Después de haber quedado afuera
del balotaje pero con una buena cosecha de votos y atento a las encuestas que
perfilaban el triunfo de Macri, Sergio Massa dirigió para ese lado sus guiños;
acaso pretendiendo adueñarse en parte del triunfo, o para ser más precisos, del
mérito de haberle puesto fin al ciclo kirchnerista.
Con Macri en el gobierno, y
siempre con el ojo atento a las encuestas que marcaban la luna de miel del
nuevo gobierno con la sociedad (los famosos “100 días”) sobreactuó su buena
onda con Macri, viaje a Davos y acompañamiento al gobierno en el Congreso en la
discusión del arreglo con los fondos buitres, incluido.
Supuso acaso que mostrarse como
el “opositor razonable” lo posicionaría naturalmente para ser la principal
alternativa a “Cambiemos”, y le posibilitaría pescar a río revuelto en la
convulsionada interna post electoral del peronismo, sin necesidad de esforzarse
demasiado por jugar en ella; ni aceptar algún que otro convite a volver al
redil del PJ.
Con el andar del gobierno de
Macri, le aparecieron competidores: Pichetto tratando de traficar influencias
en el Senado (con la llave del quórum y las mayorías necesarias para que pase
cualquier proyecto), Urtubey ocupando progresivamente lugar a su lado en las
fotos con Macri y en los viajes presidenciales (lo acompañó a la mini
entrevista con el Papa) y Bossio escindiendo el bloque del FPV en Diputados
para facilitar el quórum y luego sumar votos a favor del acuerdo con los fondos
buitres.
Movidas todas que le fueron
bajando el precio a Massa, porque para Macri ya no era imprescindible contar
siempre con él para avanzar en el Congreso, y cada vez que puede, se lo hace
notar; pese a lo cual el tigrense perservera en mostrarse como una pieza clave
del tablero, sobreactuando su rol de “opositor propositivo”.
Las intenciones de Massa de
seguir pescando en la “ancha avenida del medio” por donde transitan los que no
quieren estar a ningún lado de la “grieta” (ni con el gobierno ni con el
kirchnerismo) chocan de frente con las de Macri de profundizar esa grieta,
sobre todo en términos políticos: la apelación presidencial a “no acompañar” al
kirchnerismo en la ley anti-despidos no es sino un intento de alinearlo de su
lado (en modo subordinado, por supuesto), o condenarlo a quedar pegado con lo que
desde “Cambiemos” se caracteriza como una asociación ilícita dedicada a
delinquir, a la que no se le reconoce entidad política.
En la medida que crece la
“grieta” política, se diluye y se invisibiliza Massa, tal como se pudo
comprobar con el retorno de Cristina, y las repercusiones que generó a los dos
lados de la “grieta”.; pero cuando avanzan las políticas de Macri que
profundizan en la “grieta” pero económica (entre los ganadores y los perdedores
del modelo), los problemas para Massa parecen crecer.
Así por ejemplo el debate por la
ley anti-despidos desnudó los serios problemas internos del Frente Renovador,
donde conviven diputados de extracción sindical con lobbistas del empresariado
como De Mendiguren; y la postura del propio Massa ante el reclamo sindical
terminó siendo anodina e intrascendente: las discusiones internas en su espacio
ni siquiera le permitieron tener algún tipo de participación o protagonismo en
la movilización gremial del viernes pasado.
Es como si la profundización de
la grieta se lo fuera tragando, y quedara en el peor lugar (la supuesta
equidistancia, que no es tal) en el peor momento: así aparece en los medios
forzado a pegarle al kirchnerismo a como de lugar (para que no lo acusen de ser
leptroso, en términos del dispositivo mediático dominante, y de la propia
palabra de Macri), pero sin poder comprar a libro cerrado el libreto del
gobierno para cada tema.
Tarea ésta última dificultada por
el propio Macri y su gobierno, que casi nunca le tienden una soga de la cual
agarrarse para justificar la “banca” que les hace, como una virtual segunda
marca.
Todo eso sin considerar que -como
se ha dicho acá varias veces- si la sociedad fuera a convalidar las políticas
del gobierno con su voto en las legislativas del 2017 preferirá siempre al
original y no a una copia. Lo mismo vale para los que quieran expresar entonces
con su voto su descontento con Macri y su gobierno: para opositores, preferirán
los que no dejaron dudas de que lo son.
Es que además el Employee debe acatar las órdenes que le imparte el Virrey en La Embajada, pertenecer tiene esas dificultades vió, y lo que hace Isidoro Blanco Villegas es cumplir al pie de la letra con llevar al país al rol que nos tiene asignado el norte de consumidores, los que puedan, de sus productos, por tanto revelarse a ello sería perder apoyo del Tío Tom y su sucesor, y ya en el país del Poder animéis to a través del edificio de la calle Tacuarí y su ocupante del puesto mayor.
ResponderEliminarNunca menos y abrazos
Por este tipo y las viudas de Duhalde que arrastra, perdimos. Jamás lo olvidemos.
ResponderEliminarSe lo tiene merecido por cagador. Siempre intentando hacer flotación de línea. Hace rato que se lo tragó la grieta. No existe políticamente. Ser tan amarillo implicó su progresiva desaparición política. Es el destino del ¨traidor¨.
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