lunes, 10 de septiembre de 2012

SIMULTÁNEAS (PRIMERA PARTE)


Por Raúl Degrossi

El panorama político nacional se semeja bastante a esas partidas simultáneas de ajedrez que suelen jugar los grandes maestros internacionales, aunque los tableros puedan parecer por momentos superpuestos.

Hay un primera partida que es no la más importante, pero sí la que nos salta a la vista a diario apenas prendemos la tele o la radio, o leemos los diarios: la agenda que instalan los medios con los escándalos del momento, desde el caso Ciccone hasta el Eternauta en las escuelas o la crisis en Santa Cruz; o las novedades que aporta Lanata desde su programa, cada vez que emprende una excursión a los indios ranqueles, o sea, viaja al interior para mostrarles a los porteños como funcionan los despotismos locales.

Ya las elecciones del año pasado (realizadas por ejemplo bajo la influencia del caso Schoklender) dejaron en claro que esa modalidad de definición de la agenda política tiene efectos acotados, y más acotada aun su capacidad de influencia sobre las opciones del electorado: es un estrépito difícil de sostener en el tiempo (pensando en que las próximas elecciones son dentro de un año), que termina aturdiendo y abonando el discurso anti-político (esto particularmente perceptible en el caso del lanatismo), con efectos demoledores hacia el interior del propio sistema político en términos de construcción de alternativas opositoras al kirchnerismo con cierto grado de consistencia.

Por el contrario, el "cristinocentrismo", el seguimiento obsesivo de cada palabra o gesto de la presidenta no hacen sino reafirmar su centralidad política, en la misma medida que  la impotencia opositora; sin posibilidades de captar audiencias o adhesiones políticas más allá del círculo de los convencidos, y con el efecto de cohesionar los apoyos del oficialismo, aun al riesgo de postergar las críticas y los disensos internos: la última tapa de "Noticias" grafica claramente el grado de extravío al que conduce esa estrategia.

Después está el tablero que plantea lo que podríamos llamar la agenda institucional: los debates en el Congreso, la idea de la reforma constitucional con la alternativa de otra reelección de Cristina, y podríamos incluir acá la discusión por la coparticipación y los recursos entre la Nación y las provincias, y los apuros fiscales de algunas que terminan en crisis políticas, como el caso de Santa Cruz.

Aunque esta partida sea reflejada por los medios (lo cual es lógico), sería esperable que se juegue con las reglas de la política, sin que esos mismos medios marquen la agenda, y esto en realidad se da sólo parcialmente: como consecuencia del 54 % de Cristina era lógico y previsible que el kirchnerismo marcara los tiempos y la agenda de las discusiones en el Congreso, pero lo que desafía la lógica política elemental es el comportamiento opositor.

Porque lejos de intentar ganar autonomía del complejo mediático (que logra también zambullirlos de lleno en sus propias peleas, las que ocupa sistemáticamente de poner en primer plano en el anterior tablero señalado), y tomar nota del escenario político para generar una nueva praxis política, perserveran en la misma lógica errónea que los condujo al desastre del 23 de octubre.

El peronismo federal está disuelto y la Coalición Cívica va en camino de estarlo, el radicalismo sigue sumido en su ya endémica disputa interna, que sus dirigentes pretenden saldar con posturas cada vez más conservadoras (como si trataran de precaverse de la fuga de votantes y dirigentes hacia el PRO), y el FAP se sume en groseras contradicciones internas ante cada tema nuevo que se discute en el Congreso; desde el caso Ciccone hasta el voto a los 16 años.

Mientras tanto el PRO sigue pendiente del inestable humor de Macri, que pasa de los cursos de respiración del chanta hindú a las furiosas invectivas contra Cristina; y que ha comprado sin beneficio de inventario la estrategia de Clarín de la impugnación global y furiosa del kirchnerismo, creyendo que de ese modo podrá polarizar hacia su fuerza al voto opositor al gobierno nacional.

En este plano, después de haber obtenido un puñado de leyes decisivas para la gestión en las extraordinarias de diciembre, el gobierno disminuyó en cantidad los proyectos que plantea en el Congreso, pero no en intensidad: la expropiación de YPF, la reforma del Banco Central, la expropiación de Ciccone, el nuevo Código Civil y Comercial y el proyecto de voto a los 16 años y para los extranjeros.

