viernes, 2 de enero de 2015

BALANCE DE LA ESCRIBANÍA


La imagen de apertura corresponde a los títulos de ésta nota sobre la producción legislativa del Congreso en 2014 y a ésta otra, sobre el desempeño de las comisiones de la Cámara de Diputados; ambas de la edición de La Nación de hoy.

En la primera se da cuenta de que el Congreso aprobó el año pasado más de 81 leyes a instancias del Poder Ejecutivo (casi el doble del promedio de años anteriores, incluso en el kirchnerismo); mientras que la segunda denota que la oposición fracasó incluso en reunir aquéllas comisiones de Diputados que preside, algo que puede hacer en minoría aun para tratar de plantear discusiones que expresaran su propia agenda.

Esto último quizás sea la consecuencia de lo que pasa con un músculo cuando no se lo ejercita: años admitiendo que los medios hegemónicos les marquen la agenda, los han incapacitado para hacerlo por sí mismos.

Por supuesto que no faltan en la nota los consabidos lugares comunes sobre la "escribanía" y la falta de debate, a cargo de la ONG de ocasión; gente que podrá conocer algo -recalcamos: algo- de funcionamiento parlamentario en la teoría del laboratorio de ensayo; pero de política, poco tirando a nada.

Tanto que en cualquiera de los países que ellos mismos calificarían como "serios" la agenda legislativa la determina el gobierno de turno, que a través de sus bloques parlamentarios impulsa los proyectos que son de su interés; sin espacio para los de la oposición, a menos que la relación de fuerzas lo obligue a consensuar.

Este último sería por ejemplo el caso de Obama ante un Congreso yanqui dominado por lo republicanos, fenómeno agudizado tras las últimas elecciones legislativas. 

Aun así, el caso de EEUU provee un ejemplo actual sobre la dificultades que afronta un sistema político cuando el que gobierna no puede contar con mayorías legislativas, y en consecuencia se ve impedido de imponer su propia agenda.

Lo que apunta La Nación sobre el fracaso opositor en las comisiones es una reproducción -a escala menor- de lo que fue la fallida experiencia del "Grupo A"  en el período 2009-2011; y deja en claro que las mayores dificultades de la oposición no están en la supuesta intransigencia del kirchnerismo para forjar acuerdos, sino en sus dificultades para acordar entre sí; zambullidos como están en una permanente hoguera de vanidades, retroalimentada por los posicionamientos electorales;  que fuerzan a cada uno de ellos a restarle el cuerpo a las convocatorias de los otros, para no perder protagonismo.  

Sin entrar en un análisis puramente cuantitativo de la labor legislativa del Congreso (que como tal, no aportaría mucho), el 2014 deja en claro que un oficialismo cohesionado (pese a los pronósticos de "garrochazos" masivos y disgregación acelerada y prematura), en torno a un liderazgo (el de quien detenta el Ejecutivo) y con una agenda definida (marcada por éste) construye certezas y gobernabilidad; aun en medio de dificultades.

Un dato no menor de cara a un año en que se vienen elecciones presidenciales, y quienes aspiran a suceder al kirchnerismo en el gobierno empiezan a reconocer explícitamente que no podrán contar (aun ganando esas elecciones y accediendo al poder) con mayorías legislativas propias en el Congreso, y deberán forjar acuerdos con otras fuerzas. 

Y allí empiezan los problemas, porque queda muy bien emplear con frecuencia la frase de circunstancias que da cuenta que los problemas que enfrenta el país deben resolverse articulando consensos (las famosas "tres o cuatro cosas en las que nos tenemos que poner todos de acuerdo"); pero exige demostrar la capacidad de poder articularlos, algo en lo que -al menos hasta acá- el fragmentado espectro opositor al kirchnerismo está notoriamente en deuda.

Del mismo modo que -aun perdiendo la elección presidencial- el FPV conservaría los principales bloques legidslativos en ambas Cámaras, de modo que el que gobernara debería buscar allí acuerdos; o enfrentar una oposición con capacidad de veto para aquéllas políticas con las que no acuerde; por ejemplo ciertos ímpetus "derogatorios" que algunos han dejado trascender.

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