Lo que no pudieron ni el arreglo “a como dé
lugar” con los fondos buitres, los despidos, las suspensiones, los cierres de
empresas y comercio y las remarcaciones de precios, podría estarlo logrando el
tarifazo de los servicios públicos: que vastos sectores de la sociedad pasen de
la queja a la acción, y protesten contra el gobierno de Macri y sus políticas.
Aranguren lo hizo.
A Macri se le
sublevó incluso buena parte del voto propio a lo largo y a lo ancho del país, y
donde no hubo huelgas ni piquetes, sobraron amparos y cautelares. El estoicismo
de “pago lo que sea con tal de que ya no estén más los k” o la racionalidad de
“a las cosas hay que pagarlas por lo que valen” parecieran estar cediendo ante
la llegada de las tarifas de luz, gas y agua “sinceradas”. Del aguante
“militante” y la “comprensión y acompañamiento” a la furia, en un par de
vencimientos.
El tarifazo tiene
impacto económico, posponiendo en sus efectos la anunciada baja de la inflación
y colocando en el limbo las promesas de reactivación futura; pero también
produce efectos políticos: se desmarcan los aliados de "Cambiemos" (como Carrió y la UCR), tanto como sus segundas marcas (Massa, Stolbizer); aunque
paradojalmente les tiran más cables a Macri que los propios socios de
“Cambiemos”: en la discusión en el Congreso de la llamada “ley Pyme” Massa se
opuso de plano al planteo del Frente Para La Victoria de incluir un capítulo
tumbando el tarifazo, y plantando tarifas diferenciales para las pequeñas y
medianas empresas.
Los gobernadores en
su casi totalidad (incluyendo los oficialistas, como los de Jujuy y Mendoza)
secundaron los planteos judiciales de lo usuarios y consumidores porque -al fin y
al cabo- votan; y ya están empezando a hacer control de daños de cara a las
legislativas del año que viene.
Desde los medios
afines al gobierno se hace un esfuerzo ingente por desvincularlo a Macri de la
génesis política del tarifazo, y circunscribirlo a los “excesos” de Aranguren,
o a su mala praxis. El intento choca contra la realidad y contra el propio Macri,
que en cuanta ocasión tiene a la mano (incluyendo el acto del bicentenario de
la independencia, o el "relanzamiento" del Procrear) justifica ampliamente las medidas y no duda en asumir su
paternidad, acaso suponiendo que aun goza de indemnidad política ante el
aumento del malhumor social.
El tarifazo es una
brasa ardiente que todos se pasan de mano en mano, y pone en aprietos a la
Corte Suprema, en pleno proceso de recomposición interna, y en pleno operativo
de integración del Poder Judicial (comenzando por su cabeza) al dispositivo
político de poder que sustenta a Macri y su programa de gobierno.
El discurso del
gobierno trasunta incoherencia por donde se lo mire: o el tarifazo “era
inevitable, porque de lo contrario íbamos camino a ser Venezuela”, o “estamos
aprendiendo sobre marcha”, y por eso recularon de los aumentos del 2000 % para
poner topes del 400 o 500 % según se trate de usuarios residenciales, comercios
o industrias.
La rebelión social
contra el tarifazo es transversal a la geografía nacional, los alineamientos
políticos, la opción del voto en las últimas elecciones y los sectores
sociales; aunque con fuerte predominio de las clases medias en las protestas.
La protesta vuelve a poner en primer plano la polémica por la política de
subsidios a los servicios públicos que ocupara primerísimo lugar durante todos
los años del kirchnerismo
Una polémica que
merece recordarse hoy, en éste contexto: el kirchnerismo amagó allá por los
inicios del segundo mandato de Cristina con revisar los subsidios en el marco
de lo que se dio en llamar “sintonía fina”, apelando a la renuncia voluntaria
(como en su momento Kirchner apeló a la elección voluntaria de la jubilación
privada o estatal), con un estrepitoso fracaso: tanto los que hoy protestan por
los aumentos como -sobre todo- los pocos que van quedando que aun los justifican, no renunciaron a seguir cobrando los subsidios.
Con la experiencia
Aranguren a la vista, habrá que suponer que “el mejor equipo de los últimos 50
años” no es tal y por el contrario son bastante mamertos, o que la “sintonía
fina” que asegure operar con bisturí sobre el sistema de subsidios para que le
lleguen a los sectores que realmente los necesitan (tal la cantinela opositora
en los tiempos de los gobiernos kirchneristas), no es tan sencilla desde el
gobierno, como se veía desde el llano opositor.
