A minutos de iniciar la tercer etapa, y luego de tener el apoyo electoral más importante en estos ocho años, el gobierno peronista deberá hacer frente a más palos de los que sus ruedas sortearon hasta hoy.
Es que al poder concentrado, se le adicionarán diversas cuñas que ya empezaron a mostrar sus dientes en la puja por ocupar o mantener espacios de poder, visualizando no sólo el futuro inmediato sino el período posterior al 2015, como un objetivo personal o sectorial. Y si atravesar el campo o los medios concentrados fue ir por el fango, de aquí en más, la cosa se va a poner cada vez más difícil.
Y notemos que la sintonía fina a que aludió Cristina no puede ser otra cosa que empezar a depurar la política redistributiva, además de ir por más en la reconquista de derechos y de políticas públicas que generen sectores productivos y detracten a los especulativos que se instalaron hace más de 30 años.
Pero todo se puede tirar por la borda si lo que empieza a campear son los yoísmos políticos de propios y extraños. Y más le tememos a los propios, porque pueden actuar enceguecidos repartiendo palo y palo a uno y otro lado, para llegar a una meta personal o grupal.
Por eso, la militancia no debe perder de vista que el objetivo no es otra cosa que el bien común, y debe exigir de la dirigencia que no se desvíe el rumbo ni un ápice. Y si se desvía, debe avanzar sobre la dirigencia. Como decía Perón: “El Pueblo avanzará con los dirigentes a la cabeza o con…”
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