Con escasa atención de los medios
y de buena parte de la dirigencia política, se está desarrollando la discusión
del reconocimiento o no de la Organización Mundial del Comercio (OMC) a China
como economía de mercado; porque finaliza el período de transición tras el acta
de adhesión del gigante asiático a la organización en 2001.
Todos los países miembros de la
OMC (y entre ellos la Argentina) se verán forzados en breve a definir la
postura al respecto en la votación que se avecina, y en nuestro caso el gobierno
anticipó por boca de Cabrera (ministro de la Producción) que el voto sería
negativo, en una postura coordinada con Brasil y respondiendo a las presiones
de la UIA en general, y del gigante Techint en particular.
La cuestión reviste suma
trascendencia por cuanto que los chinos sean o no considerados una economía de
mercado bajo las reglas de la OMC determina las medidas que los países miembros
pueden tomar contra sus exportaciones para proteger sus economías, como por
ejemplo cuestionar o no sus costos de producción (si fuera una economía de
mercado deberían darlos por válidos); y a su vez la decisión también impacta en
nuestro modelo de desarrollo tanto por las restricciones históricas del mismo
(la debilidad del proceso de sustitución de importaciones), como por las
necesidades actuales de un gobierno que confió en la “lluvia de inversiones” y se vio forzado a esperar el monzón asiático; sin
dejar de considerar que China es un importante destino de nuestra exportaciones
agropecuarias, uno de los motores clave del modelo particular de desarrollo que
intenta poner en marcha el gobierno de Macri.
Además de esas complejidades (que
son las del mundo real, aunque no quizás del que imaginaban en “Cambiemos” para
“volver) se suman las propias del contexto internacional: los chinos (la
principal economía del mundo) se asoman a la posibilidad de una eventual
crisis, su moneda se viene debilitando frente al dólar estadounidense con mucha
mayor velocidad desde el triunfo de Trump, están padeciendo pérdida de sus
reservas en divisas (lo que los ha forzado a establecer un “cepo” cambiario y
limitar los giros de dividendos al exterior de las multinacionales que operan
en China), y sus exportaciones a los EEUU están en su nivel más bajo desde el 2009 (tendencia que posiblemente se agrave por las medidas de la nueva
administración yanqui); razón por la cual necesitan imperiosamente reemplazar
mercados de destino para esa producción excedente que no pueden colocar allí.
En ese marco la Argentina vino
administrando el ingreso de los productos importados de China al país en el
marco del Decreto 1859/04 dictado por Néstor Kirchner, que establece un sistema
de salvaguardas en el marco de las normas de la OMC y de las conclusiones de su
Ronda Uruguay (aprobadas aquí por la Ley 24.425); con ciertas “flexibilidades”
heterodoxas que quienes hoy gobiernan cuestionaron cuando eran oposición, por
contravenir precisamente las normas de la organización matriz.
Según el artículo 1 del decreto,
esas medidas de salvaguarda de la producción nacional podrán aplicarse cuando “... productos
de origen de la República Popular China están siendo importados en tal cantidad
y en condiciones tales que causen o amenacen causar una desorganización de
mercado para los productores nacionales de productos similares o directamente
competidores.”.
El propio decreto establece en su
artículo 2 cuando se considera que existe “desorganización de mercado”: “....cuando las importaciones originarias de la
República Popular China de un producto similar o directamente competidor al
elaborado por la rama de producción nacional estén aumentando rápidamente, en
términos absolutos o relativos, de forma que sea una causa importante de daño
grave o amenaza de daño grave para la rama de producción nacional. La
determinación de existencia de desorganización de mercado deberá basarse en
factores objetivos, entre ellos, el volumen de las importaciones, el efecto de
las importaciones sobre los precios de artículos similares o directamente
competidores y el efecto de esas importaciones sobre la rama de producción
nacional que produce productos similares o directamente competidores.”
Los mecanismos de salvaguarda
pueden funcionar dispuestos de oficio por el propio gobierno, o a pedido de
sectores empresariales internos afectados por las importaciones chinas; y
pueden consistir (de acuerdo al artículo 19 del decreto) en restricciones de
carácter cuantitativo (fijar cupos o cuotas de importación), aumentar los
derechos de importación (fijando derechos anti dúmping) o “Cualquier otra
medida que disponga la Autoridad de Aplicación tendiente al retiro de
concesiones o a la limitación de las importaciones.”.
Del mismo modo si bien las
medidas denominadas “de salvaguarda definitiva” deben limitarse (según el artículo
20 del decreto) “...al período necesario para prevenir o reparar la
desorganización del mercado para los productores nacionales de productos
similares o directamente competidores que sufran un daño o amenaza de daño.”que
no puede exceder de 3 años, también se contempla (artículo 23) la adopción de
medidas provisionales “...en circunstancias críticas, en las que cualquier demora
entrañaría un perjuicio difícilmente reparable,...”, y la
posibilidad de prorrogar la medida “... siempre que se determine que la misma sigue
siendo necesaria para impedir o remediar la perturbación del funcionamiento del
mercado.”; lo cual deja un margen de discrecionalidad para
administrar el comercio exterior proveniente de China, pero que –reiteramos-
quienes hoy gobiernan cuestionaban en otros casos, por vulnerar las normas de
la OMC.
