Está enojado Mau, se lo nota como crispado, casi casi
kirchnerista: atrás quedó la promesa de la revolución de la alegría, el
chistonto siempre a mano para descomprimir, y ya ni le piden que tire el pasito
con el que debutó desde el balcón de la Rosada al asumir.
Y eso que lo cuidan, y cuando le
toca salir por algo lo rodean de gente “del palo”, para evitarle pasar malos
momentos. Se lo nota tenso, como al borde siempre, y últimamente -en cada
ocasión que habla- tirando algún palazo más allá de la previsible (y a esta
altura gastada) apelación a “la pesada herencia recibida”: días pasados cobró
Pichetto con nombre y apellido, por la ley anti-despidos, y el domingo, el
sindicalismo que organizó la marcha del viernes, y los propios trabajadores.
Para un cultor de la “política
imagen” como Macri, con un libreto estudiado hasta el detalle y un discurso
cargado de lugares comunes de la neutralidad (significantes vacíos,
generalidades con las que casi nadie podría estar en desacuerdo) es de una
torpeza mayúscula celebrar el Día del Trabajador diciendo que hay empleos
inútiles, trabajadores ñoquis, exceso de ausentismo y uso abusivo de las
licencias. Ni hablar que el día después esperaban a los laburantes aumentos en
la nafta y en los puchos.
¿Qué nos espera entonces para el
día del jubilado, una queja presidencial porque un montón de viejos de mierda
no se terminan de morir y pesan en las cuentas del Estado porque hay que
pagarles jubilaciones, y darle medicamentos gratis? Aunque pensándolo bien, de
esto último ya se están ocupando.
Ante la ola de despidos en el
Estado y las previsibles quejas que levanta (mientras los privados replican el
ejemplo estatal, y despiden), el presidente nos dice que los despedidos y sus
trabajos eran todos inútiles y prescindibles; y se enoja porque no les gustan
ni los despidos, ni las causas explicitadas. Raro ¿no? ¿pretendía acaso un “ah
bueno, si nos lo explican por ese lado, nos la bancamos y no protestamos más”?.
Algo parecido parece haberle pasado con el sindicalismo y
la protesta del viernes: vaya uno a saber cual fue el contenido de las charlas
de Macri con las CGT, pero a juzgar por su reacción, es como si se hubieran
comprometido con él a no hacer nada mientras la guadaña del desempleo avanzaba.
El locro con Barrionuevo (que al final no fue) terminó siendo en ese contexto
la reacción de un novio despechado, por una promesa incumplida; y eso que en
los discursos (sobre todo Moyano y Caló) hicieron bastante esfuerzo para no
tratarlo mal.
Antes había estado enojado cuando
saltó lo de Panamá, sin que terminemos de saber por qué: ¿acaso porque las
acusaciones de corrupción se suponían exclusivas para el kirchnerismo, tal vez
con la filtración (pese a que fue un “involucrado cuidado” por los periodistas
que investigaron) o con el rebote internacional, cuando “volvíamos al mundo”?
Vaya uno a saber. También estuvo un rato enojado con los empresarios por los
precios y porque no ponen la tutuca, pero le duró poco: acaso en Olivos le
recordaron como son las cosas en ése, “su” mundo.
Y confunde los ámbitos en los que
demostrar el enojo, como si estuviera en Boca, las empresas familiares o el
gobierno de la CABA; donde todos debían acomodarse a sus deseos: ahora el
escenario en el que se mueve es más amplio, y el público más variado y exigente.
Empezando por muchos de los que le compraron la entrada, depositándole el voto.
Del Congreso clausurado y
ninguneado a decretazos pasó a la construcción de una mayoría amplísima a su
favor en el entuerto buitre (una alegría fugaz, donde ni siquiera se permitió
las efusividades de Prat Gay), y de allí sin escalas al berrinche porque los
opositores...se oponen, y votan cosas en su contra. Como decía un inverosímil título de Clarín “se le dieron vuelta”, regresando a donde debieron
haber estado desde el principio: en la vereda de enfrente, porque para eso los
votaron.
Y encima se envalentona y dice que si una ley no le gusta (como hacía cuando era jefe de gobierno), la veta y listo.
Y encima se envalentona y dice que si una ley no le gusta (como hacía cuando era jefe de gobierno), la veta y listo.
Dejando de lado sus cambios de
discurso en campaña, ya en el gobierno y en apenas cinco meses Macri fue
pasando de “vamos a levantar el cepo y lloverán las inversiones” a “para nosotros
el arreglo con los buitres no es prioritario” y luego “es esto (claudicar ante
el buitrerío) o el ajuste y la hiperinflación”; y de negar que hicieran un
ajuste a admitirlo pero relativizarlo porque “podría ser mucho peor”. Y de allí
a admitir que es durísimo, pero “a mí también me duele y me afecta” y para
coronar las volteretas, ahora la cosa es que el ajuste era inevitable “porque
la economía estaba al borde del colapso”.
