Por A.C.
Los
cacerolazos me hacen bien. Me alegran la vida. Vivir en un país donde los que
se quejan son los ricos, es maravilloso. Maravilloso. Ciencia ficción. Algo
inimaginable hasta no hace mucho tiempo.
Uno
estaba acostumbrado a otras realidades, como cuando el estadista brillante De
la Rúa se fue en helicóptero. Entonces, fruto del desastre del gobierno de la
Alianza, yo veía en las protestas masivas a los pobres, a los desocupados, a
los excluídos, a los pibes hambrientos. Y
también ví los muertos que dejaron en las calles los señores de la
Alianza, tan institucionales y republicanos ellos.
Pero
ahora, entre las cacerolas no hay pobres, ni desocupados, ni excluídos, ni
pibes con hambre. No. Ahora las tías paquetas se juntan en Callao y Santa Fe a
protestar haciendo sonar sus cacerolas. Es maravilloso. Es un sueño. Me alegran
la vida.
Supongo
que una política orientada al empleo, al mercado interno, a recuperar la
cultura del trabajo, que consiguió un crecimiento económico a tasas impactantes
con riqueza que se distribuye en forma más justa, con un desendeudamiento
récord, con una inversión en educación pública sin precedentes, con medidas
inclusivas como la asignación universal y las jubilaciones, algo tiene que ver.
Supongo
que los cinco millones de puestos de trabajo generados, los salarios dignos, la
inversión en salud pública, la recuperación de YPF, las obras públicas en todo
el país que financia el Gobierno Nacional, el plan de viviendas, o privilegiar
los intereses de la gente por sobre los intereses de los grandes grupos
económicos, algo tiene que ver.
Algo tiene que ver con el componente
social de los cacerolazos.
Seguramente, entre los caceroludos habrá algunos que llegan a fin de mes
gracias a las políticas salariales de éste Gobierno, pero razonan como si
fueran propietarios de 20.000 hectáreas en la pampa húmeda. Los mismos que
apoyaron al “campo” con la 125, y no son dueños ni de una maceta.
¿Que se puede
hacer contra la estupidez? Podrían comprarse (y leer) el Manual de Zonceras
Argentinas de Jauretche, pero posiblemente preferirán gastar en un curso del
Ravi Shankar, un ladrón a mano armada. Pasan los años, las décadas, pero en la
mentalidad de cierto medio pelo, sigue intacta la
colonización pedagógica.
Y
los medios de la mafia económica, como Clarin, La Nación y sus replicantes
televisivos y radiales, en éste último cacerolazo de Septiembre, hablaban de
masivas protestas en todo el país, del “símbolo de la protesta ciudadana”, de columnas interminables de ciudadanos
indignados con un Gobierno dictactorial, que -un pequeño detalle- fue elegido
hace pocos meses por la enorme mayoría de los argentinos en elecciones libres.
Como no te vas a reír. Me alegran la vida.
Pero
los medios de la corporación económica martillaban con la protesta “masiva”.
Deben tener algún problema con la matemática o necesitan ir a un oculista.
¿Cuántas personas fueron a cacerolear a Plaza de Mayo? Tomando la población de
Capital y del conurbano, con un universo de más de 15 millones de habitantes
¿se puede plantear en serio que fue masiva la protesta?. Miren de nuevo las
imágenes y hagan el cálculo.
Y
en el interior del paìs, tampoco fueron multitudes los republicanos indignados.
En Rosario, con más de un millón de habitantes y siendo la ciudad del candidato
que salió -muy lejos- segundo en las últimas elecciones nacionales,
se juntaron tres mil personas en el Monumento a la Bandera. Que bárbaro.
Y
acá en Santa Fe, en la Plaza 25 de Mayo (no me lo contaron, lo ví yo, porque
pasé para reírme), no sé si llegaban a mil personas (en una ciudad de más de 400.000
habitantes). Tiro un parámetro local: cuando voy a la cancha a verlo a Colón,
junto conmigo van a cada partido más de treinta mil personas. Y resulta que
para el diario El Litoral (el socio local del Grupo Clarin), la protesta (mil
tipos) fue importantísima. Y el intelectual Alaniz, viejo y reaccionario
escriba a sueldo de los Vittori y hombre que tiene el récord de guiness de
alcohol en sangre, escribió una nota titulada “El Pueblo en la calle”. Mil tipos bien vestidos es el pueblo en la
calle. Como no te vas a reír. Me alegran la vida.
Los
números no les dan, ni en las calles y
mucho menos en las urnas. En una de esas, por eso hartan repitiendo por los
medios la supuesta masividad, reiterando las imágenes, para ver si el número
crece. Pero no. Al final, en las
imágenes y en las fotos, aparecen las
mismas viejas paquetas de Barrio Norte protestando. Algo estará haciendo bien
el Gobierno si ésta es la gente que protesta. Los ricos protestando. Es
maravilloso. Por eso, los cacerolazos me hacen bien. Me alegran la vida. Que se
repitan.
Yo vivo en Nuñez, un barrio potable para esta gente. Franja Norte de Capital.
ResponderEliminarCaminé la calle ese día.
Voy a tratar de ser preciso. Un 1% tocó la cacerola. Dirás que es poco. Me parece que exagero, me parece que fueron menos.
La cosa más fuerte fue en la Avenida Cabildo pero porque iban y venían, cruzando precisamente la franja norte, pero en una proporción baja nomás. Creo que aprovecharon la movida para salir con los coches a bocinar.
La televisión puso cámaras en Mataderos por ejemplo (franja oeste) y el mismo Feinmann dijo: -"No hay nadie, pero nadie en serio"
Esto, no se ristra en absoluto fuera de la franja norte que es contra absoluta nuestra desde siempre.
No se registra quise decir.
ResponderEliminarA los caceroleros NO LOS REGISTRAN fuera de la franja norte de Capital y Gran Buenos Aires, no les dan la menor bola.
El "intelectual" Alaniz. Que hijo de p....Muy bueno.
ResponderEliminarSi en Nuñez ni se enteraron, imaginate en el conurbano (excepto en zona norte, claro). Mi marido estuvo todo el día en reuniones de laburo y se enteró del cacerolazo cuando llegó a casa y lo vio en la tele, se mató de risa. En zona oeste, zona sur, no sonó ni un chaski bum. INcluso en zonas de clase media/media alta (Castelar, parque leloir, etc).
ResponderEliminarPero buen post, la alegría no es sólo brasilera, ni sólo de los ricos. Que se quejen los ricos es inédito y regocijante.