Anoche ví por Canal Encuentro un programa dedicado a la Orquesta de Tango Emilio Balcarce de la ciudad de Buenos Aires, en el que se desarrolló su origen a principio de este siglo y el trabajo de su primer director, hace un par de años fallecido y con cuyo nombre se bautizó a la orquesta. Allí descolla "nuestro" Ramiro Gallo y otros jóvenes que mantienen viva la llama de esa música que identifica internacionalmente a la Argentina.
Y mientras me deleitaba con el programa, pensaba en el refugio que fue el arte en los ´90, durante los cuales nos sentíamos desprotegidos por el régimen neoliberal instalado política, económica y culturalmente.
Los artistas, sobre todo los músicos y cantantes en los distintos géneros, fueron quienes, con sus obras, mantuvieron incólumes los principios que defendíamos. El arte, como manifestación, sostuvo los mejores valores que poseíamos y así fue como reemplazamos a los políticos por ellos, como figuras esperanzadoras de un futuro distinto para nuestros hijos. Y eso fue hasta que vino desde el sur la persona que imprimió su sello, que puso un cuño a la historia política contemporánea, rescatando esos valores transformadores, pero desde el plano que corresponde para el destino de un País, que es desde el Estado.
No soy nadie más que yo mismo para hacer un reconocimiento, y con esa autoconsideración, lo hago desde este sitio, para todos aquellos que brindaron un halo de esperanza durante los peores años políticos vividos.
La cultura y en particular,la música, eran uno de los pocos refugios que había en la tormenta liberal de los 90. El cambio del país a partir de Nestor,se refleja también en la adhesión al proyecto de tantos artistas populares.
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