Se conmemora hoy el Día del Pensamiento Nacional, en homenaje al nacimiento de don Arturo Jauretche, un 13 de noviembre de 1901.
La fecha fue establecida por el Congreso de la Nación mediante la Ley 25.844, sancionada durante el gobierno de Néstor Kirchner.
Sin embargo la plena vigencia del pensamiento y la obra de don Arturo (a quien no le gustaban los homenajes, y con toda seguridad se hubiera reído mucho de verse convertido en efemérides) supera el formalismo de un día en el almanaque; y alumbra la reflexión política sobre la cotidianeidad argentina.
Quien no ha recordado en estos días de cacerolazos aquél celebre "medio pelo" nacional que describió con pluma maestra; y quien no ha tenido también en mente el prolijo catálogo de las zonceras nacionales que don Arturo recopilara en su célebre "Manual"; por citar sólo dos de sus obras más conocidas y difundidas.
Durante más de 40 años de militancia y lucha por las ideas desde el campo nacional y popular, la prosa ágil y filosa de Jauretche alumbró la comprensión de los grandes temas nacionales, con una luz tan potente y clara que se proyecta a nuestros días.
Y así como la nostalgia se dispara cuando pensamos en lo bueno que sería tenerlo entre nosotros en estos tiempos tan complejos y a la vez interesantes (desde donde esté, él mismo se debe salir de la vaina por sumarse al combate), el legado intelectual de Arturo Jauretche continúa siendo una referencia insoslayable del discurso y de la praxis política de todos los militantes del campo nacional y popular.
Porque si es cierto que la sociedad ha cambiado (y vaya cuanto) desde aquél 25 de mayo de 1974 en el que Jauretche nos dejara (era tan criollo que eligió morirse el día de la patria), lo es también que don Arturo nos legó un método, un sistema. un modo y una forma de interpretar y comprender la realidad política; desde nosotros mismos, y para nosotros mismos.
Que es mucho más importante todavía que un catecismo doctrinario que se repite como una fórmula hueca y vacía, desde la que se esgrime la absurda pretensión de explicarlo todo, de una vez y para siempre.
Recordemos si no cuando el propio Jauretche nos dejaba a los lectores (al final del "Manual de zonceras argentinas") páginas en blanco, para que las completáramos con las de nuevo cuño que seguramente se irían apilando con el paso del tiempo.
No se trata de que se adelantara 40 o más años a nuestra época de "riesgo país", "clima de negocios", "diálogo y consenso", "aislamiento del mundo", "clima de crispación" y tantas otras pavadas solemnes; sino de que su ojo clínico, conocedor profundo de la naturaleza humana y de la compleja trama de relaciones de la política con la economía, la cultura y la sociología (de las que se consideraba un orgulloso autodidacta, desconfiado de los "sabios" de la academia) advertía ya entonces -con la autoridad de años de haber estado en la trinchera- que el combate por construir un país para todos, hecho desde nosotros, era lo permanente; y lo que cambiaban eran simplemente las formas, los disfraces, las envolturas del coloniaje mental, político y económico.
Arturo Jauretche resolvió el eterno conflicto entre el intelectual de la torre de marfil y el compromiso político de los hombres de ideas (tema de acuciante actualidad, si los hay), pero quizás nunca se lo planteó como dilema: simplemente puso manos a la pluma como arma de combate, y desde que la empuñó por primera vez, no abandonó jamás la trinchera.
Y no se conformó con escribir, sino que le puso el cuerpo por delante a sus ideas, y lo pagó con la persecución, el exilio, la burla y el desdén de los papagayos (como el mismo los describía) de la cultura oficial, los dispensadores del prestigio y el mérito académico; sobre los que triunfó en forma póstuma: mientras muchos de ellos ya están exhibidos como lo que siempre fueron (los frutos decrépitos de un pensamiento alienado por la extranjería mental), don Arturo es bandera y consigna para las mayorías populares, lo sepan o no.
Por el contrario, él se hubiera sentido conforme con disolverse en la multitud, como en aquél 17 de octubre en que el pueblo en las calles coreaba las consignas forjistas para darle sonoridad a su deseo de ingresar a protagonizar la historia.
No es casual que recordemos y homenajeemos a don Arturo Jauretche en éste tiempo histórico que vivimos los argentinos, en el que hemos rescatado y resignificado a otros protagonistas del pensamiento nacional y popular (como Scalabrini Ortíz, John William Cooke o Hernández Arrigue); y a otros hechos emblemáticos de nuestra historia como pueblo, como la Vuelta de Obligado o el éxodo jujeño.
Es porque son recordatorios permanente sobre el lugar de donde venimos, que nos iluminan el camino para llegar a aquél al cual queremos ir, con la decisión de no permitir (como decía ayer nomás Cristina) que nos aparten de la huella.
La que marcó gente como don Arturo Jauretche.
Jaureche que es una banda de rocanroll ?
ResponderEliminarNo, un tema de Los Piojos, mantenéte lejos de los palos y sobre todo, de la paja.
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