Hablábamos antes de la
posibilidad de que la presión importadora china con riesgo de daño para nuestra
industria y producción se intensifique como consecuencia del giro en la
política exterior de los EEUU, y el eventual cierre de su economía a las
importaciones del gigante asiático. Pues bien, conviene en ese caso recordar
que el artículo 25 del decreto de Kirchner permite la aplicación de las medidas
de salvaguarda cuando se verifique una “desviación importante de comercio”,
como consecuencia de “...una medida adoptada por la República Popular China u
otro país miembro de la Organización Mundial de Comercio y aplicada a
determinado producto originario de la República Popular China para impedir o
remediar la perturbación del funcionamiento del mercado de ese miembro de la
citada Organización,...”.
Así expuesto más o menos de que
va el problema, no dejan de ser interesantes los contrastes y contradicciones
que denota, y las complejidades del funcionamiento real del “mundo” que revela,
a saber:
* La discusión sobre cómo y
cuanto “abrirnos al mundo”, que Macri y su gobierno pretendieron dar por saldada,
cuando es cada vez más evidente que hicieron una pésima lectura de cómo
funciona éste realmente; y dentro de ello que pasa con la OMC, sus mecanismos
de regulación del comercio exterior y lo que verdaderamente pasa allí con los
países industrializados, que son los que más quejas reciben por adoptar
prácticas restrictivas del comercio internacional.
* El mayor país comunista del
mundo reclama ser reconocido plenamente como una economía de mercado, einterpela entre otros a un gobierno como el nuestro; que hasta el triunfo de
Donald Trump en las elecciones de EEUU venía apostando fuertemente a los tratados
de libre comercio impulsados por Obama y Hillary Clinton (TTP, TPP), justamente
para contener la influencia de China en América Latina y el Pacífico.
* En ese trance, el gobierno de
Macri y el de su par brasileño Temer vienen tejiendo una alianza para destruir
concienzudamente el MERCOSUR cuando se plantean cuestiones como el pedido chino
a la OMC que tornan más imperioso adoptar estrategias y posturas comunes, y
fortalecer el bloque regional.
* Las presiones al gobierno para
negarle a China el status de economía de mercado en la OMC vienen tanto de las
Pymes (claro que con diferente poder de fuego) como de gigantes industriales
como el holding Techint; con la diferencia de que en el segundo caso se protegen nichos muy específicos de negocios (como los tubos de acero sin costura), orientados a la exportación pero con posiciones monopólicas o
ampliamente dominantes del mercado interno, que le permiten dolarizar los
precios mientras tiene subsidiados los costos (como la energía); sin que el
gobierno le exija a la multinacional de Paolo Rocca nada a cambio por apoyarla
en sus demandas contra la penetración china.
* La cuestión china desnuda como
pocas la incoherencia conceptual de un empresariado voraz y poco propenso a la
inversión, que le reclama al Estado que intervenga para protegerlo de la
competencia de productos del gigante asiático; al que le niega la condición de
economía de mercado -entre otros aspectos- por pagar salarios de miseria;
mientras en el mercado interno se queja de los altos costos laborales, y
reclama “reglas de juego claras”, que consisten básicamente en retraer la
participación estatal en la economía, y toda forma de regulación pública de las
fuerzas del mercado.
* El gobierno que vive abjurando
de la “pesada herencia” se vio forzado a apelar (a pedido de los sectores
empresarios, y en contra de sus propias convicciones que lo llevaron a abrir
indiscriminadamente las importaciones) a lo largo del año de gestión de
“Cambiemos” a los mecanismos de salvaguarda de la producción nacional heredados
del kirchnerismo; aunque hasta sectores sensibles que ya han experimentado
daños posiblemente irreparables. Como dato de color, acaban de establecer derechos antidúmping para la importación de globos chinos: ¿aplican acaso el
“compre argentino” para un insumo crítico para la gestión de gobierno?
* Los sectores industriales que ya se están viendo como más afectados por las importaciones en general y las chinas en particular (lo que se denomina "sensibles") son los que el mismo gobierno definió en su plan de "reconversión productiva" como sujetos a "reconversión laboral" (es decir, que serán subsidiados para que despidan gente) y a una "apertura gradual"; porque se los da por "inviables".
* Los sectores industriales que ya se están viendo como más afectados por las importaciones en general y las chinas en particular (lo que se denomina "sensibles") son los que el mismo gobierno definió en su plan de "reconversión productiva" como sujetos a "reconversión laboral" (es decir, que serán subsidiados para que despidan gente) y a una "apertura gradual"; porque se los da por "inviables".
* Se ha dicho tanto sobre la
necesidad de “construir políticas de Estado a largo plazo” a través del
“diálogo y el consenso” para que el gobierno termine decidiendo en soledad y
sin consultar a la oposición sobre un tema de tanta trascendencia para el país;
que además encara una decisión crucial para su futuro habiendo disminuido
considerablemente por las decisiones del gobierno de Macri (como la “vuelta a
los mercados de capitales” y al ciclo de endeudamiento, o la destrucción del
bloque regional) la “densidad nacional” de la que hablaba Aldo Ferrer.
Todo lo que ha hecho ha sido para conseguir dinero rápido pero a firmado tratados y negocios que se contraponen, no se complementan no suplementan son curros incoherentes, que le han dado no solo inestabilidad total a la economía haga lo que haga todo empeora , sino también a la política por su mala economía en vez de lluvia de inversiones le esta cayendo lluvia de reclamos y bloqueos comerciales.
ResponderEliminarson unos satrapas que lo único que han visto es como juntar rápido plata, que no se sabe a donde fue a parar, y por la que están lloviendo quejas por compromisos implícitamente asumidos.
Y se preguntan por que?????, como si fueran mas estúpidos que mi cheta, hablando tonteras en el senado.