El inefable profesor Romero (un amigo de la casa) nos regala en La Nación de hoy otra de sus imperdibles columnas sobre su tema favorito: la añoranza del Unicornio socialdemócrata, un mítico animal político que encerraría todas las virtudes posibles en ese campo, pero que por una extraña maldición nunca lograría ponerlas en práctica.
La fe del profesor en la criatura es inconmovible: la propia columna comienza constatando la decepción profunda (y el fracaso ostensible) de las socialdemocracias europeas, algo así como el "metro patrón" en términos de referencia política para gente como Romero; y sin embargo no se amilana.
Tanto que en su visión convierte al defecto en virtud, y sugiere que los argentinos estaríamos mucho mejor si nuestros debates políticos giraran en torno a las cosas que hoy discuten los europeos, pero ni para eso nos alcanza vean: el país (nos dice Romero) está devastado, la economía desquiciada, el Estado ha desertado de sus funciones esenciales (que curiosamente se priva -y nos priva- de puntualizar cuáles serían), la sociedad está escindida (la famosa "grieta") , y nos hemos quedado sin república ni Estado de derecho.
Inútil será buscar argumentos que justifiquen con datos y hechos concretos cada una de esas afirmaciones, probablemente por el espacio de la columna; que lo puso al profesor en el doloroso deber de adjvetivar para que lo aplaudan los lectores de la tribuna de doctrina, antes que a argumentar para sostener lo que dice: al revés de lo que dice la publicidad, pertenecer (en éste caso al selecto grupo que escribe en el diario de Mitre, y que integran lumbreras como Majul), tiene sus costos.
Lectores de La nación que deben leer con lágrimas en los ojos que estamos en una "cleptocracia" tal como se decía del primer peronismo; esa bestia negra que inventó la corrupción y trajo todos los males que aquejan al país; y que casi 70 años después, sigue siendo incomprensible para ellos, y para el profesor: ¿cómo es posible que un pueblo culto como los argentinos hayan sido engañados durante tantos años por semejante esperpento.
Como para que no queden dudas, la nostalgia por la socialdemocracia perdida del profesor se remonta no ya al breve ciclo alfonsinista (del que reconoce que "falló en el costado social", pero un error lo puede tener cualquiera al fin y al cabo); sino a la mismísima Unión Democrática de 1946: si ganaba Tamborini, otra hubiera sido la historia.
Sin embargo como se dijo, no todo es decepción y pesimismo: Romero ve alumbrar una esperanza para los argentinos, y aunque no la mencione por su nombre (es mejor apelar a entidades gaseosas o del terreno de la mitología, como la socialdemocracia), es obvio que se refiere al rejuntado FAUNEN; al que no descarta incluso integrar a Macri. "Hará falta una única fuerza política, consistente y convencida, que derrote al gatopardismo peronista y que pueda enfrentar las reacciones generadas por cualquier reforma", dice el profesor; acaso sopesando que algunas de las soluciones "socialdemócratas" con las que sueña requieran algo más que diálogo y consenso para poder implementarse.
Con una fe rayana en la candidez, Romero pretende que creamos que en ese rejuntado se depositan la sensibilidad social y el "aprecio por el saber técnico y burocrático", como si todos los problemas (políticos, sociales, económicos) del país se redujeran a un simple problema de experticia en determinados asuntos de la administración de la cosa pública.
Del mismo modo que en su lectura de la historia argentina no hay grupos económicos actuando para defender intereses concretos, y sólo fuerzas políticas que pugnan en los espacios institucionales; o del mismo modo en que le baja al precio a la influencia del partido militar en la generación de nuestras desgracias para ponerlo en el peronismo; Romero lee la experiencia socialdemócrata (sea lo que eso signifique en definitiva) aquí y en Europa, hoy y en el pasado, con la misma miopía con la que se le escapa como observador la cuestión del poder; cuestión esencial si las hay en política.
Y que está en el meollo del fracaso de la socialdemocracia europea, que se produjo no porque carecieran de técnicos capaces, sino porque los partidos y coaliciones que la encarnan jamás se atrevieron siquiera a amenazar con lesionar los intereses de los grupos más concentrados del poder económico capitalista; y por eso terminaron como terminaron: replicando la agenda, los discursos y las políticas de la derecha conservadora y liberal, y hoy amenazados por autoritarismos varios, neonazis incluidos.
Analizar los últimos años de nuestra historia sin comprender esta dinámica, lleva a disparates como los que plantea Romero a futuro: suponer que un rejuntado de vanidades personales sin consistencia política alguna (como el FAUNEN, incluso con la adición del PRO) estaría en condiciones de encarar las transformaciones pendientes que el país demanda para resolver sus principales problemas.
Y sobre todo, suponer que tendría la voluntad política de encarar en serio la cuestión del poder más allá de los cánones estrictamente institucionales, para enfrentar al poder económico en tanto éste condiciona al poder democrático, cuando su praxis política reciente indica más bien todo lo contrario.
Repásense en tal sentido (en una enumeración no taxativa) el conflicto con las patronales del campo, la discusión de la ley de medios, la disolución de las AFJP o el actual entuerto con los fondos buitres, y véase la conducta seguida en cada caso por el grueso de la oposición al gobierno nacional (ése en el que Romero deposita sus esperanzas); para concluir en que sostener que el futuro de la Argentina pasa por el Unicornio socialdemócrata es -lisa y llanamente- un disparate.
Y como si la Alianza nunca hubiera existido.
ResponderEliminarEuropa, oh Europa. Siglos de guerras. Las 2 últimas 20 + 70 = 90 millones de muertos. Oh, Europa, como te envidio.
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