jueves, 28 de abril de 2016

HAGAMOS COMO QUE CRITICAMOS ALGO


La discusión sobre el rol de la comunicación en la política está en los signos de los tiempos, y mucha veces es difícil resistir la tentación de prenderse en ella, como si todo pasara por ahí.

De hecho, cualquier análisis de los resultados de las elecciones presidenciales del año pasado, y cualquier autocrítica hacia el interior del colectivo kirchnerista, si no empieza por ahí, más temprano que tarde termina llegando al famoso punto de “tenemos problemas de comunicación”.

No se trata de negar que el problema existe, y que en la moderna sociedad de medios la comunicación es un aspecto esencial de la disputa política, sino de darle su justa dimensión, y no dejar que nos vendan gato por liebre.

Porque hete aquí que ahora el gobierno de “Cambiemos” (del cual hasta los ajenos coincidían en destacar la eficacia de su aparato comunicacional) apela exactamente a la misma muletilla (“tenemos problemas de comunicación”, “estamos comunicando mal”) para intentar explicar/justificar la caída de la imagen de Macri y su gobierno, que registran las encuestas.

Y el famoso problema de la “mala comunicación” termina colocándose en primer plano, desplazando el debate político de fondo por las políticas del gobierno; y les sirve a los medios para dos cuestiones: revalidar por carácter transitivo su propio rol (si comunicar es importante, tener una política hacia los medios también lo es), y disfrazar su blindaje mediático al gobierno de Macri.

Que es ni más ni menos que lo que hace ésta nota de La Nación de ayer, a la cual corresponde la imagen de apertura: tomando por válido el argumento oficial (“nuestro problema es de comunicación”), centran en la comunicación los inconvenientes de la gestión de “Camb emos”, y desde ese lugar “hacen como que” critican al gobierno. Algo así como “¿Cómo vamos a ser oficialistas o periodismo militante, si cada tanto lo criticamos a Macri?”.

El diario señala que el problema relevante del gobierno es que comunica mal, y en consecuencia de allí provendrían sus principales tropiezos, no de indicadores objetivos que indican que la gestión es mala: la inflación en alza, la merma de la actividad, el aumento del desempleo, las tasas de interés por las nubes, la crisis en diferentes sectores productivos; incluso aquéllos que se esperaba repuntaran a partir de las medidas del gobierno (las famosas “economías regionales”)

Del listado de temas que menciona la nota como relevantes para abonar la conclusión, queda claro que de crítica real, poco: la designación de jueces de la Corte por decreto, el tarifazo (sin cuestionar su oportunidad o su sutileza de carnicero), la pelea Carrió-Angelicci, la respuesta del gobierno ante los papeles de Panamá (donde el rol del periodismo nacional hegemónico ha sido lamentable) y la vuelta de Cristina, la triple fuga, la difusión del contrato Chevron-YPF.

Es decir que no solo nos pretenden hacer creer que el problema principal del gobierno (si no el único) es que comunica mal sus decisiones, sino que eso queda demostrado por hechos que no tienen que ver (salvo el tarifazo, y de modo marginal) con las políticas troncales del gobierno de Macri; lo que supone validar (por omisión deliberada) aquello de “estamos mal pero vamos bien”, o lo del presidente cuando dijo que sabía que había gente que no podía llegar a fin de mes, pero igual sabía que está en el camino correcto.

O lo que es lo mismo, si el duranbarbismo hace un par de focus group y ajusta la estrategia, todo andaría joya.

Si a los cuatro meses de gobierno de lo que se anunció como “la revolución de la alegría” y que cuenta con el respaldo incondicional (y decisivo) de más del 80 % de los principales medios del país estamos hablando de que tenés “problemas de comunicación”, estamos ante dos posibilidades, no necesariamente excluyentes entre sí: o nos están tomando a todos por pelotudos, o lo que tenés para comunicar  como resultado de la gestión de gobierno (porque de eso se trata comunicar cuando gobernás: hacer saber lo que hacés) es tan horrible que no hay política comunicacional que lo embellezca.

Y si encima los traiciona el subconciente, no hay mucho que se pueda hacer al respecto:


  

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