martes, 24 de mayo de 2016

IGUALITO


Leemos en la tribuna de doctrina: “El jefe de Gabinete, Marcos Peña, admitió hoy el impacto de las primeras medidas de ajuste de Mauricio Macri en las cifras de pobreza, pero advirtió que el ordenamiento de la economía evitó una "crisis devastadora". "El mayor aporte que estamos haciendo es evitar una crisis estructural. Los números de la economía de diciembre en cualquier contexto histórico estaríamos ante una situación más parecida como a la de 2001 y 1989.

En el 89’ -por si alguno no lo recuerda- la hiperinflación escaló a casi el 6000 %, y en la misma proporción crecieron la pobreza, el desempleo y la pulverización del salario, el dólar se fue a las nubes, el país estaba en virtual defáult de su deuda y se llenó de ollas populares y saqueos a supermercados y comercios, el FMI le negaba su asistencia y Alfonsín debió renunciar su cargo, seis meses antes de la finalización del mandato.

En ese marco, el Menem que había prometido en campaña el salariazo y la revolución productiva pudo ensayar primero el Plan Bunge y Born, y luego hacer aprobar por el Congreso en trámite express las leyes de emergencia económica y reforma del Estado, dando lugar al remate del patrimonio público y al prolijo desmantelamiento del Estado de bienestar del primer peronismo; proceso que se completaría poco después con la convertibilidad de Cavallo.

Los que siempre ganan volvieron a ganar, porque su especialidad son las crisis, y la fuga de capitales al exterior (con ambos gobiernos: el que se iba y el que llegó) fue colosal, financiada por el creciente endeudamiento externo, que terminamos pagando todos.

En el 2001 -más fresco en la memoria, sobre todo con el bochornoso fallo judicial de ayer por la represión en la plaza- el país afrontaba casi seis años de prolongada recesión, la deuda externa se había tornado impagable y un nuevo defáult era inminente, los bancos fueron vaciados y fugaron la guita de los ahorristas, volvieron los saqueos, estallaba la rebelión social en todos lados y De La Rúa la reprimía y declaraba el estado de sitio, para terminar también anticipadamente su mandato, huyendo de la Rosada en el helicóptero.

Poco antes nos dejó de regalo el Megacanje, otro colosal endeudamiento, y los que siempre ganan, volvieron a ganar: en ese marco de conmoción Duhalde impuso la pesificación asimétrica, las deudas en dólares de los grandes grupos económicos del país (que encabezaron además la fuga de capitales) fueron licuadas y las compensaciones a los ahorristas estafados y a los bancos fugadores corrieron por cuenta del Estado, es decir de todos nosotros. La crisis causó un aumento exponencial de la pobreza, el desempleo y la indigencia.

En diciembre del 2015, cuando comenzamos a transitar la “revolución de la alegría”, el país, lejos de ser un paraíso ideal, y con muchas dificultades, tenía un desempleo del 5,9 % y llevaba una década por debajo de los dos dígitos, había ampliado su cobertura previsional a más del 97 % con la última moratoria (la misma que el gobierno de Macri se apresta a dar por finalizada, sin prorrogarla), creció a un 2,1 % ese mismo año (reconocido por el propio INDEC “discontinuado” de Todesca) con la actividad agropecuaria y la construcción creciendo a más del doble del promedio, y como se vio acá la economía siguió creando empleo aunque a menos ritmo que años anteriores, cuando crecía a tasas chinas.

La inflación oscilaba entre un 22 y un 25 % anual según estimaciones privadas y con clara tendencia a la baja hasta que Prat Gay abrió la bocota y anunció la devaluación; y el endeudamiento público (medido en términos de porcentaje del PBI) era la cuarta parte del recibido por Néstor Kirchner en el 2003, y el más bajo desde los tiempos del primer peronismo.

Con todo y sus imperfecciones, el demonizado “cepo” contuvo la secular tendencia a la fuga de capitales y el país pudo crecer por más de una década, sin acceder a los mercados financieros; pagando en el transcurso puntualmente los servicios de la deuda reestructurada en los canjes del 2005 y 2010; mientras Cristina dejaba el gobierno en medio de una de las más grandes manifestaciones populares que se recuerden, desde el retorno a la democracia.

