Tanta tinta ha pasado, que es difícil no caer en lugares comunes para plasmar en un post el sentimiento que produce el Día de la Memoria. Pero algo intentaremos decir.
Para los que vivimos el período, cuya fecha de inicio fue anterior al 24 de marzo de 1976, pero que tomamos como referencial, nos resulta sinuoso despojarnos de los sufrimientos personales.
Es que la inmensa mayoría de los argentinos, padecimos el mientras tanto y las consecuencias de ese asalto al poder político del poder económico, que se hizo carne en los estamentos del Estado, y que podemos personalizar no sólo en Videla, Massera, Agosti, etc., en un plano sino -y esencialmente- en Martínez de Hoz; que fue la representación directa (pero no la agota claro) de los impulsores de la destrucción, de la persecución, del genocidio.
Y esas consecuencias de las que hablamos, llegan hasta nuestros días. Porque ese neoliberalismo descarnado, que impuso a sangre y fuego su semilla, no sólo le costó la propia vida y libertad física a muchísima gente; sino el padecimiento de la miseria, la falta de libertad de conciencia y el ostracismo al que la mayoría fue condenada.
Pero así como utilizó tantas veces el golpe directo institucional bajo el paraguas de las armas, el poder económico se dio cuenta que el método debía cambiar, y penetró en todas las instituciones políticas, sociales, económicas, culturales, etc.; fogoneando en el ideario colectivo que lo que conviene a la mayoría coincide con lo que le conviene a la minoría, lo cual es un contrasentido lógico, pero que tiene un ejemplo de expresión con los medios de comunicación.
Es algo así como cuando el empresario le hace creer al trabajador que la empresa es él, y que debe defender la “camiseta”, porque es su pertenencia. Y eso hasta que recibe, de un día para el otro, una patada en la asentadera, sin miramientos.
Siguiendo el ejemplo: ¿Cuánta gente -sobre todo de la clase media- salió a defender a Clarín por la ley de medios, o a la Mesa de Enlace por las retenciones, como si fuera ella misma?
La penetración cultural de la dictadura en nuestra sociedad es tan impactante, que muchos no pueden estar sin que les digan todo el tiempo lo que se le ha machacado en los últimos 38 años, sin filtro. Los medios de comunicación no son medios, sino el mismo poder económico. No defienden los intereses de los que más tienen, son los que más tienen.
Pensemos en que medida a diario constatamos como el formateo cultural que impuso a sangre y fuego la dictadura está presente en el modo como muchos argentinos interpretan la realidad, y actúan en consecuencia.
En fin, si repasamos estos últimos 38 años, vemos cómo ha mutado la táctica y ya no se necesita un golpe de Estado, al menos por ahora. Lo que pasa es que en todo este lapso, recién desde 2003 ha existido y existe una resistencia sistemática, encabezada por los propios poderes institucionales.
Y es por ello que se la jaquea a la democracia (no ya a un gobierno en particular) desde todos los frentes de batalla posibles, sobre todo desde el económico, que es la razón de ser de estos grupos minoritarios. Y esa táctica pasa, hoy por hoy, por camuflarse en actores políticos, periodistas, y “comunicadores” con imagen inocente que utilizan el “sentido común” que es el “sentido” por ellos creado.
La esperanza está, obviamente, en los sectores populares, que sostengan no ya a este gobierno (que hoy por hoy es la única alternativa), sino que se hagan carne de la resistencia a la opresión y reivindiquen la voluntad rebelde. A eso apostamos y eso apoyaremos, como antes, ahora y siempre.
El que recuerda, siempre sabe hacia donde se dirige. El que olvida, jamás llegará a ninguna parte.
ResponderEliminarMi respeto para quienes con su sangre contribuyeron para que se recobrara la dignidad y la justicia en nuestra querida Patria.
Saludos