martes, 17 de mayo de 2016

GARCAS POR NATURALEZA


Se pueden ensayar distintos enfoques para caracterizar al gobierno de Macri, según sea el aspecto en el que se ponga la lupa: que si se trata del gobierno de los CEO’s que han tomado por asalto al Estado para garantizar los negocios de sus respectivas empresas, que si despliega un revanchismo cultural onda 55’ que tiende a profundizar la grieta, o que si está produciendo aceleradamente un brusco realineamiento internacional del país; en un contexto regional y mundial cambiante. Hasta se puede ensayar una disquisición teórica sobre si se trata de una "nueva" derecha o de la misma de siempre, bajo nuevo ropaje.

Puede que todo eso sea cierto y de hecho en buena medida lo es, pero si hubiera que elegir un aspecto para definir en pocas palabras al gobierno de “Cambiemos” seguramente estaría vinculado a un cruce entre lo que se plantea en ésta nota de AmbitoFinanciero de ayer, y ésta otra de Tiempo Argentino de su edición de éste domingo.

En Ambito se plantea el encarecimiento en dólares de los principales productos de consumo de la canasta familiar, es decir la carne, la leche y sus derivados y el pan y demás derivados del trigo y la harina; a punto tal que medidos en moneda dura son hoy los más caros de la región, ni hablemos si se los mide en pesos comparados con la evolución de los salarios; y su consecuente poder de compra.

Y si de salarios hablamos, Tiempo Argentino trae un informe del CEFID-AR de la CTA que estudia la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores formales bajo convenio, como consecuencia de que no han cerrado aun las paritarias, o firmaron acuerdos más cortos por debajo de la inflación producida, y sujetos a revisión en el segundo semestre.

En el caso del precio de los alimentos básicos, el artículo de Ambito no hace la más mínima mención a la fortísima devaluación del peso producida como consecuencia directa e inmediata del levantamiento del “cepo”, y a la eliminación de las retenciones a las exportaciones de todos esos productos; medidas ambas dispuestas por el gobierno en los primeros días del inicio del mandato de Macri. 

Por supuesto que esas medidas significan en lo inmediato una transferencia de recursos del fisco a los exportadores, y a más mediano plazo de los consumidores, a los mismos grupos; porque la eliminación de las retenciones produjo el efecto de acoplar  plenamente el precio interno de los alimentos con el internacional, “importando” inflación; tema tratado hasta el cansancio cuando el conflicto con las patronales agrarias por las retenciones móviles.

Ambas medidas (devaluación y eliminación de retenciones) fueron dispuestas en simultáneo, en un combo que no registra antecedentes en nuestra historia económica y que tenía el alegado propósito de reactivar las “economías regionales” afectadas en su “competitividad”. Basta recorrer en los medios las noticias que dan cuenta de cómo se encuentran muchas de esas actividades (por ejemplo la lechería) para darse cuenta que algo no salió como se pensaba pero aun cuando así fuera, no cambia el hecho de que las medidas pegaron fuerte en el bolsillo de los sectores populares, en bienes sensibles del consumo.

En el mismo artículo se da cuenta de las grandes diferencias que existen entre el precio percibido por el productor en el origen de la cadena productiva, y las grandes cadenas de supermercados en el otro extremo: un problema real, que no se solucionaba liberando a las fuerzas del mercado todas las variables, sino -como se dijo acá- con una intervención estatal más precisa e inteligente, a través de regulaciones más adecuadas que eviten esas distorsiones. 

Dicho esto y una vez producidos los efectos de “liberar a las fuerzas productivas” renunciando a la intervención del Estado en cualquiera de sus formas en ese campo, sus consecuencias son devastadoras sobre el salario y su poder adquisitivo: lo que expone el artículo de Tiempo Argentino para el caso de los trabajadores formalizados bajo convenio, es mucho mayor aun en el caso de los asalariados informales, cuentapropistas, precarizados y jubilados. Ni hablemos del fuego que arriman a esa hoguera los descomunales aumentos de las tarifas de servicios públicos esenciales como la luz, el gas, el agua o el transporte.

Varias veces hemos dicho acá que el gobierno de Macri funcionaba “a dos velocidades” según a que sector social estuvieren dirigidas las medidas que tomaba, y que eso reflejaba sus prioridades, y sus apoyos reales: contrástese lo que “se evalúa”, “se analiza” o “no se descarta”, con lo que efectivamente se decide en tiempo récord y sin anestesia; y se verá de que estamos hablando.

El informe de CIFRA habla de una pérdida anualizada del poder adquisitivo de los asalariados formales bajo convenio del orden de los 187.000 millones de pesos, una cifra descomunal que debe contrastarse con los módicos, “segmentados” y demorados anuncios de “medidas sociales compensatorias” de la inflación y los tarifazos; que con viento a favor y de concretarse todos, no llegan a la sexta parte de ese monto.

Desde el inicio mismo del gobierno de Macri se nos viene diciendo que hacia su interior hay una disputa entre “gradualistas” y partidarios del shock, y los medios y economistas que aprueban el rumbo general del gobierno le cuestionan que muchas de las medidas que generaron inflación y transferencia de ingresos en perjuicio de los sectores de ingresos fijos (que juzgaban necesarias) se tomaron al inicio y abruptamente, con las paritarias lejos y por ende con muchos meses de “salarios viejos” pactados a inicios o mediados del 2015 por delante.

La circunstancia no fue para nada casual y no tuvo que ver solamente con las promesas o no de campaña de Macri, sino con sus apoyos concretos, sus profundas convicciones ideológicas y -sobre todo-. un propósito claro y definido desde el principio: transferir ingresos a los exportadores (incluyendo los industriales, a los que también les eliminaron las retenciones) licuándoles el costo salarial que juzgaban elevado en dólares mediante la devaluación, para que recuperaran competitividad; léase tasa de ganancia, y grado de sobre-explotación de la fuerza de trabajo.

Desde esa lógica (que subyace en todas y cada una de las medidas que el gobierno fue tomando en estos cinco meses de gestión) forzar mayores niveles de desempleo y baja del consumo va más allá de generar saldos exportables de bienes básicos de la canasta familiar: genera el marco propicio para forzar negociaciones salariales a la baja, congelando así a futuro una redistribución brutalmente regresiva del ingreso aun bajando hipotéticamente la inflación, y siempre que en lo inmediato eso fuera posible; porque ya se están empezando a verificar más aumentos de los bienes esenciales como consecuencia del despliegue de los efectos del “sinceramiento” en las tarifas o los combustibles.

El deterioro del poder adquisitivo del salario, el aumento de los despidos y la amenaza del desempleo, la merma en el consumo, la transferencia regresiva del ingreso a los sectores más concentrados son efectos buscados ex profeso y no -como intenta convencernos Macri con sus pucheros compungidos cuando nos cuenta cuanto le duelen los aumentos- simples daños colaterales, que por lo demás no se apresuran demasiado en subsanar.

Y definen mejor que nada la naturaleza de éste gobierno: un gobierno de garcas, y para ellos; cuya aparato comunicacional se esfuerza -cada vez más en vano, porque no se puede tapar eternamente el sol con la mano- por convencernos de que “no gobierna para los ricos”.

1 comentario:

  1. Un gobierno de garcas queda corto. Es un gobierno de HDRMP.
    Estos delincuentes merecen juicio popular y la hoguera, como en la Edad Media.

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