LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

domingo, 24 de noviembre de 2019

HOY NO SE VOTA


Este domingo los argentinos tendríamos que haber ido de nuevo a las urnas, a definir en el balotaje quien nos gobernará los próximos cuatro años, y sin embargo podemos disfrutar del día para pasear, comer un asado, ir a la cancha o simplemente hacer huevo.

Hoy es, entonces, el día del balotaje que no fue, ese que nos estuvieron diciendo por más de tres años del gobierno de Macri que era inevitable; salvo que pronosticara (como pasó) que no iba a suceder, pero porque era reelegido en primera vuelta, y había que pensar directamente en el 2023, en términos electorales.

No solo nos decían que el balotaje que debió haber sucedido hoy era inevitable, sino que también era inevitable que lo perdiéramos, a menos que Cristina desistiera de ser candidata, porque tenía el techo bajo y ese condicionante era imposible de superar. Para ella, claro, porque para cualquier otro no existía el impedimento, y cualquiera era cualquiera: Massa, Urtubey, Lavagna, el que apareciera esa semana.

Y sin embargo el balotaje no fue, y Macri perdió en primera vuelta, y se va. Por amplkios ocho puntos y más de dos millones de votos de diferencia, que ahora le parecen pocos comparados con los números de las PASO a muchos de los que estuvieron años hablando de techos bajos, balotajes inevitables y hegemonías macristas. Y el balotaje no fue por responsabilidad de la madurez de la dirigencia opositora, y por la movida de Cristina nominando como candidato a Alberto, que nadie vio venir, nosotros incluidos. 

Ese conjunto de factores hizo posible este final de un proceso que había arrancado en diciembre de 2017, en plena hegemonía del macrismo triunfante en las elecciones de medio término, en la resistencia en las calles y en el Congreso a la reforma previsional; que Macri logró imponer al costo de empezar a dinamitar su propio proyecto de reelección. Hoy todo lo que vino después es historia conocida, pero entonces y bastante tiempo después, los tirapostas de siempre seguían con sus monsergas: la larga hegemonía macrista era inevitable, a menos que Cristina desapareciera del mapa.

Que el macrismo haya sido derrotado ampliamente en primera vuelta en lugar de afrontar un azaroso balotaje en tiempos de polarización peronismo-antiperonismo es un logro político inmenso, más si se lo pondera en un contexto regional cada día más crítico: para empezar, la unidad opositora se construyó después de que en Brasil el “lawfare” en forma de “lava jato” se llevara puesta la candidatura de Lula, y el PT no lograra articular una estrategia alternativa eficaz para frenar la salida por ultraderecha de la crisis, con Bolsonaro.

“Law fare” y “lava jato”, dijimos: como habrán cambiado los tiempos y como será de importante el triunfo, que esta misma semana el macrismo en salida fracasó en su intento de imponer en el Congreso la ley de “ficha limpia”, que habilitó en Brasil el puente de plata para la llegada del fascista trogolodita al poder. Ojo: no lo decimos nosotros, lo acaba de decir el propio Papa Francisco. Y fracasó porque no se sumaron al intento muchos que en otros tiempos estaban seducidos por esas ideas pensadas para acorralar a la política y a los políticos y fuerzas populares, y luego comprendieron que estaban en juego otras cosas.

En estos mismos momentos, en los que nosotros tendríamos que estar votando en el balotaje que no fue, Chile está sacudido por las protestas sociales que no terminan de encontrar cauce político, porque las fuerzas democráticas progresistas son también parte del problema, porque el pacto de élites (la “Moncloa” chilena) estalló en mil pedazos, y nadie tiene muy bien en claro que hacer con los pedazos, y con las protestas. Y se acaba de sumar Colombia, exactamente en las mismas condiciones.

Acá, en Argentina, por el contrario, al neoliberalismo se lo detuvo en las urnas, orquestando una alternativa política a su programa, claro que fogoneada por las resistencias sociales que iban generando. Mientras tanto, hoy Uruguay va a las urnas en un balotaje de suerte dudosa (eso que conseguimos evitar acá), con las encuestas coincidiendo en un posible triunfo de la derecha, y la salida del poder del Frente Amplio tras 15 años en el gobierno.

Sin embargo, Ecuador y Bolivia marcan que aun así no desaparecen las amenazas del horizonte: el panquecazo traicionando el mandato electoral en un caso, y el liso y llano golpismo (que algunos cómplices intelectuales persisten en no llamar por su nombre) en el otro, son las formas que los sectores dominantes encontraron para seguir gestionando sus intereses, por fuera de los bordes democráticos bajo los cuales los pueblos defienden los suyos.

De hecho, la trágica experiencia boliviana ya está alentando a muchos sectores a pensar acá en una “oposición a la venezolana” sin medias tintas, ni compromisos democráticos, ni aceptación de la voluntad popular: la amenaza gauchócrata de nuestros Camachos de volver a las rutas para impedir todo posible cambio en el esquema de retenciones es apenas un ejemplo, y no el único.

De modo que festejemos no haber tenido que ir a votar éste domingo, y preparémonos para lo que viene, que no será fácil, en ningún sentido. Lo único fácil (en nuestra opinión) es saber cuales son los caminos que no tenemos que tomar, nunca más: como dijo Cristina al cerrar la campaña: neoliberalismo, nunca más. Porque fuimos capaces de construir la unidad para ganar, pero como decía Néstor: la unidad no es para cualquier cosa, ni para bajar banderas.

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