O sea la falacia de la “tremenda
crisis”, que por más malabares discursivos que hagan, cada vez les será más
difícil ocultar que fue auto-gestada, a punto tal que luego del tremendo
desbarajuste que hicieron en perjuicio de los sectores populares, hoy
celebrarían como un éxito volver a los niveles de inflación del final del gobierno
de Cristina. Una crisis tan tremenda que no se la percibe si no se la menciona
todo el tiempo, y tan profunda que hay que invocarla (sin explicarla demasiado)
a cada rato, porque si no no se la tiene presente, para “comprender” el por qué
del ajuste.
De tanto apostrofar contra la
crispación y el conflicto, creen que porque no los pongan en primer plano en su
discurso la realidad los omite, o los procesa sola sin la mediación de la
política (que además es por definición creadora de conflictos). Por alguna
forma de pensamiento mágico esperan que los ganadores y perdedores del modelo
que están aplicando celebren por igual el resultado, como si este no existiera.
Para quien dice abjurar de las
ideologías, Macri está sobregirado en ideología, cuando intenta explicar las
causas de la inflación, cuando elige destinatarios de los mandobles, cuando
jerarquiza valores y ni hablar cuando decide cosas concretas, desde el
gobierno: todas esas facetas tienen un hilo conductor, el de las ideas, las
medidas y los planes de la derecha, que de tan “nueva” que pretende ser, es
igualita a la vieja y misma de siempre.
Y cuando se lo dicen es cuando se
enoja porque le remarcan lo de las dos velocidades de su gobierno (Moyano lo
dijo el viernes en el acto), y que gobierna para los ricos, como si se
preguntara para adentro (tal vez en cualquier momento lo largue en público)
¿qué pasó con el “paquete social”, por qué no mueven el amperímetro los
anuncios de obras, planes “reactivantes” y viviendas?
Su gobierno (mal que le pese a él)
gobierna para los ricos, es notorio que lo hace, y no hay “comunicación
eficiente” que logre disimularlo, porque justamente para hacer eso lo pusieron
allí, aunque llegara por el voto. Por lo que o lo asume y supera los pucheros
ante la oposición (política, sindical, social) a ese hecho, o cambia el rumbo.
Tan sencillo como eso.
Le vendría bien calmarse un poco a Macri,
sobre todo si su gobierno va a perseverar por este rumbo, porque en ese caso la
realidad -esa con la que está enojado, mal y con ganas de emprenderla a los
piñazos- se va a ir poniendo cada día un poco más compleja; y en ese caso no cae
bien que el presidente parezca siempre al borde del ataque de nervios, o como con
ganas de tomarse el palo.
Tengo una certeza ,que la lluvia de inversiones solo logra que broten nuevas y voluminosas fugas de divisas con lo que la situación de crisis se potencia.
ResponderEliminarLa mentada recuparación del segundo semestre sera dilatada para el segundo año.¿ Que cara tendrá entonces el turro este?
Es sutil, pero ya reconocen que hay crisis. No se proponen evitarla ni paliarla, solamente tienen como objetivo impedir que estalle. Pero les va a estallar en la cara
ResponderEliminarA ver, mepa que se le está errando el vizcachazo si se sostiene que el tipo no entiende qué pasa. Lo sabe bien, pero su aparato comunicacional necesita seguir imponiendo el relato al estilo del MINVER de 1984. La idea es mantener el discurso haciendo pie en el prestigio que sus comunicadores a sueldo se ganaron con la erosión de la etapa nacionalista que vivimos en los últimos 12 años. Ahora, vamos derecho a la remoción de todo aquello que signifique "patria" o "unidad nacional". El reemplazo del stand de Zamba en Tecnópolis por una feria del medioevo es el más claro ejemplo.
ResponderEliminarTodas estas cosas de "no comprende la realidad", "van a chocar la calesita" y demases son diagósticos erróneos. A los tipos los contrataron para hacer algo, y lo están haciendo: Someter al país a los designios de sus patrones. Y si para eso hay que subsumir en la miseria a la mitad de la población, endeudarse de por vida, o matar a unos cuantos, no les calienta. Ellos no asumen esos costos, porque otro ya se los pagó.
Claro que saben los que están haciendo. El litro de nafta a $20, un paquete de cigarrillos a $45, la comida el 60% más cara, las tarifas al 300%, el transporte triplicado.
ResponderEliminar¿Ellos no asumen esos costos?
Ya los van a tener que asumir, porque no parece muy improbable un rifle sanitario.
Es que es lo mismo anónimo. Si se tienen que ir en helicóptero o en el casino flotante, se van a ir. Total, su función ya fue cumplida y van a poder retornar a la actividad privada, pero con unos cuantos millones más en los bolsillos. Y deshacer sus entuertos va a llevar mucho más que éstos 6 meses de atentados contra el país.
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