Bonfatti lo miraba como un límite a sus aspiraciones de volver a ser candidato a la Casa Gris, y que terminó acompañando la idea cuando sabía que igual no conseguían los dos tercios de los votos que exige la Constitución para su reforma.

Más curiosidades: los cultores del diálogo en la búsqueda de consensos, que dicen encarnar "una alternativa progresista" frente "al lado conservador de la vida", para "oponerse a la derecha", estuvieron hasta último momento (reunión secreta o no anunciada de Lifschitz con Marcos Peña hace unos días) negociando "dormir" los reclamos provinciales de fondos a la nación, a cambio de que los diputados provinciales de "Cambiemos" levantaran sus manitos apoyando la reforma; pero no se hicieron tiempo -nunca, en todo este tiempo- para recibir a las autoridades formales del Partido Justicialista (al fin y al cabo, la principal fuerza opositora, por responsabilidades institucionales) para discutir con ellos el proyecto de reforma. Prefirieron esperar hasta último momento que su rosca con los senadores de la Fapnelco dividiera los votos del PJ, y les diera la llave de la reforma.

Como sea, el caprichito de Lifschitz quedó sepultado ayer, y el gobernador no tendrá más remedio que ceder a la realidad, y reorientar sus energías a los muchos problemas que la provincia tiene, y que dejó de atender por dedicarse al sueño reformista: las balaceras a jueces y fiscales en Rosario sin que el Estado pueda garantizar su seguridad (al mismo tiempo que impulsa el juicio por jurados, imagínense), la situación financiera del IAPOS, los efectos de la crisis económica en Santa Fe con su secuela de recesión y despidos y mayor demanda de asistencia social; solo por citar algunos.

Sobre el proyecto de reforma en sí, nosotros dijimos lo nuestro en su momento acá, y a ello nos remitimos; y por si no quedara claro, porque no lo hemos visto o leído por ahí: además de las consideraciones de contexto y oportunidad política, el proyecto de reforma que el Ejecutivo provincial envió a la Legislatura era, para decirlo en términos académicos, una auténtica poronga.

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