miércoles, 14 de septiembre de 2016

PROMESAS SOBRE EL BIDET


En el esquema económico original del macrismo la idea de "abrirnos al mundo" supone que la inversión extranjera es el motor principal del despegue de la economía, consigna planteada con bastante simplismo y mucho de voluntarismo sobre como está funcionando hoy realmente ese mundo al que queremos abrirnos: recesión, excedentes de producción de los países industrializados que buscan ser colocados en los emergentes y periféricos, alzamiento de barreras proteccionistas para protegerse de los productos importados producidos a precios de dúmping, debilidad consecuente de los flujos del comercio internacional. 

Incluso el gobierno promovió un agresivo cambio en el esquema de las relaciones exteriores y el alineamiento e inserción internacional del país que va más allá de los propios ritmos de la reestructuración internacional: los tratados TTP y acuerdos de libre comercio -por caso- que entusiasman al gobierno de Macri son objeto de dudas y cuestionamientos en los propios Estados Unidos, su supuesto impulsor principal.

De ese voluntarismo y error de diagnóstico surgieron los sucesivos fracasos de los ensayos intentados hasta acá para provocar la "lluvia de dólares" prometida" el levantamiento del "cepo", el arreglo con los fondos buitres y últimamente el blanqueo; del que ya casi ni se habla. De hecho, la circunstancia de que su lugar en las primeras planas de los diarios lo ocupe el "mini Davos" organizado por el gobierno de Macri para atraer inversores extranjeros da cuenta de ese fracaso.

Del foro de inversores se promete lo mismo que se prometió antes de los otros intentos: que ahora sí vendrán las inversiones, y la economía empezará a despegar. Lo que hasta acá vino (y así como vino se va) son inversiones financieras de corto plazo, en especial a partir de la liberalizacion del mercado cambiario, la eliminación de todas las restricciones al movimiento de capitales, la desregulación del mercado financiero y el agresivo proceso de re-endeudamiento externo.

Que vengan por el canal productivo inversiones de la misma o parecida magnitud es -en cambio- bastante dudoso en un país en que por las políticas del gobierno se está destruyendo el mercado interno (que explica fácilmente las 3/4 partes de la demanda agregada) a partir de la caída del empleo, los salarios y el consumo.

Los que quisieran invertir aquí para producir bienes que se exporten hacia los mercados del mundo necesitan bastante más que la eliminación de las retenciones, o la apertura irrestricta del comercio exterior: requerirán mayores niveles de "competitividad", lo que supone eliminar regulaciones laborales tendiendo a la flexibilización, mayores beneficios impositivos y una devaluación del tipo de cambio. 

Esta claro que hasta acá el "trabajo sucio" (en palabras de Prat Gay) que vino haciendo el gobierno no fue suficiente para atraer las inversiones productivas, ni siquiera ante la posibilidad de girar libremente y sin ningún tipo de restricción utilidades a sus casas matrices: para eso es imprescindible previamente generar esas utilidades.

Ignorante al contexto mundial como al principio, el gobierno insiste ofreciendo beneficios para tentar al capital: desmantelamiento de la ley de medios y de "Argentina Digital", extensión a cinco años del plazo a los exportadores para liquidar las divisas, reformas a las regulaciones del mercado de capitales tendiendo hacia la banca off shore, y flexibilización de la registración y control de las sociedades extranjeras; tendiendo a convertir al país (o a la CABA) en una virtual guarida fiscal.

Puestos a pensar que más puede prometer Macri para atraer inversiones, no es difícil advertir que al gobierno no le queda demasiado margen para seguir otorgando franquicias impositivas por los números del déficit fiscal, a menos que supla el agujero con más endeudamiento. Sin embargo, esta última alternativa también parece estar tocando su techo, en tanto es el propio gobierno nacional el que está frenando ahora los pedidos de autorización de las provincias para contraer nuevas deudas.

Un punto clave de los pedidos de los inversores será seguramente el desmontaje de la protección que establecen las normas laborales vigentes en el país, que lo hacen "no competitivo" en términos internacionales. Un planteo que encontrará más resistencias reales fuera que dentro del propio gobierno, que comparte el diagnóstico de los potenciales inversores.

Así es muy posible que a la ley de "primer empleo" frenada en el Congreso por la negativa opositora se le sume algún intento de flexibilidad laboral más amplia, si las condiciones políticas lo permitieran; para lo que sería imprescindible la cooperación no solo de algún sector de la oposición (con o sin Banelco), sino también del sindicalismo.

También los inversores pedirán seguramente un acceso irrestricto a las compras y contratos del Estado (en especial las obras públicas y grandes proyectos de infraestructura) soslayando restricciones como las del "compre argentino", en un ensayo de los TTP aunque estos no se pongan jamás en practica: si habitualmente se sienten habilitados a pedirlo, con más razón lo harán cuando tratan con un gobierno permeable a esos requerimientos; como ha demostrado serlo el de Macri al modificar por decreto la ley de tierras o promover el régimen de "asociación público-privada" que debate el Congreso o que ya ha ensayado por DNU con las empresas que invierten en energías no renovables

Otro requerimiento habitual suele ser el de "seguridad jurídica", para el que tampoco Macri se ha mostrado perezoso: al control progresivo de la Corte Suprema (que le está otorgando la luz verde para el tarifazo) y en rosca con ésta, del aparato judicial, se suma la ofensiva en conjunto con un sector del PJ y Massa para desplazar a Gils Carbó; con varios dictámenes "anti-empresas" en su haber, desde aquél célebre contra el acuerdo de Clarín con sus acreedores del extranjero que habilitó la fusión de los cables.

Por supuesto que todo lo dicho no hace ceder la afirmación del principio: la posibilidad de que vengan inversiones no depende sólo de lo que prometa el gobierno de Macri, ni éste está en condiciones de cumplir con todas las promesas que haga, y aun sorteadas ambas restricciones, no está garantizado que permitan encontrar la luz al final del túnel de la recesión.

Peor aun cuando a un diagnóstico errado se le suma una apelación a la inversión extranjera sin el contexto de un plan integral de desarrollo estratégico, en el cual el Estado lejos de marginarse dejando librado todo a las fuerzas del mercado, sea un actor principal orientando, regulando y asumiendo el peso de la inversión, cuando sea necesario.

En ese marco y así como no hay "derrame social" de los beneficios del crecimiento probable, hipotético y futuro que siempre promete el neoliberalismo, tampoco lo hay hacia el interior del entramado productivo de las inversiones que pudieran llegar a venir; como por ejemplo desarrollar cadenas de proveedores locales: el "desarrollismo" de Macri se limita al apellido del ministro del Interior.

Los inversores seguramente vendrán, verán, estudiaran y decidirán que hacen, pero si el gobierno "tiene éxito" es muy probable que en el camino queden las mismas víctimas que viene dejando con el resto de sus políticas: los trabajadores, las Pymesy la industria nacional "no competitiva", con las consecuencias sociales, económicas y políticas que todos conocemos.

1 comentario:

  1. Macri rogándole a los inversores. Es decir,Macri pasando la gorra.
    Y recaudando menos que un limpiavidrios en un día de lluvia.
    Triste papel.Vergúenza ajena.
    Maradona tenía mucha razón, cuando hace 20 años lo llamaba "el cartonero".
    El Colo.

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