Igualito pero igualito -como dos gotas de agua- que Alfonsín en el 89’, o De La Rúa en el 2001, según nos cuenta el Jefe de Gabinete.

La “mega crisis” inminente a punto de estallar (pero invisible a los ojos del común de los mortales, y solo perceptible para los esclarecidos del gobierno) corresponde a la imaginación del señor Peña y la runfla que nos gobierna, que muy por el contrario y con una batería de medidas lanzadas sin pausa desde el primer día de gestión, nos autoinflingió una profunda y grave crisis, con efectos ya perceptibles en el salario, el empleo, el consumo y los niveles de pobreza.

Peña y sus mercachifles de la comunicación no engañan a nadie, o a casi nadie, salvo la audiencia cautiva de tele-lobotomizados: el libreto que están aplicando es el mismo de siempre de la derecha (vieja, nueva y repetida), que tantas veces hemos conocido y padecido: ajuste y pérdida de derechos para los sectores populares, colosales transferencia de ingresos para los más concentrados, endeudamiento y desguace del Estado, financiación social de la fuga de capitales.

Un libreto que -con leves adaptaciones en detalles secundarios- aplican sin importarles nunca el contexto político, económico o social en el que han de desplegarlo; de allí que tengan más dificultades para explicarlo, que para imponerlo: en esto último han tenido bastante suerte, en buena medida por el blindaje mediático de que gozan, y por la crisis de la oposición política y sindical.

No es (como nos quiere hacer creer Peña) que tenían pensado hacer otra cosa y tuvieron que cambiar sobre la marcha, porque se encontraron con que la herencia era más pesada que lo esperado: los famosos “perjuicios que causaron los contratos del dólar futuro” (por poner un ejemplo que les resulta familiar) se los autocausaron ellos mismos devaluando, y aun así, representan la cuarta o quinta parte de la bola de nieve que han creado con las LEBACS y sus intereses, sin contar el veloz reendeudamiento externo del país; que “volvió a los mercados”.

Como resulta difícil explicar que sin dictadura, hiperinflación o crisis institucional de por medio aplican un mix de las políticas de Alzogaray, Martínez de Hoz y Cavallo (en sus dos versiones: menemismo y Alianza), van hilvanando una tras otra una cadena de mentiras, que se pisan sucesivamente.

Primero negaron que fueran a ajustar, y cuando el ajuste ya estaba en marcha, lo negaron, para luego admitirlo pero minimizándolo con el cuento de que habían optado por el “gradualismo”; después el ajuste -por inocultable, ya admitido- pasó a ser duro, pero “nos duele a nosotros más que a ustedes”, y finalmente ahora es “sabemos que a ustedes les duele y lo están pasando mal, pero es necesario porque así evitamos un mal mayor, y llegaremos a la felicidad”.

Esa felicidad esquiva, que primero arrancaba en el exacto momento que Macri recibía los atributos presidenciales, para luego pasar a ser realidad -sucesivamente- “al levantar el cepo”, “al arreglar con los hold outs”, “en el segundo semestre” y últimamente “dentro de un año”, o sea: nunca, o no sabemos, o no nos importa.

Mientras, lo sacan a la cancha a Durán Barba para que nos explique el milagro de un presidente que ajusta, despide, tolera despidos y pulveriza el salario con sus políticas, pero cuya imagen positiva - pese a eso- crece día a día.

Pero que a los pocos días de asumir lanzó un “protocolo de la protesta social”, y ahora aparece en “actos cuidados”, cuidadosamente montados; como el del otro día en Cresta Roja. Debe ser para evitar que lo acosen sus fans.

1 comentario:

  1. Es una variante de la "Doctrina del Shock": antes, HACÍAN una crisis para justificar el posterior ajuste/transferencia de los pobres hacia los ricos.

    Ahora, CUENTAN RETROSPECTIVAMENTE una crisis que no existió para justificar el presente ajuste/transferencia de los pobres hacia los ricos.

    Esencialmente, es el Relato M. Lo consumen y predican su núcleo duro y anexos, como una liturgia evangelizadora.

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