martes, 18 de septiembre de 2012

OTRA VEZ SOPA


La noticia principal de la tapa de La Nación de hoy está desarrollada en esta nota de Adrián Ventura (el hombre de la tribuna de doctrina y Clarín en los tribunales) en la que plantea la "preocupación" de los jueces de la Cámara Nacional Electoral por las dificultades que acarrearía al proceso eleccionario incorporar al padrón a los extranjeros y a los jóvenes de 16 a 18 años, si prosperaran los proyectos que se están discutiendo en el Congreso.

Y como no podía ser de otra manera, a partir de allí se permite el diario poner en duda la transparencia del proceso electoral de las legislativas del año que viene.

El tema no es nuevo, ni el cuestionamiento a la transparencia de los proceso electorales, ni las quejas de los jueces electorales (que si leemos la nota, queda reducida a un mangazo de fondos por 15 millones de pesos), como podemos ver acá:


Como se ve, la noticia es de enero del año pasado, antes de que se realizaran las elecciones primarias, abiertas y simultáneas (que se hicieron por primerza vez) y las elecciones generales del 23 de octubre, y una sencilla búsqueda en Google con las palabras "Randazzo" y "justicia electoral" arroja los resultados que pueden ver acá; y que nos permiten llegar a una conclusión: forma parte del folklore político argentino que desde los medios, sectores de la justicia y de la propia política (básicamente, los dirigentes que no tienen votos) se pongan en tela de juicio los procesos electorales en la Argentina.

El año pasado lo que se planteaba era que no se iba a poder cumplir con la reforma política consagrada por la Ley 26.571 en el 2009, imponiendo el sistema de internas abiertas; o que no se iba a poder garantizar la carga en los padrones de los procesados (que pudieron votar), o de los jóvenes que cumplían 18 años el día del comicio, y se podrían agregar más ejemplos; como los sainetes que en cada elección  monta Blanco, el juez electoral de la provincia de Buenos Aires.

Pero ahora estamos a casi un año de distancia de las elecciones y ya se está abriendo el paraguas desde La Nación para tender un manto de sospecha sobre la transparencia de los comicios, y no es casualidad: es un aporte deliberado a la fogata que se arma desde las redes sociales para alimentar la llama de los futuros cacerolazos.

Como va creciendo en la protesta el clima destituyente (por las consignas, por el nivel de agresión, por la descalificación de la mayoría electoral, por los agravios a la investidura presidencial, por todo eso junto) por encima de una protesta lógica y razonable, con demandas puntuales o concretas que el gobierno pudiera analizar y eventualmente responder, y hay que reforzar la idea de que se está luchando contra una dictadura.

Y para eso, nada mejor que descalificar a priori la legitimidad de la instancia de la cual emanan -en democracia- los mandatos de los poderes Ejecutivo y Legislativo: la voluntad popular, libremente expresada en elecciones.  

Por eso no es inocente la tapa de LN, como no lo es la nota de Ventura; que al mismo tiempo revelan la impotencia política de la oposición al gobierno (la mediática, la cacerolera, tanto o más que la institucional expresada en los partidos políticos) que no se siente representada ni contenida en las ofertas opositoras, pero que tampoco se siente capaz de interpelar y captar a esos nuevos votantes (jóvenes y extranjeros), sino más bien todo lo contrario: las consignas que predominaron en los cacerolazos del jueves no dan la idea del país abierto, plural, inclusivo y tolerante que nos quieren vender.

Y el riesgo político que enfrentan es que el gobierno revalide su legitimidad en las urnas el año que viene, y aunque la aritmética de la distribución de las bancas en el Congreso no le permitiera acceder a impulsar la reforma constitucional (intención que además no ha planteado explícitamente ni el oficialismo como fuerza política, ni la propia Cristina a título personal), se cree un clima social favorable a la continuidad del kirchnerismo como responsable de la conducción del país, más allá del 2015.

Para evitarlo es necesario -además de instalar la idea de que vivimos en una dictadura- crear sospecha sobre la transparencia de las elecciones, porque eso legitima el discurso destituyente: la misma cantinela de siempre, son todo menos originales; ya lo había ensayado Carrió con su idea de "legitimidad segmentada" en la noche del triunfo de Cristina en el 2007.

Un módico aporte de La Nación a robustecer el próximo cacerolazo, en el que seguramente veremos aparecer carteles demandando transparencia electoral, o reclamando para que no haya fraude. 

2 comentarios:

  1. Se acerca el 7 de diciembre y La Nación y Clarín redoblan el esfuerzo destituyente antes de esa fecha, incitando a sus cacerolos a protestar hasta por "higos verdes". Es una tremenda hijaputez la que, también, ha expresado Barbaro que se dice peronista, sobre estas marchas del odio que no tienen olor a dólar sino a dignidad. "Dignidad" fue el operativo montado por Menendez y Bussi en Tucumán y vean como terminó el país entre 1976/2001.

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  2. ¿ya se están dando todos por vencidos, que empiezan de vuelta con esta cantinela?

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