viernes, 28 de noviembre de 2014

LOS RIESGOS DE JUGAR A LOS CARPETAZOS


Hace bastante tiempo ya que el debate político nacional está estancado en torno a los verdaderos problemas del país, en buena medida porque los medios hegemónicos han oscurecido a la oposición política; a la que primero intentaron organizar y vertebrar en una alternativa competitiva frente al kirchnerismo (y no cejan en el intento), desde siempre editorializaron bajándole línea, y últimamente en su desborde furioso contra la realidad porque el kirchnerismo se resiste a disolverse en el aire como una resaca, lisa y llanamente sustituyen.

Y puestos a hacer política (para defender sus intereses, claro está) esos mismos medios no vacilan en apelar al arsenal de la anti-política, con la espectacularidad de las denuncias cotidianas de corrupción destinadas a impactar en el público consumidor de los formatos y contenidos de esos mismos medios. 

Sociedades pantalla, paraísos fiscales, lavado de dinero, desfilan como en una película de espionaje para que el público llegue a la única conclusión posible: la política está definitivamente infestada de corrupción, y los políticos son todos ladrones, o valen menos que un tarro de bosta, para apelar a la metáfora de un especialista en el rubro.

Claro que esa estrategia tiene límites concretos, como que por ejemplo no alcanza a sustituir los mecanismos institucionales de representación política (elecciones, candidatos, partidos) a través de los cuáles una sociedad puede expresarse, sea para respaldar un rumbo determinado, o para exigir cambios. Ya lo pudieron comprobar los furiosos cacerolos urbanos.

Y además jugar a los carpetazos -encendiendo a diario poderosos ventiladores mediáticos destinados a esparcir mierda para todos lados- entraña sus propios riesgos, cuando uno predica moral con la bragueta abierta. 

Que es lo que acaba de pasar cuando -con el "Bonadío-gate" ocupando todas las primeras planas- se conoció el informe de la AFIP sobre las más de 4000 cuentas no declaradas de argentinos en el HSBC en Suiza; que implican una defraudación al fisco (sólo por evasión de impuestos) de alrededor de 62.000 millones de pesos: siguiendo éste enlace pueden acceder al  informe.

Apenas la punta del iceberg de lo que ha sido un comportamiento endémico en la Argentina, ya convertido un rasgo estructural de nuestra economía y del comportamiento de nuestra clase dirigente, como lo es la fuga de capitales.

No faltarán quienes atribuyan la difusión de los nombres (ver acá algunos de los más sonados y también acá en Ambito Financiero) a un "contragolpe" del kirchnerismo por el caso Hotesur (de hecho esa es la línea que surge de las tapas de los diarios opositores hoy), y es probable que tengan razón,

En todo caso y para poner las cosas en contexto, el necesario recordatorio de que en éste país son muchos los que tienen el culo sucio, y en algunos casos, bastante más que los que aparecen señalados siempre -por ellos mismos- y desde hace más tiempo; lo que -como mínimo- debería inhabilitarlos para convertirse en los autodesignados custodios de la moral pública.

Acaso sorprendidos por el anuncio, le bajan el precio al asunto colocándolo en un lugar pequeño y marginal en sus tapas (ver las de Clarín y La Nación de hoy), o ensayan un burdo "contraataque" insistiendo en prender el ventilador con operadores de cuarta; como lo comprueba la columna de Bonelli en Clarín de hoy.

Y hablando de Clarín, cuyos directivos y empresas aparecen entre los mas mencionados en la denuncia de la AFIP: solo desde cierto grado de lobotomización mental de buena parte de los argentinos durante la dictadura y el menemismo se puede entender que la ofensiva contra la corrupción gubernamental la encabece un grupo empresario nacido, criado y crecido al amparo del Estado y la política desde sus mismos orígenes; tanto en democracia cono en dictaduras, sobre todo en éstas.

Un grupo con una larga historia de negociados oscuros, aprietes mafiosos, colaboracionismos deplorables y pingües negocios gestionados ante todos los gobiernos -todos- con la consabida práctica de las cuatro tapas. 

Pero del mismo modo que para ellos la táctica de jugar a la guerra de carpetazos termina siendo contraproducente porque tienen demasiados esqueletos en el placard, para la oposición política en sentido estrictamente institucional (es decir aquélla a la que la Constitución ha reservado ese rol) tampoco se trata de una teta de la que se pueda sacar indefinidamente leche.

Esa calesita perversa entre los titulares en los diarios, las investigaciones de Lanata, el dirigente opositor presto a concurrir a los tribunales a formular la denuncia de rigor y el juez (generalmente preocupado en salvar su propio pellejo) dispuesto a darle curso aun cuando conduzca a una vía muerta, en algún momento está condenada a detenerse; o a girar eternamente en el vacío de la acumulación política, sumando cero.

Si lo que la oposición pretende verdaderamente es ganar las elecciones y gobernar algún día tendrá que hacer bastante mas que actuar como infantería judicial de los medios; como por ejemplo explicarle a los argentinos -claramente, sin sanatas, ni frases hechas- que propone hacer para resolver los principales problemas del país, de un modo más efectivo que el que ha empleado hasta acá el kirchnerismo.

A menos que en ese terreno tengan más aun que perder.

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