La otra enseñanza que deja el proceso (en el marco
de un brusco retroceso del salario real como consecuencia de las políticas del
macrismo) es que queda más claro que nunca que los subsidios (con todo y sus
imperfecciones) constituían una forma de salario indirecto a los sectores
populares; que complementaba la capacidad adquisitiva del salario formal.
Por otro lado ha
quedado palmariamente demostrado que el tarifazo no se vio compensado con una
baja sustancial del gasto del Estado en subsidios (tal el objetivo declarado),
porque se lo hizo a los hachazos y con el estricto fin de favorecer los números
de la petroleras, aumentando el gas en boca de pozo; entre otras barbaridades
como las que reseñaba Claudio Scaletta en ésta nota de Página 12.
En el caso de las
prestadoras privadas del sistema energético (generadoras, transportadoras,
distribuidoras) no se les exigieron a cambio de las nuevas tarifas compromisos
concretos de inversiones para mejorar los servicios, ni se redefinieron los
contratos y los marcos regulatorios. Por el contrario, esas tareas pendientes
se ensayan como argumentos para justificar una segunda ronda de aumentos,
cuando se fijen “los cuadros tarifarios definitivos”.
Una línea
argumental consistente con la que está sosteniendo el gobierno en los estrados
judiciales para defender los tarifazos decididos sin haber realizado audiencias
públicas (en la que piensa insistir, por eso estaba ayer Garavano en la conferencia de prensa), y con el discurso del “club de los ex Secretarios de Energía” (buena
parte de ellos, hoy nuevamente en el gobierno) de que es necesario seguir
aumentando aun más las tarifas, para cubrir los costos reales de la energía.
Algo de eso subyace en el discurso del propio Macri.
El problema es
mucho más complejo que no haber hecho audiencias públicas, aunque eso sería hoy
para el gobierno un engorro político porque lo expondría a un debate abierto
para justificar los aumentos, del que no es dudoso saldría perdiendo.
El tema pasa por discutir la cuestión de las
tarifas de los servicios públicos en un contexto social, político y económico
mucho más amplio: la política de redistribución social de los ingresos, el
modelo productivo, los costos sociales de asfixiar a los hogares y las empresas
con tarifas “sinceradas”, la suba de costos productivos provocada por medidas del propio gobierno. En definitiva, la misma discusión de fondo de
cualquier faceta del ajuste: aun cuando se asuma que la economía presenta
ciertos desequilibrios estructurales que hay que corregir, el
asunto es como se reparten las cargas, a la hora de corregirlos.
En ese contexto, no
podemos admitir que nos encierren en la falsa disyuntiva de que un 2000 % de
aumento del gas o la luz está mal y es impagable, mientras que un 400 % o 500 %
sería razonable y aceptable; mientras la “tarifa social” como está planteada es
un chiste, engorroso y burocrático.
Y la reflexión viene a cuento del hecho (más que
probable) que la Corte termine convalidando más tarde o más temprano ese nivel
de aumentos: ¿qué harán entonces los “indignados” sociales y los “desmarcados”
políticos?
La corte va a fallar a favor del gobierno, los medios hegemonicos le minimizan o invisibilizan el costo politico. La batalla es cultural. Hay que aprovechar esta brecha y empezar a instalar que estos tipos gobiernan para ellos mismos, se benefician entre ellos.
ResponderEliminarToman nuevas medidas y la siguen chingando, como decía mi abuela, ejemplo: en mar del plata el m3 de gas estaba antes del tarifazo y contenido por medidas judiciales efectuadas por usuarios era de 0,22 ctvos., lo que con un 400% lo llevaría a $1,10, en otras ciudades cercanas a mar del plata que no habían interpuesto recursos judiciales el m3 valía $1,60, con el tarifado lo llevaron a $ 4,77, es decir "solo" el 198% de aumento, lo que también hace impagable la factura, y llegar al l techo del 400% que sería de $ 8xm3, deberían haber arrancado por una unificación por las tarifas de los que más pagábamos, para así gradualmente "abrochar a todos y todas"
ResponderEliminarEs el cepo energetico que pretende que hasta cojamos vestidos
ResponderEliminarHay que encender las luces todo el día, usar el gas las 24 horas y dejar correr el agua.
ResponderEliminarQue paguen Mauri y los 40 ladrones.