Por Raúl Degrossi
Los apremios del calendario electoral ponen en primer plano de los análisis políticos los armados de alianzas y los cierres de listas, o el seguimiento del tránsito en la justicia de la reforma al Consejo de la Magistratura; mientras se anuncia por enésima vez el fin de ciclo del kirchnerismo, y se revolean encuestas para todos lados.
Desde el momento mismo en que la muerte de Néstor Kirchner puso fin a la posibilidad de alternancia con Cristina, la limitación constitucional para optar por un nuevo mandato se volvió un asunto de primer orden para el kirchnerismo, pero más aun para sus adversarios, que por estar pensando desde aquél octubre del 2010 como sucederlo, lo dieron por muerto antes de tiempo y un año más tarde tendrían un amargo despertar en las urnas.
Cierto es que, tanto ese esquema de alternancia como su dramática cancelación, expusieron en toda su crudeza los límites de la construcción política del kirchnerismo, más allá de la disquisición sobre la transversalidad o el control del peronismo; disquisición que para Néstor y Cristina nunca fue verdaderamente tal porque siempre tuvieron en claro -con la lógica de hierro del poder- que su experimento político se construía con la sumatoria de ambas vertientes.
Las mayores dificultades para el kirchnerismo estuvieron siempre en la construcción vertebrada de una verdadera fuerza propia, un núcleo duro de apoyos organizados que no dependiese de alianzas o acuerdos circunstanciales y volubles; pero aun así, sigue (y seguirá) siendo por lejos la fuerza política que concite individualmente las mayores adhesiones electorales, un capital nada despreciable.
Sobre todo si se considera que los demás partidos no lo tienen más fácil: el FAP (segunda fuerza en las presidenciales del 2011) está padeciendo el síndrome de las terceras fuerzas que pretenden competir con el bipartidismo peronista-radical, y Binner optó por el puro pragmatismo para intentar conservar los votos obtenidos (en buena parte fruto de la ausencia de Macri de la competencia), aun al riesgo de perder en el camino apoyos que reforzaban el matiz "progresista" de la coalición, como le pasó con Lozano y De Genaro.
Negocia con el radicalismo en condiciones ventajosas (replicando el método que tan buenos resultados le diera en Santa Fe) y aprovechando la crisis de liderazgo de la UCR; pero nombres más, nombres menos, lo que intenta es ni más ni menos que la reconstrucción de la Alianza por otros medios, con roles invertidos: él representaría hoy a De La Rúa y los radicales (la figura de Ricardito Alfonsín es particularmente ilustrativa al respecto) a "Chacho" Alvarez y el FREPASO; es decir los que se saben perdidosos en una interna, aunque en éste caso tengan mayor desarrollo territorial en todo el país.
Después de la mega crisis del 2001 la UCR quedó estigmatizada (al menos en el orden nacional) como una fuerza inhibida para ganar elecciones y gestionar el gobierno; y los radicales (reacios a cualquier mínima autocrítica) vieron como la primavera kirchnerista del 2003 les arrebataba votos alfonsinistas; ante lo cual optaron por un proceso acelerado de balbinización: se resignaron a ser el partido de la derrota y del control del que gobierna, fueron corriendo su discurso a la derecha (ante el avance del PRO sobre su base electoral, primero en la CABA, progresivamente luego en otros distritos del país) y se aferran con desesperación a las canonjías obtenidas en el pacto de Olivos (como el Consejo de la Magistratura o la Auditoría General); justamente cuando hace rato ya que dejaron de ser -electoralmente al menos- la segunda fuerza política del país.
Y en el amplio mundo del peronismo, la idea del fin del ciclo kirchnerista alienta todo tipo de intentos para volver a alguna forma de menemismo; entendiendo por tal el ofrecimiento del aparato y la estructura política del PJ como vehículo para ejecutar un programa más en línea con los intereses de los dueños de la Argentina, exento de las tensiones del ciclo kirchnerista.
El abanico incluye desde las formas de kirchnerismo amigable que podrían encarnar Scioli o Massa, hasta los armados más claramente representativos del pasado, como los que pueden encarnar De La Sota, De Narváez o Lavagna.
Todo eso es interesante pero no deja de ser secundario en el análisis, mas cuando entramos en el terreno de las puras conjeturas e interpretaciones; porque lo que queda por debajo de la hojarasca electoral, es la discusión -en términos de futuro- sobre los límites reales de la política, como posibilidad e intento de modificar la realidad.
