Tras las declaraciones de ayer de los "barones" del acero y por si no quedaban claras, llega el mismísimo Paolo Rocca, capanga mayor del sector, a poner las cosas blanco sobre negro (las negritas son nuestras):
"El presidente del Grupo Techint, Paolo Rocca, se quejó del crecimiento del Estado durante la última década en América latina y saludó la inminencia de un “cambio de modelo económico”, en el que las políticas redistributivas dejarán paso a un mayor protagonismo de los empresarios. Pese a que admitió que en los últimos quince años la siderurgia llegó a crecer 7% anual, aseguró que la economía de la región se primarizó durante los años de expansión basados en la exportación de commodities. Igual, aclaró que Argentina fue el único en el que la industria mantuvo su participación en el PBI."
"Las políticas económicas van a cambiar pero también el cuadro político, se tienen que encarar problemas distintos: hoy el tema no puede ser redistribuir un surplus (superávit) que se está extinguiendo”, enfatizó el empresario. Sus palabras no son inocuas. Durante el gobierno de Fernando de la Rúa fue el primero de los grandes industriales que criticó en público la convertibilidad."
"Rocca cuestionó el aumento del peso del Estado en América latina en los últimos 15 años. Y dijo que la Argentina “aumentó el peso del Estado en la economía del 22% a más del 40% del PBI desde 2002. Y sentenció: “Ese modelo debe cambiar..."
"Se quejó porque la mayor presencia del Estado no se tradujo en inversiones. Esa masa de recursos, dijo, se transformó en aumento del consumo y en subsidios, en elemento de un “diseño económico pero también político populista”. Eso, dijo, va a cambiar."
Clarito ¿no?: vienen cambios económicos y políticos, a los populismos latinoamericanos les llegó su fin, se viene un ciclo con menos Estado y -sobre todo y esto es lo más importante- sin distribución: la vieja idea del "derrame" de que hay que retraer al Estado como agente asignador de costos y beneficios en la sociedad para que ese rol lo cumpla el mercado (las empresas), y de ser posible (aunque no es prioritario, ya que ni lo menciona) "derramen" algo para abajo.
Lo que no dice Rocca -por razones obvias- es que la inversión (al menos en la Argentina) creció o se mantuvo esencialmente por el aporte del Estado, frente al tradicional ausentismo al respecto de nuestra "burguesía nacional" (ese oscuro objeto del deseo del peronismo); por naturaleza fugadora serial de capitales, antes que expresión de un capitalismo dispuesto a invertir, aun corriendo riesgos. Tampoco señala que el Grupo Techint fue el principal beneficiario de la inversión en obra pública e infraestructura en los últimos años.
Como tampoco dice que buena parte de los subsidios que critica le permitieron a su sector tener la famosa "competitividad", por ejemplo abaratando los costos de la energía; o que las políticas "populistas" de fomento del consumo que denosta crearon la demanda que impulsó a muchos empresarios a invertir, aumentar la producción y generar nuevos empleos.
Ni entremos siquiera a considerar la relación entre las ventas de tubos de acero sin costura (la producción principal del conglomerado Techint) e inversiones públicas como el gasoducto NEA-NOA, o el aumento de la producción de petróleo y gas a partir de la recuperación de YPF por el Estado; o lo ya apuntado del conflicto entre el grupo y el gobierno por los directores de Tenaris-Siderar: recordemos que la idea de Techint era distribuir dividendos entre los accionistas, y la del Estado destinar las ganancias a la inversión, para incrementar la producción de un insumo crítico.
Es cierto que las condiciones objetivas de la economía internacional han cambiado, y que esas nuevas condiciones tienen su influencia y correlato en posibles cambios políticos, el tema es que estos tipos (por su peso, por su escala) no solo balconean los cambios, sino que en no pocas veces contribuyen a provocarlos, y seguramente siempre los aprovechan para maximizar ganancias.
Porque acá el problema no es el "desarrollismo" supuesto o real de Paolo Rocca (que enfatiza en la tensión entre consumo, ahorro e inversión), o si existe más o menos Estado, porque lo que preocupa no es tanto el tamaño como que distribuya; y regule al mercado. El problema no es -como nos dicen todo el tiempo- que estemos tan mal, sino que les preocupa que podamos estar mejor; al menos los que viven de ingresos fijos.
El fenómeno no es nuevo: estos tipos advierten el momento exacto en el que se ha cruzado una línea para nosotros invisible en materia de redistribución de la torta; y es ahí cuando empiezan a hablar seguido de "recuperar competitividad", "aumentar la productividad" o "bajar el costo salarial en dólares". Es decir, recomponer la tasa de ganancia que debieron ceder, y aumentar la explotación de la fuerza laboral, para incrementarla a futuro.
Hay que agradecerle a Rocca la sinceridad en el planteo, que explica que es lo que verdaderamente está en juego en las elecciones del 22, y en los modelos en disputa: explicó clarito lo que no les dejan decir ni a Melconián, ni a Sturzenegger, ni a Frigerio, y que empezó a susurrar Prat Gay, y lo hicieron callar.
Clarito ¿no?: vienen cambios económicos y políticos, a los populismos latinoamericanos les llegó su fin, se viene un ciclo con menos Estado y -sobre todo y esto es lo más importante- sin distribución: la vieja idea del "derrame" de que hay que retraer al Estado como agente asignador de costos y beneficios en la sociedad para que ese rol lo cumpla el mercado (las empresas), y de ser posible (aunque no es prioritario, ya que ni lo menciona) "derramen" algo para abajo.
