jueves, 25 de diciembre de 2014

PAPÁ NOEL Y LA AUSENCIA DEL ESTADO


Ya pasó Nochebuena y en el día de Navidad, los chicos están disfrutando de los regalos que el tipo les trajo; así que podemos reflexionar tranquilos sobre el tema, sin que nos acusen de atentar contra una de las tres o cuatro cosas en las que tenemos que estar todos de acuerdo; que es todo este asunto de Papá Noel.

Empecemos por el principio, que es cuando todos le escriben la cartita: ¿vieron que nadie le pone la dirección, porque verdaderamente no se sabe cuál es? Hasta los que le ponen "Polo Norte" o "Finlandia", ajá, ponéle, ¿pero en qué barrio, en qué calle, a qué altura exactamente vive el grodo turro ése?

Y ahí empiezan los problemas: si vos le mandás una carta a un tipo sin indicar el domicilio -porque no lo sabés- pero igual le llega, la única conclusión posible es que el tipo te espía los mails, o intercepta el correo: reíte de la SIDE, Milani o Pagni.

Ahora pensémoslo desde otro ángulo: alguien que se resiste a dar su domicilio verdadero, es porque realmente reside en un paraíso fiscal (para no pagar impuestos), o en un lugar que no tiene tratados de extradición con ningún país del mundo.

O que no quiere que le caiga ninguna inspección, de ningún tipo: seguro que está flojito de papeles en la AFIP (¿paga Ganancias, está inscripto en el monotributo?); o tiene a los gnomos en negro o sin cobertura de ART. 

Acá corresponde hacer una disgresión: ¿los gnomos pueden ser considerado un caso de trabajo infantil?

El tipo circula en un vehículo no registrado, que no paga patente y presumiblemente sin los papeles en regla (reíte del auto de Boudou); y se desplaza por vía aérea sin estar nunca en contacto con ninguna torre de control, ni tener plan de vuelo autorizado; transportando carga desconocida de acá para allá.

Por mucho menos que eso, en otros casos propondrían aplicar la ley de derribo; como a las avionetas de los narcos.

La propia canción tradicional da cuenta de que la única luz del trineo es la roja que sale de la nariz de Rudolf el reno. Ni traseras, ni luz de freno, ni de posición, ni luces altas, ni balizas: nada.

Y no me vas a decir que recorriendo el mundo entero con gente brindando por todas partes, al tipo no le pìnta un traguito, aunque más no sea para hacer un brindis o reponer fuerzas para seguir el reparto.

Hasta donde se sabe, llegado ése caso no tiene conductor designado para seguir manejando: la Agencia de Seguridad Vial, bien gracias.

Fijáte además que el tipo conduce un vehículo de tracción a sangre, 24 horas sin parar, alrededor del mundo. Claro, como es escandinavo y no morocho, y trae regalos en lugar de llevarse el cartón, el papel y los residuos, no hay un "SOS Reno" que le haga quilombo, y que le quiera secuestrar los astados. 

Hay quienes sostienen que apela a los renos porque si al trineo le pone ruedas, Moyano lo querría afiliar a Camioneros, y le haría un piquete frente a cada chimenea, hasta que lo consiga; y los pibes se quedarían sin regalos.

Ya dijimos que recorre el mundo de un extremo al otro durante 24 horas, sin parar: ni hablemos de cumplir con la planilla de horarios y descansos de los choferes; Randazzo y la CNRT, dibujados.

Cuando deja la bolsa con los regalos, no te da una puta factura, ni te discrimina el IVA compra o venta; y si tenés que hacer algún reclamo por algo que no anda, te gastan diciéndote "andá a hablar con Papá Noel".

Si el juguete en cuestión no anda a los 10 minutos de abierto el paquete, o no trae las pilas o no tiene garantías, el tipo no se hace responsable; ante la total pasividad de Defensa del Consumidor.

Todos lo esperan ansiosos pero el tipo insiste en llegar e irse sin ser visto, y entrar por la chimenea: un claro caso de allanamiento de morada, ante la vista de la policía que -por supuesto- no hace nada para evitarlo. 

Mas aun: en Nochebuena, ni se te ocurra llamar al 911, porque los canas están brindando y no te dan ni tronco de bola.

Pero la cosa es aun peor: todo el mundo se abalanza sobre los regalos que el tipo deja para ver si está el que le pidieron, pero nadie controla que en la casa no falten cosas, después de que un extraño ingresó por la chimenea.

La conclusión -a nuestro modesto modo de entender- es muy clara: todo este asunto de Papá Noel ha ido perpetuándose en el tiempo y se ha incorporado de un modo indisoluble a nuestras costumbres no porque se trate -como creen algunos- de una imposición cultural del imperialismo yanqui; sino -simplemente y como dice Sergio Massa- por la ausencia del Estado.

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