Leemos en la tribuna de doctrina:
“El jefe de Gabinete, Marcos Peña, admitió hoy el impacto de las primeras
medidas de ajuste de Mauricio Macri en las cifras de pobreza, pero advirtió que
el ordenamiento de la economía evitó una "crisis devastadora".
"El
mayor aporte que estamos haciendo es evitar una crisis estructural. Los números
de la economía de diciembre en cualquier contexto histórico estaríamos ante una
situación más parecida como a la de 2001 y 1989” .
En el 89’ -por si alguno no lo
recuerda- la hiperinflación escaló a casi el 6000 %, y en la misma proporción
crecieron la pobreza, el desempleo y la pulverización del salario, el dólar se
fue a las nubes, el país estaba en virtual defáult de su deuda y se llenó de
ollas populares y saqueos a supermercados y comercios, el FMI le negaba su
asistencia y Alfonsín debió renunciar su cargo, seis meses antes de la
finalización del mandato.
En ese marco, el Menem que había
prometido en campaña el salariazo y la revolución productiva pudo ensayar
primero el Plan Bunge y Born, y luego hacer aprobar por el Congreso en trámite
express las leyes de emergencia económica y reforma del Estado, dando lugar al
remate del patrimonio público y al prolijo desmantelamiento del Estado de
bienestar del primer peronismo; proceso que se completaría poco después con la
convertibilidad de Cavallo.
Los que siempre ganan volvieron a
ganar, porque su especialidad son las crisis, y la fuga de capitales al
exterior (con ambos gobiernos: el que se iba y el que llegó) fue colosal,
financiada por el creciente endeudamiento externo, que terminamos pagando
todos.
En el 2001 -más fresco en la
memoria, sobre todo con el bochornoso fallo judicial de ayer por la represión
en la plaza- el país afrontaba casi seis años de prolongada recesión, la deuda
externa se había tornado impagable y un nuevo defáult era inminente, los bancos
fueron vaciados y fugaron la guita de los ahorristas, volvieron los saqueos,
estallaba la rebelión social en todos lados y De La Rúa la reprimía y declaraba
el estado de sitio, para terminar también anticipadamente su mandato, huyendo
de la Rosada en el helicóptero.
Poco antes nos dejó de regalo el
Megacanje, otro colosal endeudamiento, y los que siempre ganan, volvieron a
ganar: en ese marco de conmoción Duhalde impuso la pesificación asimétrica, las
deudas en dólares de los grandes grupos económicos del país (que encabezaron
además la fuga de capitales) fueron licuadas y las compensaciones a los
ahorristas estafados y a los bancos fugadores corrieron por cuenta del Estado,
es decir de todos nosotros. La crisis causó un aumento exponencial de la
pobreza, el desempleo y la indigencia.
En diciembre del 2015, cuando
comenzamos a transitar la “revolución de la alegría”, el país, lejos de ser un
paraíso ideal, y con muchas dificultades, tenía un desempleo del 5,9 % y
llevaba una década por debajo de los dos dígitos, había ampliado su cobertura
previsional a más del 97 % con la última moratoria (la misma que el gobierno de
Macri se apresta a dar por finalizada, sin prorrogarla), creció a un 2,1 % ese
mismo año (reconocido por el propio INDEC “discontinuado” de Todesca) con la
actividad agropecuaria y la construcción creciendo a más del doble del
promedio, y como se vio acá la economía siguió
creando empleo aunque a menos ritmo que años anteriores, cuando crecía a tasas
chinas.
La inflación oscilaba entre un 22
y un 25 % anual según estimaciones privadas y con clara tendencia a la baja
hasta que Prat Gay abrió la bocota y anunció la devaluación; y el endeudamiento
público (medido en términos de porcentaje del PBI) era la cuarta parte del
recibido por Néstor Kirchner en el 2003, y el más bajo desde los tiempos del
primer peronismo.
Con todo y sus imperfecciones, el
demonizado “cepo” contuvo la secular tendencia a la fuga de capitales y el país
pudo crecer por más de una década, sin acceder a los mercados financieros;
pagando en el transcurso puntualmente los servicios de la deuda reestructurada
en los canjes del 2005 y 2010; mientras Cristina dejaba el gobierno en medio de
una de las más grandes manifestaciones populares que se recuerden, desde el
retorno a la democracia.
