* El gobierno de Macri se ha
propuesto "volver al mundo" (leáse: EEUU, el FMI y los mercados
internacionales de capitales), cuando el mundo está complicado, y la
“reconexión” de la Argentina con los mercados voluntarios de deuda puede
suponer transmitir al país dificultades por un canal del que -hasta acá- no le
llegaban; además de achicar los márgenes de autonomía para el diseño de la
propia política económica.
Y aun cuando se diga que eso no
representa un problema para el gobierno (porque su programa económico reproduce
en líneas generales el “manual de estilo” de la ortodoxia de los mercados y
organismos internacionales), en un escenario de extrema volatilidad de los
movimientos de capitales (porque hay un montón de piezas del tablero
acomodándose) no parece ser muy razonable eliminar todo tipo de controles a su
ingreso y salida como lo ha hecho el gobierno: ahí está a la mano el ejemplo de Brasil para
comprobar los daños que eso trae acarreado.
* Otro tanto puede decirse de las
señales de “reconexión política” de Macri con “el mundo” entendido como se
señalaba antes: hasta acá lo único que han aportado son tensiones hacia el
bloque regional (donde están muchos de nuestros principales mercados
compradores) por la embestida sobre Venezuela, y movimientos en un escenario
más amplio que lucen desacompasados con lo que está pasando en ese mismo
“mundo”.
Así por ejemplo mientras Estados
Unidos avanza en el descongelamiento de sus relaciones con Cuba o cierra un
acuerdo nuclear con Irán (hasta ayer nomás, conspicuos integrantes del “eje del
mal”), la Argentina sobreactúa su acercamiento con Israel (cuyo gobierno es muy
fuertemente crítico de ese acuerdo) por motivos políticos internos (el caso
Nisman y sus conexiones, y sus posibilidades de ser usado contra Cristina); obteniendo como primera respuesta el pedido de
revisar su reconocimiento del Estado palestino: una torpeza inadmisible en un
país que recibió en su territorio dos atentados terroristas, entre cuyas
hipótesis probables nunca se descartó el alineamiento internacional del
gobierno de Menem. Y todo eso sin que se vislumbren por contrapartida apoyos
concretos relevantes en el conflicto con los fondos buitres.
* Además de las incógnitas que va
despejando (para mal) por el previsible costo social de sus medidas, el plan
económico en marcha deja subsistente la más importante: ¿cuáles han de ser los
motores principales del anunciado crecimiento, que vendría luego del
“inevitable ajuste”?
Con toda certeza no el mercado
interno y el consumo masivo, desde que el combo de medidas en marcha afectan
claramente el poder adquisitivo de los salarios y los niveles de empleo,
restricciones que a su vez inciden la una en la otra. Y respecto de las
exportaciones, a su peso relativo en la estructura productiva hay que sumarle
que la recuperación de la “competitividad” de los exportadores (vía devaluación y rebaja o eliminación de retenciones) no
necesariamente se traduce en mayores ventas; que dependen de factores externos
(como los precios internacionales y la demanda) sobre los que el gobierno no
tiene ninguna incidencia, y que hoy arrojan además señales claramente
negativas.
* Otra gran interrogante es hasta
que punto el cerrado blindaje mediático que el macrismo ha construido podrá
posponer/ocultar/minimizar (elegir lo que parezca más conveniente) el rechazo
social a las medidas más impopulares del gobierno, como el ajuste de tarifas, los
despidos o la pretensión de imponer un “techo” a la discusión en paritarias.
O hasta cuando Macri podrá seguir
gozando de crédito apelando al recurso de la “pesada herencia recibida”. Sabido
es que en ese aspecto más tarde o más temprano llega el “sí, pero”: se
comprende el argumento o no se lo discute, pero se reclaman soluciones en
tiempo presente.
* El discurso de campaña de Macri
que prometía un ilusorio “punto final” a “la grieta” (aquello de “unir a los
argentinos) no solo se reveló prontamente falso por el claro tenor revanchista
de muchas de las medidas de su gobierno (desde las meramente simbólicas como el descuelgue del cuadro de Kirchner, a las más concretas como los despidos en el Estado), sino inconsistente con el hecho
concreto de que, como consecuencia de sus decisiones o del contexto en el que
debe gobernar, se abren -día a día- nuevos frentes de conflicto.
Ante esa realidad, no parece
claro hasta que punto el gobierno tiene una estrategia de tratamiento de la
protesta social sostenible políticamente en el tiempo: la tentación de
aplicarle a todas sus manifestaciones el método Milagro Sala o Cresta Roja es
muy fuerte (tanto que parece responder a sus más íntimas convicciones), pero no puede ser la única respuesta porque a
la larga se torna peligrosa e insostenible; aunque en lo inmediato pueda
parecer que logra un efecto disciplinador de los reclamos. El episodio de la murga baleada en Flores deja claro que las fuerzas de seguridad se sienten libres del "bozal" político y ponen manos a la obra según sus propios criterios, lo cual es sumamente peligroso.
