Conforme avanza la campaña y llega el domingo, queda más claro que gran verdad dijo Dolina: nunca fue tan fácil una elección. No por supuesto en el sentido de la certeza en el resultado final, sino de la disyuntiva que se les plantea a los argentinos a la hora de votar: o seguimos yendo para adelante, o volvemos para atrás, a un pasado que ya conocemos y vivimos.
Por más que se esfuercen en ocultarlo detrás de los globos y la estética y el discurso de pastores evangélicos, son lo que son, y de ganar, van a hacer lo que todos sabemos que harán; aunque algunos se nieguen a aceptarlo. Después de todo, en cada voto siempre hay un acto de fe, pero también la posibilidad latente de autoinflingirse una lesión al propio interés.
No pasa un día sin que alguno de ellos -empezando por el propio Macri- no diga algo "inconveniente", que luego tienen que salir a disfrazar: que van a levantar el cepo de una (ahora hablan de "gradualmente"), que van a devaluar pero "la devaluación ya la hizo éste gobierno", que provocarán un golpe al bolsillo popular aumentando además las tarifas "para corregir la distorsión de los precios relativos", que van a abrir la importación y se llevarán puestos fábricas y puestos de trabajo, que prometen "unir a los argentinos" pero en realidad vienen por la revancha.
Aun contando con una formidable protección mediática que los blinda de todo, si sabés leer -incluso entrelíneas- todos los días se pisan un poco, y muestran las verdaderas cartas; sobre todo por estas horas cuando descuentan que ya ganaron, y que el único interrogante es por cuanto: si hasta Durán Barba se le para de manos al Papa, y Aguinis la trata de "despreciable" a Estela de Carlotto. Acá, acá y acá tenés pequeños (o no tanto) botones de muestra que aportan ellos mismos, de lo que realmente piensan, y de lo que realmente van a hacer si llegan al gobierno.
Y siguen sin poder explicar como es posible que siendo éste (como dicen) "el peor gobierno de la historia argentina", no le pueden decir a la gente con todas las letras que van dar por tierra con sus principales políticas. Por el contrario, juran y prometen que las van a continuar; como si todos los problemas del país se redujeran a "678", las cadenas nacionales, los trastornos al tránsito que trae Tecnópolis, la falta de conferencias de prensa o los feriados largos. Aunque esto último parece que habría que tacharlo de la lista, porque están recalibrando después del moco de Macri.
Del mismo modo que desde el debate del domingo sigue flotando en aire sin respuesta la pregunta de Scioli a Macri: ¿quiénes van a pagar el ajuste que piensan hacer, y que el candidato de "Cambiemos" no se molestó en negar?
La pregunta es -por supuesto- retórica, porque a la respuesta la sabemos todos: lo vas a pagar vos, nosotros, todos. O mejor dicho: todos no, simplemente las grandes mayorías nacionales, los trabajadores, los jubilados, la clase media; sin distinción de que los hayan votado a o no. Por si no te diste cuenta,
Subido a la ola triunfalista que ya da la elección por resuelta, y que señala que la única incógnita del domingo es por cuanta diferencia ganan, decía ayer Pagni en La Nación que el dato no es menor: "Macri necesita un éxito contundente para llevar adelante las reformas que permitan relanzar la economía. La verdadera cuestión de la política es cuál será el monto de poder que conseguirá Macri si derrota a Scioli. De esa variable depende la legitimidad de que disponga para realizar su programa de reformas. Sobre todo las más delicadas: una devaluación de la moneda cuyos efectos inflacionarios van a obligar a un pacto salarial." .
Clarito ¿no?: un triunfo contundente de Macri será interpretado como un cheque en blanco para hacer (como dijo uno alguna vez) "cirugía mayor sin anestesia"; y no precisamente para tocarles la víscera más sensibles a los poderosos, a los que sobreviven a cualquier crisis o a cualquier coyuntura económica.
Por más que se esfuercen en ocultarlo detrás de los globos y la estética y el discurso de pastores evangélicos, son lo que son, y de ganar, van a hacer lo que todos sabemos que harán; aunque algunos se nieguen a aceptarlo. Después de todo, en cada voto siempre hay un acto de fe, pero también la posibilidad latente de autoinflingirse una lesión al propio interés.