La crisis de los partidos políticos argentinos podrá haber quedado expuesta con dramática evidencia en el 2001, pero se remonta en rigor a las propias condiciones de la transición democrática del 83'; que dejó tras la dictadura un sistema político debilitado frente a poderes corporativos fortalecidos.
Tras algunos esporádicos intentos de Alfonsín en el inicio de su gobierno por modificar ese estado de cosas, terminó rindiéndose ante la evidencia, y el peso de su propia incapacidad y de las presiones del poder económico lo expulsaron del gobierno; que Menem asumió con la lección bien aprendida: su permanencia en el poder estaba condicionada estrictamente a la aceptación incondicional del pliego de demandas de los intereses corporativos más concentrados.
El Pacto de Olivos, más que una discusión sobre la calidad institucional o la defensa de las instituciones republicanas, terminó siendo así la sacralización jurídica -con rango constitucional- de una idea de la política, y de cuáles son sus límites concretos.
Con la crisis del 2001 como telón de fondo, Kirchner planteó una forma de gobernabilidad distinta, y la política volvió a ser (en términos de Panzeri) la dinámica de lo impensado: los innegables avances producidos desde entonces -tanto en términos de indicadores socioeconómicos, como de ensanchamiento de los límites de la democracia y los derechos que asigna- son resultado directo de esa lógica de acción política; aunque algunos los quieran reducir (como pasó con el primer peronismo), a una simple coyuntura favorable.
Lógica que a su vez no debilitó la gobernabilidad, sino todo lo contrario: baste hacer el repaso mental de estos 10 años, para ver como procesó el kirchnerismo las adversidades que se le pusieron enfrente, y pensar por un momento como habrían lidiado otros con ellas. Claro que la comparación es simplemente hipotética, porque lo cierto es que esos "otros" no se hubieran puesto nunca (al menos voluntariamente) en situación de tener que enfrentar esos problemas.
Eso es -ni más ni menos- que lo que quieren decir cuando proponen terminar con el "clima de crispación", y establecer "diálogo y consenso".
Cualquiera puede hacer -desde una perspectiva progresiva y de profundización del rumbo- su propia lista de los temas pendientes por resolver o encarar que deja el ciclo kirchnerista (sobre todo si es que a su vez se conviene en darlo por concluido, cuestión que aun está por verse), pero el asunto es otro.
Pasa por preguntarse que fuerza política (que no sea el kirchnerismo) está en condiciones reales de plantearlos y generar las condiciones (empezando por el despliegue electoral, para seguir por la construcción política de una alternativa a largo plazo) para llevar adelante las políticas que encaren a fondo esos nudos de problemas; afrontando en el camino los conflictos que -inevitablemente- sucederán si se rozan ciertos intereses que -inevitablemente también- habrá que tocar para poder avanzar.
Y allí pareciera que las incertidumbres se disipan porque -al menos hoy por hoy- la única certeza parece ser que lo que venga después del kirchnerismo será (en términos de ampliar la autonomía de la política, para ensanchar los límites de la democracia) menos de lo mismo.
Pensemos si no que, con prescindencia de los resultados concretos que el kirchnerismo haya obtenido en cada conflicto que encaró (con las patronales agrarias, con los medios hegemónicos, hoy con la corporación judicial), la innegable contribución que hizo al debate político en el país, poniendo blanco sobre negro discursos, intereses, posicionamientos.
Frente a eso (y pese a eso), el comportamiento del sistema político por fuera del kirchnerismo fue ciertamente decepcionante: con excepciones que no hacen sino confirmar la regla, se terminó alineando con el interés corporativo de turno (la reforma judicial provee el ejemplo más actual al respecto), como si no pudieran desprenderse de la lógica que presidió hasta el 2003 nuestra prolongada transición democrática.
O como si supusieran que, lo que hasta hoy fue un claro suicidio político (como lo demuestran los resultados electorales) podría volverse redituable en el futuro; partiendo de la percepción (que habrá que ver cuanto tiene de cierta cuando se abran las urnas) de que el lanatismo (la idea de que la política no es parte de la solución, sino que representa el problema) es el nuevo clima social de época; con el que forzosamente tienen que conectar.
Buenas, estoy buscando un blog del kirchnerismo de santa fe, me dijeron que era este pero lo único que vi fue la publicidad de un stand-up.
