viernes, 9 de diciembre de 2011

ZAPATERO A TUS ZAPATOS


Por Raúl Degrossi

Este asunto del Instituto Dorrego viene dando tela para que todos se metan a opinar.

Dije todos, y no cualquiera, porque Noé Jitrik (que escribe esta nota del martes en Página 12) no es cualquiera:  es uno de nuestros más grandes estudiosos de la literatura nacional, y universal.

Sin embargo pareciera que -metido a opinar de historia, y a defender a los cenáculos académicos que se sintieron amenazados por el decreto de Cristina- comete un par de errores, como por ejemplo hacerlo sin haber leído (como él mismo lo dice) los fundamentos del decreto.

En efecto y como señala Jitrik, Adolfo Saldías (1849-1914) fue el iniciador de la escuela del revisionismo histórico en la Argentina; sobre todo a partir de su monumental "Historia de la Confederación Argentina", publicada en tres tomos entre 1881 y 1887, originariamente llamada "Historia de Rosas y su tiempo".

Para concluir su monumental obra, fue decisivo para Saldías acceder a numerosa documentación hasta entonces oculta o desconocida (como los ejemplares de la Gaceta Mercantil o el Archivo Americano, publicaciones oficiales de los tiempos del Restaurador), pero sobre todo a los archivos personales del propio Rosas, exiliado en Southampton; donde moriría el 14 de marzo de 1877.

Mal pudo entonces ser Rosas -como dice Jitrik- quien le diera a Saldías (que comenzó a escribir su obra en 1878) acceso a sus papeles: fue su hija Manuelita, que vivía en Londes luego de la muerte de su padre, y a quien el historiador conoció por intermedio de Antonino Reyes, ex edecán del Restaurador.

Precisamente fue en Londres, en casa de Máximo Terrero (el esposo de Manuelita), donde Saldías pudo acceder al archivo personal de Rosas, y consultar y copiar sus documentos; muchos de los cuáles le fueron luego obsequiados por Manuelita como muestra de gratitud por la reinvindicación de su padre que hizo el historiador con su obra.

Y al igual que en el caso de los papeles de Rosas (ejemplo que pone para demostrar la supuesta coexistencia pacífica de liberales y revisionistas, o las fronteras difusas entre ambos, en el pasado, que rebatiría el argumento del decreto para crear el Instituto), se equivoca también Jitrik cuando dice en el artículo que Mitre (por quien Saldías profesaba gran admiración) lo alentó en su obra.

Todo lo contrario: cuando le mostró los borradores requiriendo su opinión dirimente (el fundador de La Nación era el patrón de la vereda en temas historiográficos, y lo seguiría siendo por décadas, al menos para la academia), por toda respuesta Mitre se los devolvió, y le respondió a través de una carta, publicada en "La Nación" el 19 de octubre de 1887, y que dio que hablar a todo Buenos Aires.

En las primeras páginas de su obra decía Saldías: "... estoy habituado a ver cómo se derrumban en mi espíritu las tradiciones fundadas en la palabra autoritaria que, atando el porvenir al presente, echan al cuello de las generaciones un dogal inventado por el demonio del atraso. Pienso que aceptar sin beneficio de inventario la herencia política y social de los que nos precedieron, es vivir de prestado a la sombra de una quietud que revela impotencia.". Y termina con estas palabras: "He escrito lo que tengo por verdad a la luz de los documentos, y lo que pienso que es conveniente se sepa para ejemplo y experiencia".

En la carta Mitre le decía a Saldías -entre otras cosas-: "He pasado parte del día y casi toda la noche leyéndolo", "Es un libro que debo recibir y recibo, como una espada que se ofrece galantemente por la empuñadura; pero es un arma del adversario en el campo de la lucha pasada, y aun presente, si bien más noble que el quebrado puñal de la mazorca que simbolizaría, por cuanto es un producto de la inteligencia".

Y contestando al prólogo de la obra, le descarga: "Si por tradiciones partidistas entiende usted mi fidelidad a los nobles principios porque he combatido toda mi vida, y que creo haber contribuido a hacer triunfar en la medida de mis facultades, debo declararle que conscientemente los guardo, como guardo los nobles odios contra el crimen que me animaron en la lucha".

En la carta de Mitre no habla el historiador sino el político que combatió a Rosas, y construyó una historia a la medida de su posición política; aunque tuviera que sacrificar para eso el rigor científico o el soporte documental.

En toda la carta no hay una sóla crítica de Mitre a la heurística de Saldías, ni a sus métodos de investigación, no se rebate ningún hecho o conclusión: es una negativa rotunda a revisar la historia; de un asombroso parecido con la que hoy exhiben Romero, Sarlo o Halperín Donghi.

