miércoles, 17 de octubre de 2012

DÍA DE LA LEALTAD


Por Raúl Degrossi

A 67 años de haber partido en dos la historia moderna de la Argentina, el 17 de octubre de 1945 se sigue proyectando hacia el presente, y poniendo una insoslayable referencia para construir el futuro.

Como todo hecho histórico, el llamado Día de la Lealtad seguirá siendo objeto de análisis e interpretaciones diversas, que van desde la eterna discusión sobre su carácter espontáneo u organizado, hasta las visiones revisionistas que intentan construir su propia versión de los hechos, poniendo el acento en un u otro de los protagonistas, cuando hubo un solo actor estelar de ese día, y fue el pueblo, que a partir de entonces comenzó a identificarse como peronista.

Como hay también visiones nostálgicas interesadas que -omitiendo ese dato central que arroja el 17 de octubre: el protagonismo popular- tratan de llevar agua para su molino, en la idealización naftalinosa de un peronismo congelado en el tiempo, y sin capacidad de reinterpretar políticamente una realidad cambiante: justamente lo contrario de lo que hizo entonces Perón, sembrando la semilla que fructificaría en los miles de obreros que marcharon sobre la Plaza histórica, para pedir su libertad.

Siendo como es el acto fundacional de la identidad peronista, el 17 de octubre tiene una densidad histórica tan poderosa que interpela a todas las tradiciones políticas argentinas, aun aquéllas que sienten un rechazo visceral por lo que ese día representa, simbólica y políticamente: de hecho, el anti-peronismo (una tradición tan arraigada como el propio peronismo, y más constante incluso que éste con sus esencias fundacionales) nace también en la histórica jornada del 17.

Antes de odiar al peronismo por razones bien concretas, lo rechazaron por otras más profundas y culturales, expresadas en el asombro de la señora de Oyuela porque los fatigados trabajadores refrescaron sus pies en las fuentes de la Plaza: la emergencia de lo invisible, la apropiación rotunda del espacio público por las masa populares, configuraron para muchos un espectáculo que los marcaría a fuego para siempre.

Un espectáculo que tiene un magnetismo tan grande que todos (incluso los que lo niegan) han deseado en secreto replicarlo: todos, a su modo y a su tiempo, han soñado con su propio 17 de octubre; con darse un baño de masas, tomar la calle, llenar la Plaza y por que no, protagonizar su propio balcón.

Si hasta en las convocatorias agrogarcas del conflicto por las retenciones móviles o en la espontaneidad organizada de los cacerolazos contemporáneos subyace la idea de reproducir y superar aquella jornada histórica, con la vana ilusión de desterrarla de la memoria de los argentinos; sin comprender que las separa del 17 de octubre una diferencia tan grande como la que existe entre la representación escenográfica de una nueva Argentina que emergía, y la exhibición fantasmagórica de otra, que se resiste a morir.

En el Día de la Lealtad están expuestos en dramática clave visual todos los dilemas políticos de la Argentina moderna: la emergencia de lo popular, su ansia de participación y protagonismo político, los intentos de invisibilizar lo que ya no podía permanecer oculto, aunque luego trataran de que lo olvidáramos, y procuraran hacerlo desaparecer en un baño de sangre.

El 17 de octubre salda además los debates políticos de nuestro tiempo: cuando se lanza como argumento-insulto la cuestión del clientelismo, hay allí masas movilizadas reclamando por la continuidad de un proceso que les reconocía por primera vez derechos, que querían conservar y ampliar; cuando se etiqueta lo que se quiere degradar políticamente bajo el socorrido rótulo del populismo, hay allí un líder pero por sobre todo, hay un pueblo que lo erigió como tal, y lo sostendría en esa condición por casi treinta años, contra viento y marea, en el poder y en el llano.

Y si bien es cierto que el 17 de octubre ya no pertenece con exclusividad a los peronistas sino al conjunto de las fuerzas nacionales y populares, su recuerdo sigue interpelando de un modo decisivo al propio peronismo.

Que debe recordar en primer lugar que significa el concepto de lealtad, que no es la obsecuencia acrítica con el líder, ni la ubicuidad acomodaticia al calor del poder; porque justamente el 17 de octubre el pueblo (como Martín Fierro poniéndose junto a Cruz para enfrentar a la partida) no salió a las calles para subirse al carro de un triunfador, sino para rescatar al derrotado, que los hizo sentirse dignificados.

Y en tanto el peronismo logre conservar la capacidad de asumir la representación política de lo sumergido y lo emergente, podrá conmemorar aquél día no como una simple efemérides en el calendario, sino como un recordatorio permanente de su misión histórica.

2 comentarios:

  1. Comparto plenamente lo expresado por el autor.
    A todos los que acompañan y defienden el modelo nacional y popular que encabeza Cristina Fernandez de Kirchner, un fuerte abrazo peronista.
    Pedro, militante peronista.

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  2. Muy bueno lo que escribiste cumpa. Solo espero que a los que ahora nos toca poner el cuerpo y la mente en acción (sea para apuntalar al actual gobierno peronista o para que no caiga en errores que le cuesten al pueblo algunas de las conquistas conseguidas), no dudemos en hacerlo por mas penurias, ofensas o esfuerzo que nos demande.
    Hay una parte del sindicalismo (que ahora se aglutina en torno a la figura de Moyano), que por mezquindades o por diferencias con el gobierno nacional, nos va a patear en contra en momentos en que los necesitaríamos tener a nuestro lado. No deslindo las responsabilidades que pueda haber tenido el gobierno nacional en la situación que derivó en el alejamiento del sector de Moyano, pero creo que ninguno de los motivos que aduce el camionero sea razón suficiente como para boicotear el modelo de país que él mismo ayudó a construir desde antes del 2003.

    Un abrazo peronista y a mantenernos atentos y unidos en defensa del gobierno nacional y popular, compañeros. Feliz día de la lealtad!

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