sábado, 25 de febrero de 2012

DE ESTO ESTÁBAMOS HABLANDO


Ayer nomás en esta entrada se planteaba que la tragedia de Once ponía en foco el rol del Estado, en un contexto en el que hay que discutir que Estado concreto tenemos y como se lo mejora, y cual es la percepción social que de él se tiene.

Hoy en Página 12 aparece esta nota de Alfredo Zaiat donde marca con claridad el punto: "Esa dificultad en el caso del Estado es porque ha perdido capacidad de gestión, fue apartado de áreas estratégicas con las privatizaciones y tiene recursos limitados ante el desafío de reconstrucción y, si bien ha ganado legitimidad en los últimos años, el discurso hegemónico conservador lo sigue minando al cuestionar la inversión pública, ya sea por desembolsos en empresas estatales, como Aerolíneas Argentinas, o por subsidios al consumo y al sector privado."

Pero también hoy nos encontramos con el artículo al que corresponde la imagen, y que expone un estudio de la Fundación Libertad de Rosario, uno de los "think tanks" más conocidos del neoliberalismo vernáculo.

La publicación no es inocente ni casual, ni por el momento ni por el contenido.

En la entrada linkeada se decía que  "Ese paradigma (el instalado por el menemismo de que la empresa privada es más eficiente, y resuelve mejor los problemas) también (y aunque se lo pretenda ocultar) es el que entró definitivamente en crisis con la tragedia de Once: no basta con dejar que algo lo hagan los privados en lugar del Estado para que mejore, porque si ese Estado no controla adecuadamente, los resultados son casi siempre, peores. ".

La conclusión es generalizada por estos días luego del accidente en el Sarmiento, y no son pocas las voces que reclaman que el Estado revoque la concesión al grupo Cirigliano, y se haga cargo directamente del servicio.

Es en ese contexto (oscurecido por el saldo humano de la tragedia) que los defensores del liberalismo salen a la palestra, exhibiendo la presunta ineficiencia de ese mismo Estado, con los argumentos de Neustadt en la década del 90' (o de Alsogaray los 30 años previos); y con el ánimo de deslegitimar socialmente lo público estatal.

No defienden a un grupo empresario sino a un conjunto de ideas que demostraron su fracaso en la Argentina y lo están demostrando en el mundo; y para eso no vacilan en apelar a cualquier argumento, hasta la falacia.

Porque el informe es claramente falaz: en los términos de la comparación usados para medir el déficit de las empresas públicas (2003 y 2011) omiten un detalle fundamental: las que eligen para el cotejo (las marcadas con los círculos verdes en la imagen) al iniciarse el período comparado no eran estatales, sino privadas.

Más aun: siguiendo el criterio con el que el kirchnerismo ha venido manejándose en la materia, pasaron a ser estatales ante los sonados fracasos e incumplimientos de los concesionarios privados, otro dato que omite el informe: así sucedió con el Correo Argentino, AYSSA o Aerolíneas.

Lo mismos sucede con la UGOFE: fue creada en el 2004 al rescindir Kirchner la concesión del ferrocarril San Martín al grupo Taselli, pero la integran el Estado y los demás concesionarios privados, entre ellos el grupo Cirigliano; y el gerenciamiento de los ramales (que determina que haya o no "pérdidas") está en manos privadas.

Por ende es obvio que en el 2003 todas esas empresas  no representaban gasto de dinero alguno para el Estado (salvo los subsidios a los ferrocarriles), simplemente porque no eran suyas.

Del mismo modo falaz procede el informe cuando introduce en la comparación del período empresas públicas que en el 2003 no existían, como ENARSA o ARSAT; y hasta organismos públicos que no son empresas, como Télam; no importa: para la Fundación Libertad, todo vale para llevar agua para su molino.

Incluso apelando al argumento del déficit (la enorme mayoría del cual proviene de Aerolíneas, de la que el Estado se hizo cargo por los desaguisados de Marsans) da por saldado el debate sobre si el fin de una empresa pública es ganar plata, o garantizar el acceso a servicios públicos básicos en condiciones dignas.

Tanto soslaya ese punto crucial, que el informe pareciera escrito por el mismísimo Cirigliano; que al fin y al cabo debe pensar que así se debe manejar el ferrocarril que gestiona.

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