En el tramo final de la campaña
Prat Gay dejó traslucir la intención de “Cambiemos” –si llegaban al gobierno-
de devaluar la moneda, aunque luego Macri lo negara explícitamente en el debate
televisivo con Scioli.
Como también negaron que ese
efecto (la devaluación) se produjera como consecuencia del prometido (y luego
concretado) levantamiento del “cepo”, y que a su vez eso acarreara inflación:
Prat Gay repetía por entonces como un mantra que los precios ya estaban
alineados con el dólar “blue” que rondaba por entonces los 16 pesos, porque el
dólar oficial “no le importaba nadie”.
El discurso que exhibían entonces
(y aun sostienen hoy, contra toda evidencia) sobre las causas de la inflación
era el ortodoxo monetarista del liberalismo tradicional: la inflación es un
fenómeno monocausal, que tiene su origen en el exceso de demanda y de dinero
circulante en la economía, generado ese exceso a su vez por la incesante
emisión monetaria, para financiar el déficit fiscal.
Llegados al poder no solo
devaluaron sino que además eliminaron las retenciones a las exportaciones de
todos los bienes más sensibles de la canasta básica de alimentos, pero además
le arrimaron nafta al fuego inflacionario (que venía mermando) aumentando
sideralmente las tarifas de los servicios públicos básicos (luz, agua, gas,
transporte), bajando los subsidios.
La idea en éste caso era que por
un lado la baja de subsidios ayudaba a mejorar las cuentas públicas (siempre
desde el señalamiento del déficit como la causa de la inflación), y por el otro
lado retraía el consumo enfriando la economía, por menor demanda o menor
ingreso disponible para gastar.
A cinco meses de asumido Macri el
gobierno lo único que ha pasado en relación con la inflación es que siguió en
alza (la de abril fue la peor marca desde abril del 2002), y que en el gobierno
proliferan los diagnósticos, pero no aciertan con ningún tratamiento
efectivo: tal parece que todas las fichas estuvieran puestas en la política
“contractiva” del Banco Central sosteniendo altísimas tasas de interés para
secar de dinero la plaza, aun al costo -conocido y asumido hasta ahora, en que Sturzenegger fabula y dice que la economía crece- de
profundizar la recesión.
Lo que está sucediendo con la
inflación en medio -además- del “apagón estadístico” de Todesca (¿se acuerdan
de él? estaba a cargo de un organismo llamado INDEC) y la elección de índice
oficiales o privados según convenga en cada mes, demuestra lo que hemos dicho muchas
veces acá. el problema no es como medirla, sino como atacarla.
Cuando comenzó la escalada de
precios el gobierno prometió desarrollar una aplicación para seguirlos por la
web, como si saber cuanto cuestan las cosas hiciera mágicamente que bajaran de precio.
Tras múltiples prórrogas, ayer fue finalmente lanzado el sitio, para colapsar alas pocas horas.
El propio Macri prometió atacar
la inflación “reactivando el área de Defensa de la Competencia” (burradaanalizada en su momento acá), pero su titular -que ya lleva más de tres meses
en el cargo, pero no se nota mucho que digamos- lo contradijo, diciendo que el área no esta pensada para combatir la inflación.
No hablemos ya de su fallida
convocatoria a los empresarios a Olivos para pedirles que no remarcaron tanto:
tuvo el mismo éxito que la promesa de Prat Gay de hacerles retrotraer los
precios a noviembre del año pasado. ¿Le habrán contestado que entonces ya
estaba alineados con el dólar a 16 pesos?
Y como broche de oro de tanta
improvisación, ahora parece que el arma secreta para terminar con la inflación
es... Carrió, que la emprendería a denuncias (mediáticas)contra los “formadores de precios”; reprochándoles en los medios que con Moreno
o Augusto Costa aceptaban los controles del Estado y las apretadas para que
mantuvieran o bajaran los precios; y ahora que “rige la libertad” se pasan de
rosca con las remarcaciones.
Lo concreto es que fueron
¿víctimas? de su propia obcecación ideológica, porque se resisten a admitir que
devaluar la moneda eliminando retenciones, y toda forma de control estatal
sobre la economía en un país como el nuestro, significa consagrar la libertad
del zorro libre y la gallina libre, en el gallinero libre. Después no se pueden
asombrar de que el zorro se coma a las gallinas, y se niegue sistemáticamente a
ayunar.
Desde esa obcecación
desmantelaron “Precios Cuidados” (que antes dijeron en campaña que lo iban a
“discontinuar” porque “eso no es lo nuestro", Vidal dixit) o lo redujeron a una
expresión irrelevante, pese a prorrogarlo; y desde ese mismo lugar se niegan a
aplicar la ley de abastecimiento para sancionar a los especuladores; porque
implicaría reconocer que tanto Moreno como Costa, cada uno con su estilo, no
estaban tan errados.
Menos que menos admitirán que el
relato monetarista sobre las causas de la inflación ha fracasado
estrepitosamente, aunque de acá a unos meses quizás la inflación merme, como
consecuencia de la caída en picada del salario, el empleo, la demanda agregada
y la actividad, y entonces lo exhiban como un triunfo.
Y ya correspondería al terreno de
la fantasía pretender que admitan que en realidad el problema les chupa
realmente un huevo (aunque Macri diga que le duelen los aumentos) porque
transfiriendo ingresos colosales desde los sectores populares a los más
concentrados de la economía saben perfectamente que es lo que están haciendo:
responder a sus compromisos con sus verdaderos mandantes.
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