sábado, 21 de diciembre de 2013

EL BLUMBERGISMO SE RESISTE A MORIR


Sobre el proyecto de reformas al Código Penal, leemos en Infoabe: "En mayo de 2012, por decreto presidencial, se encomendó a un grupo de especialistas la elaboración de un nuevo Código Penal. La comisión quedó presidida por Raúl Zaffaroni e integrada por León Arslanian, Ricardo Gil Lavedra, María Elena Barbagelata y Federico Pinedo. Además del sesgo mayoritariamente garantista de las personas convocadas, un objetivo loable, como el de devolver coherencia y unidad a un Código que fue perdiendo esos atributos al ritmo de diferentes reformas, se convierte en excusa para introducir cambios que modifican la concepción misma del derecho sobre el cual se asienta la ley penal hasta ahora.

Más llamativo aún es que, entre las nuevas valoraciones de las penas y las conductas que prevé al anteproyecto, siempre según lo que se hizo trascender a la prensa, "no será lo mismo el robo de 100 pesos, por caso, a alguien que gana 500, que a alguien que gana 10 mil". Por si quedan dudas, otro ejemplo lo aclara: no es lo mismo "robar una horma de queso de un supermercado que de un almacén".
De ahí a la incitación a robar "a los ricos" y a saquear supermercados, hay un solo paso.". (las negritas son nuestras)

A ver gente, aclaremos algo: si por "garantistas" entendemos respetar los derechos y garantías constitucionales (tales como la inviolabilidad de la defensa en juicio, la garantía del debido proceso, la presunción de inocencia, la exigencia de ser juzgado por los jueces naturales, etc), no hay margen pata no serlo; porque la Constitución Nacional es garantista.

A menos que estén planteando reformarla, en cuyo caso, blanqueen la intención.

En realidad la nota la corrigieron, porque originariamente decía que los miembros de la comisión eran mayoritariamente "progresistas"; con lo cual confirmamos lo que siempre decimos del progresismo: es tan amplio, que cabe hasta un Pinedo.

Por otro lado el artículo confirma algo que era muy sabido: los supermercados (sus dueños) son ricos. Muy.

Y tienen miedo que los roben, pero no de robar, con los precios.

Pero hablando de saqueos, e incitación, no olvidemos que se produjeron hace poco porque la policía liberó las calles, porque estaba autoacuartelada extorsionando a los gobernadores.

O sea: a los delincuentes que salieron a robar les chupó un huevo el Código Penal, la reincidencia y las penas; pero estaban tranquilos porque corrían con ventaja: el que tenía que meterlos presos, les dio luz verde. Y hasta colaboró aportando data sobre donde saquear, en algunos casos casos, y se quedó con algún que otro electrodoméstico.

Con lo que quedó corroborado el absoluto fracaso de las reformas Blümberg, basadas en la inflación de las penas (para disuadir a los delincuentes de cometer delitos), y dejarles las manos libres a la policía para combatir al delito; sin "trabas garantistas".

Tal como decíamos acá, fueron justamente esas reformas (muchas declaradas inconstitucionales por la justicia), las que le hicieron perder coherencia al Código Penal; al punto que en determinados casos puede tener una pena mayor el robo, que el homicidio. 

Lo curioso es que el proyecto (al menos lo conocido hasta acá) fue elaborado por una comisión en la que no hay ningún oficialista (a menos que consideren tal a Zaffaroni): son todos opositores.

Incluso uno de ellos (Gil Lavedra) anda por estos días recorriendo los juzgados en defensa de Campagnoli, justo con argumentos "garantistas".

Sin embargo el blumbergismo periodístico le factura las aun no aprobadas reformas al Código Penal (el proyecto ni siquiera ingresó al Congreso), a Cristina.

Y si -a semejanza del Código Civil y Comercial- Cristina decidiera mandarlo con modificaciones, entonces protestarían -estos mismos periodistas, los opositores que formaron la comisión, sus partidos- porque el gobierno no respeta el trabajo de los que saben, y elaboraron el proyecto.

O porque giró a la derecha (como con el Código Civil y Comercial y los planteos de la iglesia), o a la izquierda (con el mismo Código, por pesificar y no respetar la propiedad), o a alguna otra dirección desconocida.    

Nunca habrá poronga que les venga bien, digamos.

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