El último martes de diciembre salió publicada en La Nación esta columna de Andrés Malamud sobre los métodos de construcción política de Macri en el poder, que es de interesante lectura y la recomendamos; no porque compartamos todo lo que se dice, ni mucho menos.
Por si alguno aun no se había enterado, cuenta Malamud que detrás de la "Heidi politik" de la "revolución de la alegría" funciona la "real politik" de la rosca, los acuerdos, y la construcción de gobernabilidad para una experiencia política que tiene problemas que enfrentar, como la falta de mayorías propias en el Congreso.
Malamud pasa revista a la relación de Macri con la UCR (a la que dice ha fagocitado aplicándole sus propias tácticas tradicionales) y a sus intentos de cooptación del massismo (que de hecho se acopló al oficialismo explícitamente en la provincia de Buenos Aires) y de sectores "sueltos" del PJ, que pueden estar pasando necesidades concretas (por ejemplo los gobernadores urgidos de fondos).
Apuntaría entonces Macri a construir a mediano plazo una coalición legislativa "flotante", con miembros sumados para cada ocasión según lo que se discuta en el Congreso. Siempre y cuando alguna vez se discuta algo en el Congreso, acotaríamos por nuestra parte.
También acota Malamud que eso entraña riesgos, porque a mediano plazo (las legislativas del 2017) los intereses del macrismo y aun de sus aliados como la UCR o el massismo son divergentes porque confrontarán electoralmente, para sumar bancas. Y en el caso del massismo, las elecciones de medio término serán la plataforma para intentar ganar la PBA en el 2019, si es que no desaparece antes; fagocitado por el PRO:
Apuntaría entonces Macri a construir a mediano plazo una coalición legislativa "flotante", con miembros sumados para cada ocasión según lo que se discuta en el Congreso. Siempre y cuando alguna vez se discuta algo en el Congreso, acotaríamos por nuestra parte.
También acota Malamud que eso entraña riesgos, porque a mediano plazo (las legislativas del 2017) los intereses del macrismo y aun de sus aliados como la UCR o el massismo son divergentes porque confrontarán electoralmente, para sumar bancas. Y en el caso del massismo, las elecciones de medio término serán la plataforma para intentar ganar la PBA en el 2019, si es que no desaparece antes; fagocitado por el PRO:
Sin embargo, el análisis de Malamud se queda rengo, y su descripción del entramado del gobierno de Macri (conformado por lo que llama "anillos") es como mínimo benévola respecto al fenómeno de obscena colonización del Estado por representantes de los grandes grupos económicos: un "loteo" del aparato estatal que análizaramos con casos puntuales acá, y que luego se viera más claro aun en la obscena utilización de ese mismo aparato para borra a fuerza de DNU la ley de medios; cumpliendo prolijamente las demandas del Grupo Clarín.
Un aspecto que pone en interrogante la real capacidad de liderazgo de Macri, y su efectivo dominio sobre todas las áreas del Estado; a menos que lo que se presentó como un proyecto político "refundacional" que instauraría una nueva cultura política en el país, sea un vulgar asalto de lo público, en beneficio de los intereses privados más concentrados.
Un aspecto que pone en interrogante la real capacidad de liderazgo de Macri, y su efectivo dominio sobre todas las áreas del Estado; a menos que lo que se presentó como un proyecto político "refundacional" que instauraría una nueva cultura política en el país, sea un vulgar asalto de lo público, en beneficio de los intereses privados más concentrados.
La eficacia del sistema de construcción política de los apoyos para su gobierno que ensaya Macri y describe Malamud no puede medirse hoy y él no lo hace; y hasta es posible que todo lo que apunta sea cierto y le funcione durante un tiempo; como también es posible que avance contra una oposición débil o en estado deliberativo.
Sin embargo la realidad siempre se termina imponiendo a los deseos, y se percibe cierta tendencia de la "mesa chica" del macrismo (si es que tal cosa existe, más allá del propio Macri) a desconocerla, o suponerla siempre favorable.
Todas estas alquimias dependen en definitivas del desenvolvimiento futuro de la economía: si el plan en despliegue funciona razonablemente los alquimistas políticos del oficialismo podrán ver coronados sus esfuerso. Pero -si por el contrario- provoca los efectos previsibles (y que planes similares han provocado cuantas veces se ensayaron) sobre el salario, el empleo, el consumo y el nivel de actividad, es más que posible que todo se venga abajo, como un castillo de naipes.
Como también es muy posible que todos los apoyos lábiles y "condicionales" que hoy se consiguen o prometen, no se vuelven opositores feroces (empezando por Massa y los sectores sueltos del PJ) apenas olfateen que el clima social cambia, y se terminó la "luna de miel" del gobierno con la sociedad. Y entonces la fragilidad institucional por falta de apoyos legislativos quedará al desnudo, y se volverá un boomerang.
Hacia febrero o marzo las cosas se verán más claras, cuando lleguen las nuevas facturas de gas y luz, hayan pasado las fiestas y las vacaciones, vengan los gastos de las clases y el resumen de la tarjeta con las nuevas tasas por la refinanciación de los saldos, las paritarias estén arrancando y los empresarios -como ya lo ha dicho la UIA y lo refrendó Prat Gay con su amenaza- ofrezcan canjear salarios por puestos de trabajo; y siempre contando con que no se multipliquen los Cresta Roja en el sector privado; sumándose a la ola de despidos en el Estado.
En esa circunstancia probablemente al gobierno de Macri le resulte más útil el efectivo control de la calle a través del "protocolo de la protesta social", que toda la sutil construcción política que describe Malamud. La represión a los despedidos municipales de La Plata ya lo está demostrando.
Todas estas alquimias dependen en definitivas del desenvolvimiento futuro de la economía: si el plan en despliegue funciona razonablemente los alquimistas políticos del oficialismo podrán ver coronados sus esfuerso. Pero -si por el contrario- provoca los efectos previsibles (y que planes similares han provocado cuantas veces se ensayaron) sobre el salario, el empleo, el consumo y el nivel de actividad, es más que posible que todo se venga abajo, como un castillo de naipes.
Como también es muy posible que todos los apoyos lábiles y "condicionales" que hoy se consiguen o prometen, no se vuelven opositores feroces (empezando por Massa y los sectores sueltos del PJ) apenas olfateen que el clima social cambia, y se terminó la "luna de miel" del gobierno con la sociedad. Y entonces la fragilidad institucional por falta de apoyos legislativos quedará al desnudo, y se volverá un boomerang.
Hacia febrero o marzo las cosas se verán más claras, cuando lleguen las nuevas facturas de gas y luz, hayan pasado las fiestas y las vacaciones, vengan los gastos de las clases y el resumen de la tarjeta con las nuevas tasas por la refinanciación de los saldos, las paritarias estén arrancando y los empresarios -como ya lo ha dicho la UIA y lo refrendó Prat Gay con su amenaza- ofrezcan canjear salarios por puestos de trabajo; y siempre contando con que no se multipliquen los Cresta Roja en el sector privado; sumándose a la ola de despidos en el Estado.
En esa circunstancia probablemente al gobierno de Macri le resulte más útil el efectivo control de la calle a través del "protocolo de la protesta social", que toda la sutil construcción política que describe Malamud. La represión a los despedidos municipales de La Plata ya lo está demostrando.
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