* En el mismo contexto y visto
desde el “discurso” oficial, todo parece indicar que se oscurece Durán Barba (o queda reducido al rol de provocador oficial, para distraer los ejes del debate), y
cobran más protagonismo otras voces (como Lopérfido o Lombardi); que tornan a un primer plano la disputa
peronismo-antiperonismo (que tantas veces se dio por muerta), y la revisión de
la doctrina oficial del Estado sobre las violaciones a los derechos humanos
durante la dictadura.
Esto último a su vez se
retroalimenta con una serie de “hechos aislados” (a los que no es ajeno el
propio Macri, como en su desaire al pedido de audiencia de los organismos de
DDHH) que parecen un intento para crear el clima que haga posible la marcha
atrás en las políticas de verdad, memoria y justicia. Si bien se trata de
cuestiones que suelen interesar prioritariamente a núcleos más intensamente
politizados de la sociedad, terminan aportando al clima general en el que se
desenvuelven el debate y la disputa política.
El gobierno atiza determinadas
“antinomias” apelando a las peores pulsiones
y prejuicios de su electorado (gesto muy notorio en el caso Milagro
Sala, o en el de los cuadros de la Casa Rosada), sin reparar que en éstas cuestiones existen (como en el aumento de los
precios, o la disputa por el valor del dólar) “ultras” del campo propio que lo
leerán como una luz verde para plantear sus demandas, en un tono apremiante.
* A cada acercamiento
“dialoguista” de parte del PJ (en especial los gobernadores y sus extensiones
en el Senado) le ha correspondido sistemáticamente un exabrupto de Macri para
“dar muestras de autoridad”: pasó con la designación de dos jueces de la Corte
“en comisión”, se repitió con el DNU que dejó sin efecto la devolución del 15 %
de la coparticipación que iba a la ANSES, y con el decreto que le triplicó lo
fondos a la CABA.
El mismo día (y casi a la misma
hora) que mandaba al ministro del Interior a recibir a los gobernadores del PJ,
Macri en persona recibía a Morales, y aparecían en el Boletín Oficial siete
decretos con sendos “anticipos financieros” a las provincias donde ganó con
mayor diferencia en el balotaje: a buen entendedor, pocas palabras bastan. Ni
hablar si son hechos, en lugar de palabras.
Y añadimos uno: las
“correcciones” al decreto de la CABA serían cosméticas y en aspectos
secundarios, sin afectar lo principal de la decisión: subir su participación
relativa en el reparto a casi el triple. No obstante y por mutua conveniencia,
algunos gobernadores (Urtubey sobre todo) lo presentarán como un efecto exitoso
de la estrategia “dialoguista”, y el gobierno como un ejemplo más de su
capacidad de reconocer errores, y rectificarlos.
* Es muy fuerte la tentación de
Macri de suponer que su luna de miel con la sociedad/electorado se extiende
necesariamente a todos los que se juegan algo en la disputa, o tienen roles
institucionales que cumplir: gobernadores, sindicalistas, legisladores.
Desconoce de tal modo que existe
un 49 % del electorado que no lo votó, y también demanda ser representado,
sobre todo cuando las razones por las que no lo hizo (razones que su fuerza
caracterizó como “campaña del miedo”) se han visto ampliamente confirmadas por
las decisiones que viene tomando desde que asumió el gobierno.
Y si los que deben representarlo abdican de su rol (como se está viendo en buena parte de la dirigencia sindical y sectores del PJ) las tensiones no van a disminuir, sino todo lo contrario: aumentarán, por aquéllo de "con los dirigentes a la cabeza...". Cosa que es harto sabida por los eternos cultores del pragmatismo, de allí que para conservar sus cabezas, los "dialoguistas" de hoy serán los primeros "incendiarios" de mañana, cuando sospechen que cambia el humor social.
Y si los que deben representarlo abdican de su rol (como se está viendo en buena parte de la dirigencia sindical y sectores del PJ) las tensiones no van a disminuir, sino todo lo contrario: aumentarán, por aquéllo de "con los dirigentes a la cabeza...". Cosa que es harto sabida por los eternos cultores del pragmatismo, de allí que para conservar sus cabezas, los "dialoguistas" de hoy serán los primeros "incendiarios" de mañana, cuando sospechen que cambia el humor social.
* Hay una debate abierto hacia el
interior del kirchnerismo sobre las modalidades de la “resistencia” al avance
de las políticas de Macri, y las prioridades que hay que atender para frenarlo,
que vista en el contexto del cuadro político general, parece inconducente.
Ello en tanto el
gobierno avanza con una estrategia de “blitzkrieg” simultáneamente en varios
frentes, afectando derechos e intereses de múltiples colectivos sociales. Si se
aspira a hacer política de mayorías, hay que buscar el modo inteligente de
expresarlos a todos (o a los más posibles), y en todo caso articular las
protestas y sus modalidades y ámbitos de expresión (la calle y los espacios
institucionales) para que la acción sea más efectiva.
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