Lo que no dice Rocca -por razones obvias- es que la inversión (al menos en la Argentina) creció o se mantuvo esencialmente por el aporte del Estado, frente al tradicional ausentismo al respecto de nuestra "burguesía nacional" (ese oscuro objeto del deseo del peronismo); por naturaleza fugadora serial de capitales, antes que expresión de un capitalismo dispuesto a invertir, aun corriendo riesgos. Tampoco señala que el Grupo Techint fue el principal beneficiario de la inversión en obra pública e infraestructura en los últimos años.
Como tampoco dice que buena parte de los subsidios que critica le permitieron a su sector tener la famosa "competitividad", por ejemplo abaratando los costos de la energía; o que las políticas "populistas" de fomento del consumo que denosta crearon la demanda que impulsó a muchos empresarios a invertir, aumentar la producción y generar nuevos empleos.
Ni entremos siquiera a considerar la relación entre las ventas de tubos de acero sin costura (la producción principal del conglomerado Techint) e inversiones públicas como el gasoducto NEA-NOA, o el aumento de la producción de petróleo y gas a partir de la recuperación de YPF por el Estado; o lo ya apuntado del conflicto entre el grupo y el gobierno por los directores de Tenaris-Siderar: recordemos que la idea de Techint era distribuir dividendos entre los accionistas, y la del Estado destinar las ganancias a la inversión, para incrementar la producción de un insumo crítico.
Es cierto que las condiciones objetivas de la economía internacional han cambiado, y que esas nuevas condiciones tienen su influencia y correlato en posibles cambios políticos, el tema es que estos tipos (por su peso, por su escala) no solo balconean los cambios, sino que en no pocas veces contribuyen a provocarlos, y seguramente siempre los aprovechan para maximizar ganancias.
Porque acá el problema no es el "desarrollismo" supuesto o real de Paolo Rocca (que enfatiza en la tensión entre consumo, ahorro e inversión), o si existe más o menos Estado, porque lo que preocupa no es tanto el tamaño como que distribuya; y regule al mercado. El problema no es -como nos dicen todo el tiempo- que estemos tan mal, sino que les preocupa que podamos estar mejor; al menos los que viven de ingresos fijos.
El fenómeno no es nuevo: estos tipos advierten el momento exacto en el que se ha cruzado una línea para nosotros invisible en materia de redistribución de la torta; y es ahí cuando empiezan a hablar seguido de "recuperar competitividad", "aumentar la productividad" o "bajar el costo salarial en dólares". Es decir, recomponer la tasa de ganancia que debieron ceder, y aumentar la explotación de la fuerza laboral, para incrementarla a futuro.
Hay que agradecerle a Rocca la sinceridad en el planteo, que explica que es lo que verdaderamente está en juego en las elecciones del 22, y en los modelos en disputa: explicó clarito lo que no les dejan decir ni a Melconián, ni a Sturzenegger, ni a Frigerio, y que empezó a susurrar Prat Gay, y lo hicieron callar.
"Las razones de la oposición de los “líderes industriales” al pleno empleo obtenido mediante el gasto gubernamental pueden subdividirse en tres categorías: a) la resistencia a la interferencia gubernamental en el problema del empleo como tal; b) la resistencia a la dirección del gasto gubernamental (inversión pública y subsidio al consumo), y c) resistencia a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo. Examinaremos en detalle cada una de estas tres categorías de objeciones a la política expansionista del gobierno.(...)
ResponderEliminarHemos considerado las razones políticas de la oposición a la política de creación de empleos mediante el gasto gubernamental. Pero aun si se superara esta oposición —como puede ocurrir bajo la presión de las masas—, el mantenimiento del empleo pleno causaría cambios sociales y políticos que darían nuevo ímpetu a la oposición de los líderes empresariales. En verdad, bajo un régimen de pleno empleo permanente, “el cese” dejaría de desempeñar su papel como medida disciplinaria. La posición social del jefe se minaría y la seguridad en sí misma y la conciencia de clase de la clase trabajadora aumentaría. Las huelgas por aumentos de salarios y mejores condiciones de trabajo crearían tensión política. Es cierto que las ganancias serían mayores bajo un régimen de pleno empleo que su promedio bajo el laissez faire, y aun el aumento de salarios resultante del mayor poder de negociación de los trabajadores tenderá menos a reducir las ganancias que a aumentar los precios, de modo que sólo perjudicará los intereses de los rentistas. Pero los dirigentes empresariales aprecian más la “disciplina en las fábricas” y la “estabilidad política” que los beneficios. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco conveniente desde su punto de vista y que el desempleo forma parte integral del sistema capitalista “normal”."
ASPECTOS POLÍTICOS DEL PLENO EMPLEO - M. Kalecki (1943, pp. 322-331.)
Saludos
Se viene un cambio, un cambio de dólar muy alto y un cambio en el poder de compra de los sueldos, muy barranca abajo.
ResponderEliminar"Mayor protagonismo de los empresarios" = Nos quedamos con toda la renta.
ResponderEliminarLo de Rocca -y él lo sabe- es solo una expresión de deseos. Triunfando Scioli el 22, van a tener que esperar 15 o 20 años para tener otra chance a través de las urnas. En 15 o 20 años Rocca ya no estará.
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