No sólo en la teoría de la relatividad, sino en aquéllo de que "sólo hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana, y no estoy seguro de lo primero".
O al menos esa es la conclusión a la que se llega leyendo a Pablo Sirvén en La Nación de hoy.
Porque ahora resulta que la abdicación de sus funciones de monarcas elegidos por derecho divino (para el caso es lo mismo que lo sean por herencia, o por un cónclave de cardenales supuestamente inspirados por el Espíritu Santo) es "aire fresco", y "un síntoma de vitalidad, esperanza y humildad".
Contrapuesto al comportamiento de ciertos líderes políticos (de democracias electivas, como si hubiese otras) que se aferran desesperadamente al poder.
Con la profundidad del que nada en aguas desconocidas (en éste caso para Sirven, el análisis de sistemas políticos), y cumpliendo su parte en aportar al antikirchnerismo bobo que -al parecer- los lectores de la tribuna de doctrina reclaman, el columnista acumula sandeces omitiendo cuestiones elementales.
Como que los supuestos "humildes" que decidieron dar un paso al costado que no estaban obligados a dar, no promovieron un cambio del anacrónico sistema (verdadero objeto de museo) que en cada caso los entronizó en el poder, y consagrará a sus sucesores: una elegido por ser hijo, el otro, por un grupo de electores calificados (los cardenales) seleccionados cuidadosamente a dedo por el propio Ratzinger.
Y ambos (la reina de Holanda, el Papa) venerables gerontes que renuncian a ejercer el poder pero nos los privilegios, en medio de crisis formidables (la que azota a Europa, la que convulsiona desde hace años a la iglesia católica) para las que no tienen respuesta; o mejor dicho: porque no quieren afrontar los riesgos de llevar adelante los cambios reales que esas crisis requerirían.
Eso le parece ejemplar a Sirven, y lo contrapone con los deseos de gobernantes democráticos (por ende, sujetos al riesgo electoral) de permanecer en el poder, para lo cual deberán volver a someterses al veredicto inapelable de la voluntad popular.
Como lo hizo hace poco Chávez (con los resultados conocidos), y como lo hará hoy mismo Rafael Correa; con un seguro y rotundo éxito, que no es sino la confirmación de que lo que la mayoría de los ciudadanos de su país quieren, es que continúe en el poder.
Que es más que lo podrían decir la reina o Ratzinger: su permanencia en funciones para los holandeses o para los católicos era como mínimo indiferente, porque son autoridades basadas en resabios medievales, en los que no se acostumbra a preguntarle a la gente común lo que opina sobre los que mandan, o parece que lo hacen.
Sistemas basados en disparates conceptuales (como que una persona por nacer en una determinada familia tiene más derecho que otra a gobernar un país) le parecen al cronista de espectáculos de La Nación (devenido en columnista político, como si al diario le faltaran) más elogiables que los que están basados en la conjunción de normas de derecho que limitan el poder, con el principio de la soberanía popular como título fundante de la autoridad política.
Una mezcla de cholulismo deslumbrado por la civilización europea, de lector compulsivo de la revista Hola que sigue con fruición las desventuras de la nobleza (al fin y al cabo, gente de carne y hueso como cualquiera de nosotros, según nos dicen), con un cacerolismo indignado porque, si se reformara la Constitución, posiblemente Cristina volvería a ser reelecta, y deberían soportarla por cuatro años más.
Hay algo que no cierra en todo esto: sl la imagen del gobierno y de Cristina se caen a pedazos, si ya nadie cree en el relato, si la realidad se impone por sí mismas y el kirchnerismo tiene los días contados, e incluso los que votaron a Cristina están desilusionados y furiosos, ¿por qué sigue siendo necesario apelar a éste tipo de estupideces para darle argumentos aun más estúpidos a una platea convencida, como los lectores promedio de la tribuna de doctrina?
solo alimentar el odio, nada más.
ResponderEliminarMuy buenos los post, en gral.
saludos fernandobbca
Porque esperan generar una profecía autocumplida, pensamiento mágico ,vamos.
ResponderEliminarAhora entiendo... cuando se fue el bobo de de la Rúa, en verdad estaba abdicando para darle aire fresco a la democracia. Gracias Sirven por esclarecernos!!!
ResponderEliminarSin palabras. Sirven es un burro a cuerdas. Saludos, Florencia.
ResponderEliminarLeyendo el principio de la nota me ilusioné y pensé que iba a hablar de la perpetuidad de los jueces, tonto de mí. ¿Cómo entraría en el razonamiento de Sirvén un juez supremo de noventipico de años que le cajonea a La Nación una deuda con la Afip?
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