viernes, 11 de mayo de 2012

KIRCHNERISMO, EL PERONISMO DEL SIGLO XXI (2º PARTE)


Por Raúl Degrossi

Retomamos en ésta segunda entrada el análisis que empezamos acá, sobre las similitudes entre el peronismo y el kirchnerismo (el número de los elementos mencionados es correlativo obviamente):

4. La construcción de un dispositivo político montado verticalmente desde el ejercicio del poder estatal, y condicionado en su funcionamiento por la complejidad de la gestión cotidiana de ese mismo poder:

Esta característica probablemente no haya sido planteada a priori en ninguno de los dos casos, sino que más bien fue fruto de idénticas circunstancias históricas: una fuerza política que se encuentra proyectada hacia el centro mismo del poder institucional formal, antes de haberse consolidado plenamente como tal y definido sus contornos (ideológicos, de adhesiones, hasta de estructuración formal); lo que es a su vez fuente permanente de tensiones hacia el interior, y condiciona (para bien o para mal) los límites y los tiempos de la construcción política.

De ésta característica, y de la adscripción del peronismo clásico y del kirchnerismo a la tradición nacional-popular, surge también el hecho de la debilidad de las estructuras partidarias formales, entendidas más bien una herramienta para cumplir con las exigencias jurídicas propias de la participación en los procesos electorales, que un vehículo para la circulación de la labor militante: de hecho, ésta parece en ambos casos sentirse más cómoda expresándose por fuera del aparato tradicional de un partido político.

Sin embargo, en ninguno de los dos casos se renunció desde la conducción del dispositivo político a concebir al partido como el lugar de las tareas de encuadramiento para la formación de la militancia, y para el reclutamiento de los cuadros de gobierno: tanto Perón como Kirchner en su momento, fueron particularmente insistentes sobre el punto.

Una similitud con las estructuras partidarias tradicionales, pero que éstas (al igual que el peronismo en clave menemista) fueron resignando con el tiempo en manos de fundaciones, centros de estudios y otros espacios similares; fenómeno acorde con la colonización de la política por los intereses corporativos.

5. La decisión de promover -con sentido de amplitud, pero bajo reglas definidas por la propia conducción- la incorporación de sectores politizados de modos diversos:

Otra nítida similitud entre ambos procesos es que, puestos a construir su dispositivo político de sustento, buscaron conjugar una doble convocatoria: por un lado a sectores acostumbrados al testimonialismo político (a veces contra su voluntad, otras como una presunta salvaguarda de su coherencia ideológica frente a la contaminación del poder); y por el otro, a sectores habituados al ejercicio del poder por largo tiempo, y a la construcción política desde la experiencia de la gestión estatal.

Con el pragmatismo propio del peronismo original, y al igual que éste, el kirchnerismo no dudó en sumar a los primeros, por considerarlos valiosos desde el punto de vista del aporte conceptual que podían hacer a la estructuración del discurso y el mensaje político; mientras tendía puentes hacia los segundos, que proveían apoyos concretos más decisivos en los trances electorales, y en la conformación de los bloques legislativos.

En el primer polo tenemos a grupos como Forja o los socialistas expresados por Manuel Ugarte antes, o Carta Abierta y los sectores provenientes de otras experiencias como el Frepaso o el Partido Intransigente hoy; en el segundo a los conservadores populares y radicales (como Quijano) que gobernaban situaciones provinciales en los 40’, y a los gobernadores peronistas del interior, los intendentes del conurbano bonaerense y el fallido intento de asimilación de parte del radicalismo en el poder con la Concertación Plural, en la etapa kirchnerista.

Y también es nítido como en uno y otro caso, desde la conducción del conjunto del dispositivo se intenta avanzar en la conformación de una “fuerza propia” hacia su interior: la disolución por Perón de los diferentes partidos que apoyaron su candidatura en 1946 (refundiéndolos en el Partido Unico de la Revolución, luego Partido Peronista) se hermana en el tiempo con la demostración de poder del kirchnerismo puro y duro en el acto de Vélez del 27 de abril bajo el lema "Unidos y organizados", y con la constante apelación de Néstor Kirchner a las mil flores florecidas de la primavera kirchnerista.

También en ambos casos se exige a los sectores que se incorporan la comprensión y el acatamiento del rumbo que le imprime al proceso la conducción, lo que obviamente nunca está exento de tensiones y aun rupturas; sea por la renuencia de unos a abandonar la testimonialidad política, o de los otros a ver disminuido o interferido su poder territorial.

6. La integración del sindicalismo dentro del contexto de ese dispositivo político, subordinado a las metas trazadas por la conducción del mismo:

Tanto en el peronismo clásico de los 40’ y 50’, como en la post crisis del 2001 conducida por el kirchnerismo a partir del 2003, el movimiento sindical encontró en el Estado no ya una estructura represiva impermeable a sus demandas, sino un aliado para canalizarlas, pero con claros límites a toda tentativa de autonomía, en especial en el plano político.

Esta modalidad es consistente con el hecho de que el peronismo no se asumiera nunca como un partido clasista o laborista, sino como la expresión política de un frente social más amplio; en el que sin embargo los trabajadores ocupan un rol trascendente, y aportan además el mayor elemento cuantitativo (a partir de su propia y autónoma definición política, traducida en el plano electoral); y sin comprenderla no se podrá entender el actual conflicto entre Moyano y el liderazgo político de Cristina, aunque paradójicamente sea desde la CGT desde donde se blande permanentemente el peronómetro.

En ese marco, tanto el propio Perón en sus dos experiencias de gobierno (del 46’ al 55’, y en su regreso en el 73’, con el pacto social), como el kirchnerismo desde el 2003, no vacilaron en apoyar desde el poder del Estado las reivindicaciones sindicales; tanto en el plano estrictamente salarial, como en otros beneficios sectoriales que fortalecían el poder de las organizaciones gremiales, y legitimaban su rol de defensa de los intereses profesionales de los trabajadores.

Pero en la misma medida tampoco vacilaron en poner límites allí donde la conflictividad sindical o las demandas sectoriales introducían tensiones que ponían en riesgo el rumbo global del modelo de desarrollo, provocando además turbulencias políticas: desde el Congreso de la Productividad de 1952 hasta los chispazos de hoy con algunas demandas sindicales (y sobre todo con los métodos de acción elegidos para tratar de obtenerlas, como lo dejó muy en claro ayer Cristina), hay también allí una continuidad.

En una tercera entrada redoneamos definitivamente el tema.

1 comentario:

  1. Está muy bien, es para analizar, pero a mi me parece que existen dos cosas importantes y prioritarias: la propia adscripción de los actores al peronismo, su pertenencia orgánica al partido, por un lado; y por otro las coincidencias de continuidad doctrinaria, si revisáramos los puntos duros de la doctrina creo que se vería más claro.
    Bueno, espero la tercera parte.
    Saludos
    Ladislao

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