Esa postura de Mitre ante la historia le valió en su momento estas certeras palabras de Alberdi: "En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras ellos tienen un Alcorán, que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión por el crimen de barbarie o caudillaje. Belgrano no es el Belgrano que Dios hizo; el veradero y auténtico Belgrano es el Belgrano hecho y compuesto por Mitre. El San Martín de Samiento, es el auténtico, el genuino y verdadero San Martín, no el que resulta de sus propios hechos registrados en la historia"

Y continúa la cita (que corresponde a los "Escritos póstumos") con estas palabras del tucumano, que parecen escritas hoy: "La historia no es un patrimonio de todo el mundo. No todos tienen el derecho de contarla o escribirla al menos que no sea conforme a los tipos históricos grabados por los liberales oficiales. Sus textos son un código de verdad histórica; refutarlos es violar la ley, invertir el orden público: es un crimen de Estado; y el disidente, un profano, un criminal.".

Volviendo a Jitrik, lejos estuvo entonces Mitre de alentarlo a Saldías como él dice: la filípica condenó al por entonces ascendente historiador, al virtual ostracismo; al punto de forzarlo a cambiar el título de su obra: el nombre de Rosas estaba sepultado todavía por los odios de su vencedores, consagrado en la maldición de Mármol: "ni el polvo de tus huesos, la América tendrá".

Uno de los argumentos centrales del artículo (no hay por qué pelearse entre revisionistas e historiadores tradicionales, porque el padre del revisionismo escribió su obra magna con documentos que le dio Rosas, mientras era alentado por Mitre), se basa en dos errores, no menores.

Errores que se suman a que Jitrik repite la falacia de que la Universidad de Buenos Aires fue clausurada en época de Rosas, falacia desmentida por Ernesto Quesada (el continuador de la obra revisionista de Saldías) ya en 1898.

Lo que sucedió (un pequeño detalle que se le escapó al amigo Jitrik) fue que el gobierno de Buenos Aires se vio forzado a reducir el presupuesto de la Universidad por el bloqueo francés de 1838 (que lo privaba de las rentas de aduana, que eran su principal recurso), y desde entonces, por el casi permanente estado de guerra en que se encontraba la Confederación Argentina, incluyendo otro bloqueo del puerto (en este caso anglofrancés), a partir de 1845.

Jitrik, que se manifiesta adherente al gobierno de Cristina, podría haberle preguntado por qué le da tanta relevancia a la evocación de la Vuelta de Obligado.

Así que en este caso bien vale para el amigo Jitrik (que ha decidido sumarse a la polémica por la revisión de la historia) aquello de zapatero a tus zapatos.

Sin embargo en materia de discusiones sobre lo que se debe y no se debe estudiar de la historia argentina, nada supera al Ministerio de Educación de Santa Fe, como se puede ver acá:


Ni historiografía liberal, ni revisionismo histórico, ni historia social: no enseñamos historia y punto.

Todo sea por contribuir a la pacificación de los espíritus. 

2 comentarios:

  1. Escritos póstumos-ALBERDI:
    “El liberalismo, cómo hábito de respetar el disentimiento de los otros ejercido en nuestra contra, es cosa que no cabe en la cabeza de un liberal argentino. El disidente es enemigo; la disidencia de opinión, es guerra, hostilidad, que autoriza la represión y la muerte.”.

    Son tan amplios, tan amplios, los "dueños" de la Historia, que ante cualquier posibilidad de otra óptica, los alcahuetes de Mitre reaccionan con la misma virulencia que en el Siglo XIX.
    El Colo

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  2. Recuerdo como la titular y la adjunta de Literatura Hispanoamericana II denostaron una novela Manchay Puytu, de Néstor Taboada Terán, porque la narración era lineal, porque no tenía variedad de voces, es decir, porque no tenía todo lo que según ellas, debía tener una gran novela (es decir, apegarse sí o sí al realismo mágico). Cuando les contesté que, a pesar de eso, el texto era muy interesante por la historia que narraba, se pusieron como locas. Son las mismas que, aún hoy, traen académicos como Jitrik pero no invitan a los alumnos de la facultad, porque esas charlas son solo para "profesores". (No creo que el invitado esté enterado de esto porque más de una vez han comentado que les llama la atención que no haya alumnos, ¡ja!).
    Me llama la atención que, los especialistas en literatura, para los que no hay texto hoy día que valga la pena si no aparece lo que se denomina "polifonía", es decir, la presencia de distintas voces que nos dan diferentes versiones del relato, sean los que se opongan a la "polifonía" en la narración de los hechos históricos.
    Hasta ahora nadie supo responderme esta pregunta.

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