ResponderEliminar¿Me podrían decir donde encontrar algo de kirchnerismo santafesino?
Gracias,
Mirta de Villa Cañás
Excelente Raúl. Impecable análisis. Saludos. P.V.
ResponderEliminarCompañero Degrossi suscribo totalmente lo expuesto, la verdad de la milanesa se dará cuando se abran las urnas.
ResponderEliminarMientras pueden seguir conchudeando don Barletta, avergonzándose don Binner, mariposeando don Massa y demases, porque ninguno de ellos representa una propuesta al Gobierno Nacional y Popular.
Ellos hablan de alianzas que por experiencia sabemos como terminan, y de populismos y corrupción y nos hay mayor corrupción que en el des-gobierno de don Gato de la Sota, don Macri y el narco-socialismo de Santa Fe.
Juan Militante K
Excelente análisis Degrossi, una pregunta, ahora que el Betta tuvo que ir a ocupar una banca de la Nación, quien asoma como referente del kirchnerismo en Santa Fe?
ResponderEliminar¿Antes el Betta era el referente?
ResponderEliminarExcelente análisis. Comparto 100%. Su caracterización de "kirchnerismo amigable" yo la sustituiría por "neomenemismo amigable".
ResponderEliminarEsta oposición decadente,empleada de los grupos económicos,y que por eso no junta votos, debería tener presente que es una estupidez hacer la misma cosa una y otra vez, esperando obtener diferentes resultados.
ResponderEliminarSi la esperanza es el discurso Lanata,pobrecitos.
10 de junio de 2013.
ResponderEliminarAgustin Rossi será el sucesor de CFK, abran apuestas!!
Claudio
Todo miy lindo...pero desde que el Lole dejó de estar en la vidriera se tendrán que fumar socialismo por 20 años....
ResponderEliminarDisculpame nos fumamos queeee? SOCIALISMO!!!! JAJAJA Que buen chiste!!
ResponderEliminarEn todo caso, si la billetera de galassi los acompaña y logra que el dispositivo mediatico socialista siga convenciendo al pueblo santafesino que hacen algo, de lo cual hace como 4 años no hay evidencia empirica, en ese caso, habra que fumarse algunos años mas de un partido politico que DICE hacer socialismo y es lo mas parecido al PP de rajoy que hay despues del pro de macri.
ResponderEliminarDespues de todo si yo fundo un partido politico puedo ponerle "partido de la belleza donde solo militan los mas bellos de argentina", y bue, llamemosle como queramos, eso no me hara mas lindo de lo que soy, de la misma forma que ponerse "partido socialista" no te transforma en socialista, y menos cuando el 99% de las medidas que tomas se pueden clasificar mas bien entre el neoliberalismo y la derecha mas o menos razonable que en algo remotamente parecido a algun tipo de izquierda.
Todo muy lindo y florido.- Pero nadie dice nada sobre la realidad.- Y la realidad es que el Kirchnerismo no existe en la superficie politica de Santa Fe.- No hay refentes de primer nivel, no hay quien lidere la corriente nac y pop en Santa Fe.- Los Kirchnerista de santa Fe tenemos ahora que entender" que nos puede conducir el turco Obeid con la arquitecta .- Prace que todo el desarrollo nacional de la corriente popular por aqui no pasó.- Y no pasó compañeros.- O si pasó lo hizo de una manera rauda y veloz.- Es lamentable que todavia no hayamos aprendido a construir y que nuevamente tengamos que votar a un Cachi Martinez o a un Obeid, o a una BIELSA.- pERO ES ASÍ.-Hay poco para festejar.- o lo que es peor , no la estamos ayudando nada a Cristina.-
ResponderEliminarUn par de acotaciones: 1)Si la realidad (toda, entera) se limitara a lo que le pasa al kirchnerismo en Santa Fe, tendrías razón. Pero es un poco más compleja que eso. 2) Nadie dice que haya nada que festejar, a veces hay que leer lo que se escribe, porque por ahí se encuentran cosas, como éste párrafo: "Las mayores dificultades para el kirchnerismo estuvieron siempre en la construcción vertebrada de una verdadera fuerza propia, un núcleo duro de apoyos organizados que no dependiese de alianzas o acuerdos circunstanciales y volubles". 3) Si considerás que "no estamos haciendo nada para defenderla a Cristina", te equivocaste de blog.
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