No pasa un día sin que alguno de ellos -empezando por el propio Macri- no diga algo "inconveniente", que luego tienen que salir a disfrazar: que van a levantar el cepo de una (ahora hablan de "gradualmente"), que van a devaluar pero "la devaluación ya la hizo éste gobierno", que provocarán un golpe al bolsillo popular aumentando además las tarifas "para corregir la distorsión de los precios relativos", que van a abrir la importación y se llevarán puestos fábricas y puestos de trabajo, que prometen "unir a los argentinos" pero en realidad vienen por la revancha.
Aun contando con una formidable protección mediática que los blinda de todo, si sabés leer -incluso entrelíneas- todos los días se pisan un poco, y muestran las verdaderas cartas; sobre todo por estas horas cuando descuentan que ya ganaron, y que el único interrogante es por cuanto: si hasta Durán Barba se le para de manos al Papa, y Aguinis la trata de "despreciable" a Estela de Carlotto. Acá, acá y acá tenés pequeños (o no tanto) botones de muestra que aportan ellos mismos, de lo que realmente piensan, y de lo que realmente van a hacer si llegan al gobierno.
Y siguen sin poder explicar como es posible que siendo éste (como dicen) "el peor gobierno de la historia argentina", no le pueden decir a la gente con todas las letras que van dar por tierra con sus principales políticas. Por el contrario, juran y prometen que las van a continuar; como si todos los problemas del país se redujeran a "678", las cadenas nacionales, los trastornos al tránsito que trae Tecnópolis, la falta de conferencias de prensa o los feriados largos. Aunque esto último parece que habría que tacharlo de la lista, porque están recalibrando después del moco de Macri.
Del mismo modo que desde el debate del domingo sigue flotando en aire sin respuesta la pregunta de Scioli a Macri: ¿quiénes van a pagar el ajuste que piensan hacer, y que el candidato de "Cambiemos" no se molestó en negar?
La pregunta es -por supuesto- retórica, porque a la respuesta la sabemos todos: lo vas a pagar vos, nosotros, todos. O mejor dicho: todos no, simplemente las grandes mayorías nacionales, los trabajadores, los jubilados, la clase media; sin distinción de que los hayan votado a o no. Por si no te diste cuenta,
Subido a la ola triunfalista que ya da la elección por resuelta, y que señala que la única incógnita del domingo es por cuanta diferencia ganan, decía ayer Pagni en La Nación que el dato no es menor: "Macri necesita un éxito contundente para llevar adelante las reformas que permitan relanzar la economía. La verdadera cuestión de la política es cuál será el monto de poder que conseguirá Macri si derrota a Scioli. De esa variable depende la legitimidad de que disponga para realizar su programa de reformas. Sobre todo las más delicadas: una devaluación de la moneda cuyos efectos inflacionarios van a obligar a un pacto salarial." .
Clarito ¿no?: un triunfo contundente de Macri será interpretado como un cheque en blanco para hacer (como dijo uno alguna vez) "cirugía mayor sin anestesia"; y no precisamente para tocarles la víscera más sensibles a los poderosos, a los que sobreviven a cualquier crisis o a cualquier coyuntura económica.
Por si todavía te quedan dudas y no decidiste tu voto o pensabas votarlos pero te entró la duda, Macri y el tren fantasma que lo acompaña (en el que se apuraron a sacar boleto desde Cecilia Pando a Cavallo, pasando por De La Rúa) te la están poniendo cada día más fácil; como para que te cueste menos trabajo decidirte.
Y como para que después no digas que te engañaron, o que no sabías como venía en realidad la mano, y abusaron de tu buena fe: está todo mas o menos a la vista, como para que después, a la primera de cambio (cuando se vea que lo que tenía cuatro patas, ladraba y movía la cola era efectivamente un perro, y no un unicornio como te quisieron vender) no salgas a decir "yo no lo voté".
A menos que -efectivamente- no lo votés, porque si ahora te la está poniendo cada vez más fácil, ni te imaginás como te la va a poner de fácil si finalmente gana.
Y como para que después no digas que te engañaron, o que no sabías como venía en realidad la mano, y abusaron de tu buena fe: está todo mas o menos a la vista, como para que después, a la primera de cambio (cuando se vea que lo que tenía cuatro patas, ladraba y movía la cola era efectivamente un perro, y no un unicornio como te quisieron vender) no salgas a decir "yo no lo voté".
A menos que -efectivamente- no lo votés, porque si ahora te la está poniendo cada vez más fácil, ni te imaginás como te la va a poner de fácil si finalmente gana.
Nunca mejor dicho: nada de tirar la mano y esconder la piedra.
ResponderEliminar