Por Raúl Degrossi
Retomamos en ésta segunda entrada el análisis que empezamos acá, sobre las similitudes entre el peronismo y el kirchnerismo (el número de los elementos mencionados es correlativo obviamente):
4. La construcción de un
dispositivo político montado verticalmente desde el ejercicio del poder estatal,
y condicionado en su funcionamiento por la complejidad de la gestión cotidiana de ese mismo poder:
Esta característica probablemente
no haya sido planteada a priori en ninguno de los dos casos, sino que más bien
fue fruto de idénticas circunstancias históricas: una fuerza política que se
encuentra proyectada hacia el centro mismo del poder institucional formal,
antes de haberse consolidado plenamente como tal y definido sus contornos
(ideológicos, de adhesiones, hasta de estructuración formal); lo que es a su
vez fuente permanente de tensiones hacia el interior, y condiciona (para bien o
para mal) los límites y los tiempos de la construcción política.
De ésta característica, y de la
adscripción del peronismo clásico y del kirchnerismo a la tradición
nacional-popular, surge también el hecho de la debilidad de las estructuras
partidarias formales, entendidas más bien una herramienta para cumplir con las exigencias
jurídicas propias de la participación en los procesos electorales, que un
vehículo para la circulación de la labor militante: de hecho, ésta parece en
ambos casos sentirse más cómoda expresándose por fuera del aparato
tradicional de un partido político.
Sin embargo, en ninguno de los
dos casos se renunció desde la conducción del dispositivo político a concebir al partido como el lugar de las tareas de encuadramiento para la
formación de la militancia, y para el reclutamiento de los cuadros de
gobierno: tanto Perón
como Kirchner en su momento, fueron particularmente insistentes sobre el punto.
Una similitud con las estructuras partidarias tradicionales, pero que
éstas (al igual que el peronismo en clave menemista) fueron resignando con el
tiempo en manos de fundaciones, centros de estudios y otros espacios similares;
fenómeno acorde con la colonización de la política por los intereses
corporativos.
5. La decisión de promover
-con sentido de amplitud, pero bajo reglas definidas por la propia conducción-
la incorporación de sectores politizados de modos diversos:
Otra nítida similitud entre ambos
procesos es que, puestos a construir su dispositivo político de sustento,
buscaron conjugar una doble convocatoria: por un lado a sectores acostumbrados
al testimonialismo político (a veces contra su voluntad, otras como una
presunta salvaguarda de su coherencia ideológica frente a la contaminación del
poder); y por el otro, a sectores habituados al ejercicio del poder por largo
tiempo, y a la construcción política desde la experiencia de la gestión
estatal.
Con el pragmatismo propio del
peronismo original, y al igual que éste, el kirchnerismo no dudó en sumar a los
primeros, por considerarlos valiosos desde el punto de vista del aporte conceptual que podían
hacer a la estructuración del discurso y el mensaje político; mientras tendía
puentes hacia los segundos, que proveían apoyos concretos más decisivos en los
trances electorales, y en la conformación de los bloques legislativos.
En el primer polo tenemos a
grupos como Forja o los socialistas expresados por Manuel Ugarte antes, o Carta
Abierta y los sectores provenientes de otras experiencias como el Frepaso o el
Partido Intransigente hoy; en el segundo a los conservadores populares y
radicales (como Quijano) que gobernaban situaciones provinciales en los 40’, y
a los gobernadores peronistas del interior, los intendentes del
conurbano bonaerense y el fallido intento de asimilación de parte del
radicalismo en el poder con la Concertación Plural, en la etapa kirchnerista.
Y también es nítido como en uno y
otro caso, desde la conducción del conjunto del dispositivo se intenta avanzar
en la conformación de una “fuerza propia” hacia su interior: la disolución por
Perón de los diferentes partidos que apoyaron su candidatura en 1946
(refundiéndolos en el Partido Unico de la Revolución, luego Partido Peronista)
se hermana en el tiempo con la demostración de poder del kirchnerismo puro y
duro en el acto de Vélez del 27 de abril bajo el lema "Unidos y organizados", y con la constante apelación de Néstor Kirchner a las mil flores florecidas de la primavera kirchnerista.
También en ambos casos se exige a
los sectores que se incorporan la comprensión y el acatamiento del rumbo que le
imprime al proceso la conducción, lo que obviamente nunca está exento de
tensiones y aun rupturas; sea por la renuencia de unos a abandonar la
testimonialidad política, o de los otros a ver disminuido o interferido
su poder territorial.
6. La integración del
sindicalismo dentro del contexto de ese dispositivo político, subordinado a las
metas trazadas por la conducción del mismo:
Tanto en el peronismo clásico de
los 40’ y 50’, como en la post crisis del 2001 conducida por el kirchnerismo a
partir del 2003, el movimiento sindical encontró en el Estado no ya una
estructura represiva impermeable a sus demandas, sino un aliado para
canalizarlas, pero con claros límites a toda tentativa de autonomía, en
especial en el plano político.
Esta modalidad es consistente con el hecho de que el peronismo no se asumiera nunca como un partido clasista
o laborista, sino como la expresión política de un frente social más amplio; en
el que sin embargo los trabajadores ocupan un rol trascendente, y aportan
además el mayor elemento cuantitativo (a partir de su propia y autónoma
definición política, traducida en el plano electoral); y sin comprenderla no se
podrá entender el actual conflicto entre Moyano y el liderazgo político de
Cristina, aunque paradójicamente sea desde la CGT desde donde se blande
permanentemente el peronómetro.
En ese marco, tanto el propio Perón en sus dos
experiencias de gobierno (del 46’ al 55’, y en su regreso en el 73’, con el
pacto social), como el kirchnerismo desde el 2003, no vacilaron en apoyar desde
el poder del Estado las reivindicaciones sindicales; tanto en el plano
estrictamente salarial, como en otros beneficios sectoriales que fortalecían el
poder de las organizaciones gremiales, y legitimaban su rol de defensa de los
intereses profesionales de los trabajadores.
Pero en la misma medida tampoco
vacilaron en poner límites allí donde la conflictividad sindical o las demandas
sectoriales introducían tensiones que ponían en riesgo el rumbo global del
modelo de desarrollo, provocando además turbulencias políticas: desde el
Congreso de la Productividad de 1952 hasta los chispazos de hoy con algunas
demandas sindicales (y sobre todo con los métodos de acción elegidos para tratar de
obtenerlas, como lo dejó muy en claro ayer Cristina), hay también allí una continuidad.
En una tercera entrada redoneamos definitivamente el tema.
Está muy bien, es para analizar, pero a mi me parece que existen dos cosas importantes y prioritarias: la propia adscripción de los actores al peronismo, su pertenencia orgánica al partido, por un lado; y por otro las coincidencias de continuidad doctrinaria, si revisáramos los puntos duros de la doctrina creo que se vería más claro.
ResponderEliminarBueno, espero la tercera parte.
Saludos
Ladislao