miércoles, 1 de junio de 2011

ARAMBURU


Hoy se cumplen 31 años de la muerte de Pedro Eugenio Aramuburu, luego de haber sido secuestrado, tres días antes, por la organización político-militar Montoneros.

Durante el cautiverio se le hicieron diversas acusaciones y se lo interrogó al respecto. Mucha tinta se ha utilizado para tratar de explicar su muerte, con las más variadas hipótesis, entre ellas las que vinculaban a sectores del Ejército (fundamentalmente a Imaz , ministro del interior de Onganía), como autores materiales iniciales del secuestro.

La explicación del hecho de Firmenich y Arrostito es creíble. La literatura al respecto señala, mayoritariamente, la verosimilitud de que fue la búsqueda de un gran golpe de efecto inicial, lo que llevó a ese grupo armado al secuestro y posterior muerte de Aramburu, independientemente de alguna anécdota mal contada en el reportaje publicado en “La Causa Peronista” o que Arrostito haya o no participado efectivamente en dicha entrevista.

Esa organización nació en la derecha y se fue inclinando hacia la izquierda. Sus integrantes recibieron para ello la influencia de Cristianismo y Revolución, del Padre Mujica, J.W. Cooke y otros, llegando a recibir instrucción militar en Cuba.

Es muy difícil juzgar hechos del pasado con la perspectiva actual, cuando los años han cambiado también los climas políticos y sociales, y por nuestra concepción humanista, no podemos estar de acuerdo con que se lo haya secuestrado y matado, pero no por ello debemos olvidar quién era el personaje.

Recordemos que participó de la usurpación del poder político y luego se puso al frente de tal infamia, que sus manos estaban ensangrentadas arrancándole la vida a Valle y otros militares y civiles y que, entre otras cosas, robó el cadáver de la más grande mujer que ha dado nuestro país, profanando el sentimiento popular más importante del siglo pasado.

Por aquéllo que decía Rodolfo Walsh de que "la historia parece propiedad privada, cuyos dueños son los dueños de todas las otras cosas", los sectores dominantes en la Argentina pretenden fechar en la muerte de Aramburu el inicio de la violencia política en la Argentina; un torpe modo de justificar luego el baño de sangre de la dictadura.

Las cosas son bien distintas: el ejecutado de Timote cargaba -como la enorme mayoría de sus camaradas de armas de entonces, y los políticos a su servicio- con las bombas del 55', las torturas del tristemente célebre Capitán Gandhi, y lo ya dicho: los fusilamientos de José León Suárez, de Valle y sus subordinados, la profanación del cádaver de Evita.

Y si bien nada de eso justifica su muerte -al menos hoy podemos coincidir en eso, entonces los límites eran más borrosos-, si nos permite dejar algo en claro: Pedro Eugenio Aramburu no fue un mártir ni un prócer.

Fue un golpista asesino y como tal debe ser recordado.

1 comentario:

  1. compañero, permítame a mi, si estar de acuerdo con que se lo haya secuestrado y matado. eran otros tiempos, otras realidades

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