Igualito pero igualito -como dos
gotas de agua- que Alfonsín en el 89’ ,
o De La Rúa en el 2001, según nos cuenta el Jefe de Gabinete.
La “mega crisis” inminente a
punto de estallar (pero invisible a los ojos del común de los mortales, y solo
perceptible para los esclarecidos del gobierno) corresponde a la imaginación
del señor Peña y la runfla que nos gobierna, que muy por el contrario y con una
batería de medidas lanzadas sin pausa desde el primer día de gestión, nos
autoinflingió una profunda y grave crisis, con efectos ya perceptibles en el
salario, el empleo, el consumo y los niveles de pobreza.
Peña y sus mercachifles de la
comunicación no engañan a nadie, o a casi nadie, salvo la audiencia cautiva de
tele-lobotomizados: el libreto que están aplicando es el mismo de siempre de la
derecha (vieja, nueva y repetida), que tantas veces hemos conocido y padecido:
ajuste y pérdida de derechos para los sectores populares, colosales transferencia de ingresos para
los más concentrados, endeudamiento y desguace del Estado, financiación social
de la fuga de capitales.
Un libreto que -con leves
adaptaciones en detalles secundarios- aplican sin importarles nunca el contexto
político, económico o social en el que han de desplegarlo; de allí que tengan
más dificultades para explicarlo, que para imponerlo: en esto último han tenido
bastante suerte, en buena medida por el blindaje mediático de que gozan, y por
la crisis de la oposición política y sindical.
No es (como nos quiere hacer
creer Peña) que tenían pensado hacer otra cosa y tuvieron que cambiar sobre la
marcha, porque se encontraron con que la herencia era más pesada que lo
esperado: los famosos “perjuicios que causaron los contratos del dólar futuro”
(por poner un ejemplo que les resulta familiar) se los autocausaron ellos
mismos devaluando, y aun así, representan la cuarta o quinta parte de la bola
de nieve que han creado con las LEBACS y sus intereses, sin contar el veloz
reendeudamiento externo del país; que “volvió a los mercados”.
Como resulta difícil explicar que
sin dictadura, hiperinflación o crisis institucional de por medio aplican un
mix de las políticas de Alzogaray, Martínez de Hoz y Cavallo (en sus dos
versiones: menemismo y Alianza), van hilvanando una tras otra una cadena de
mentiras, que se pisan sucesivamente.
Primero negaron que fueran a
ajustar, y cuando el ajuste ya estaba en marcha, lo negaron, para luego
admitirlo pero minimizándolo con el cuento de que habían optado por el
“gradualismo”; después el ajuste -por inocultable, ya admitido- pasó a ser
duro, pero “nos duele a nosotros más que a ustedes”, y finalmente ahora es
“sabemos que a ustedes les duele y lo están pasando mal, pero es necesario
porque así evitamos un mal mayor, y llegaremos a la felicidad”.
Esa felicidad esquiva, que
primero arrancaba en el exacto momento que Macri recibía los atributos
presidenciales, para luego pasar a ser realidad -sucesivamente- “al levantar el
cepo”, “al arreglar con los hold outs”, “en el segundo semestre” y últimamente
“dentro de un año”, o sea: nunca, o no sabemos, o no nos importa.
Mientras, lo sacan a la cancha a
Durán Barba para que nos explique el milagro de un presidente que ajusta,
despide, tolera despidos y pulveriza el salario con sus políticas, pero cuya
imagen positiva - pese a eso- crece día a día.
Pero que a los pocos días de asumir lanzó un “protocolo de la protesta social”, y ahora aparece en “actos cuidados”, cuidadosamente montados; como el del otro día en Cresta Roja. Debe ser para evitar que lo acosen sus fans.
Pero que a los pocos días de asumir lanzó un “protocolo de la protesta social”, y ahora aparece en “actos cuidados”, cuidadosamente montados; como el del otro día en Cresta Roja. Debe ser para evitar que lo acosen sus fans.
Es una variante de la "Doctrina del Shock": antes, HACÍAN una crisis para justificar el posterior ajuste/transferencia de los pobres hacia los ricos.
ResponderEliminarAhora, CUENTAN RETROSPECTIVAMENTE una crisis que no existió para justificar el presente ajuste/transferencia de los pobres hacia los ricos.
Esencialmente, es el Relato M. Lo consumen y predican su núcleo duro y anexos, como una liturgia evangelizadora.