En todos los casos consolidó su disciplina interna para garantizarse la aprobación de los proyectos, e invariablemente logró introducir la confusión, las divisiones y las incoherencias en buena parte del entramado opositor: aun cuando no fuera ése su propósito (cosa que insólitamente plantean algunos opositores, como el FAP), produjo ese resultado.

Lo que en todo caso nos remite al primer tablero: la divisoria real de aguas dentro del sistema político no es la que suelen plantear los medios (con el binarismo kirchnerismo-antikirchnerismo), sino que está atravesada por diferencias ideológicas hacia el interior de las propias estructuras políticas, que se acentúan ante un gobierno con capacidad de plantear iniciativas de sentido progresivo; que en no pocos casos recogen reclamos opositores de larga data.

Todo lo cual confluye en que el escenario parlamentario, que en teoría podría presentarse como el más propicio para el despliegue y lucimiento de los partidos y alianzas opositoras que no tienen responsabilidades de gestión, se termine convirtiendo para éstos en un calvario, en el que suman no sólo derrotas en el tablero de las votaciones, sino contradicciones internas cada vez más difíciles de disimular.

Para peor, la discusión sobre la reforma constitucional, en los términos en que está planteada, es decir con mas insistencia pública de la oposición que del propio oficialismo, además de no calar en las preocupaciones relevantes del hombre común de la calle (algo que los opositores suelen señalar, pero de lo que no extraen la conclusión debida), importa una confesión de debilidad política del conglomerado opositor, incompatible con el discurso (también instalado desde los medios hegemónicos) del presunto derrumbe de la imagen presidencial y de la gestión de gobierno.

Y genera además un eje de acumulación política metodológicamente erróneo, como que las convocatorias “republicanas” a la unión de esfuerzos opositores para cerrarle el paso a otro mandato de Cristina (algo hoy por hoy mejor asegurado por el tercer senador por la minoría incorporado en el Pacto de Olivos, una de las pocas astucias de Alfonsín en esa componenda), es a mediano plazo incompatible con la necesidad de diferenciación de las propuestas opositoras que compiten por las mismas franjas de un electorado.

Con mas razón de cara a una elección exclusivamente legislativa, donde muchas de las fuerzas opositoras deberán revalidar la mayoría de sus bancas, obtenidas en las elecciones del 2009: peor que un deslucido paso por el Congreso (de lo que se daba cuenta antes) es quedarse afuera con todo lo que eso implica, en términos de visibilidad política.

Otro tanto sucede con las crisis provinciales como consecuencia de los apuros fiscales que pasan algunos gobernadores, donde se suman varios factores para que no se constituyan en un factor de acumulación política para la oposición en el plano nacional; en todo caso podrán redituarle en algún caso puntual uno que otro triunfo en elecciones provinciales, que no hay el año próximo, al menos de cargos ejecutivos.

La oposición sólo gestiona en Corrientes, Santa Fe y la CABA, y por ende la discusión por la coparticipación puede generar más rispideces dentro del propio oficialismo, y allí entran a jugar dos factores de peso para bajarle el voltaje al tema: las rígidas pautas constitucionales para modificar el actual esquema (que además beneficia objetivamente a las provincias del NEA, NOA y la Patagonia), y el hecho de que en política (mucho menos en el peronismo) no siempre es sencillo construir desde la debilidad (ni todos tienen la talla y las convicciones para hacerlo como Néstor en el 2003); como lo son las estrecheces de caja o la dependencia financiera de los envíos nacionales.

El eterno amago de De La Sota de lanzarse como presidenciable, para luego terminar confinado a los estrechos límites del cordobecismo y sin apoyos visibles entre sus pares dentro del propio dispositivo peronista (en ese punto, hoy está igual que en el 2002), es la demostración más clara de lo que digo.

Por otra parte el empeño personal puesto por Cristina en el armado de las listas de diputados y senadores el año pasado (uno de los ejes del conflicto con Moyano, sin ir más lejos), se reveló una acertada estrategia política que la pone a salvo de brotes de rebeldía en el Congreso que comprometan las mayorías parlamentarias del oficialismo, y priva a los gobernadores de una herramienta de presión al Ejecutivo nacional; cuyo fortalecimiento -en sintonía con las pautas constitucionales- es una de las mayores contribuciones del kirchnerismo a la calidad institucional.

Moyano dije, y eso me lleva a los otros tableros de estas simultáneas, que dejo para otra entrada y me parecen los más interesantes. 

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