jueves, 2 de marzo de 2017

MACRI CONTINÚA DE CAMPAÑA


El discurso de Macri ayer en el Congreso solo puede entenderse como el puntapié inicial de la campaña del oficialismo de cara a las elecciones de éste año, más que el cumplimiento de una formalidad constitucional, que por cierto fue vaciada de sentido: con escasísimas cifras y precisiones aportadas por el presidente sobre la gestión transcurrida desde el primero de marzo del año pasado, es muy difícil que alguien pueda formarse un juicio de valor sobre “el estado de la nación”, en los términos del artículo 99 inciso 8) de la Constitución.

Menos cuando el discurso de Macri rozó el punto de la completa irrelevancia en términos de debate político, por su absoluta desconexión con la “realidad real”. En todo caso sirvió escucharlo para comprobar que ratificó el rumbo que le ha impuesto al país, y está seguro hacia donde piensa ir, o para ser más precisos: adonde no quiere ir.

Desde la misma gestualidad fastidiada del que cumple con una rutina burocrática que claramente detesta y lejos de los "talleres de entusiasmo" de Rozitchner (¿el "ghost writer" del pastiche de ayer?), Macri dejó bien en claro que la revolución de la alegría deberá seguir esperando, porque son tiempos de responsabilidades y sacrificios actuales, imprescindibles para gozar de dichas futuras: la eterna promesa del neoliberalismo, que se saltea el presente oprobioso que sus políticas construyen.

Macri ratificó -por si alguien dudaba al respecto- que los tarifazos llegaron para quedarse,  y que las oportunidades para crecer vendrán de la minería, el campo y el turismo: marcó así claramente los límites no solo del modelo productivo, sino del hipotético “derrame social” de sus beneficios.

Ni siquiera mencionó las suspensiones, los despidos y los cierres de industrias y empresas; afectadas por el combo letal de la apertura indiscriminada de las importaciones, el alza de las tarifas y los costos y la baja del consumo: no se podía pedir mejor confirmación de que la destrucción de empleo y tejido productivo que su gobierno está provocando (bajo el eufemismo de “plan de reconversión industrial”) no es un daño colateral, sino un efecto deliberadamente buscado.

Y en ese contexto, ratificó lo que es el punto central del programa de “Cambiemos”: la flexibilidad laboral pactada en Vaca Muerta es el modelo a replicar, y los trabajadores deberán resignarse a la pérdida de poder adquisitivo de sus salarios durante el 2016, y a negociar paritarias éste año dentro de la “banda” de “metas” de inflación planteadas en el presupuesto. La generalización de la negativa a homologar la paritaria bancaria, por otros medios.

Si como consecuencia de eso los sindicalistas deciden ponerse “combativos” (Macri llegó al Congreso con el paro docente lanzado, y la marcha de la CGT por los despidos convocada para el martes que viene), les ofreció un mix de palo y zanahoria: a los “dialoguistas” que amenazan con pintarse la cara les recordó que sigue manejando la billetera de las obras sociales; y a los que estuvieron parados en la vereda de enfrente del gobierno desde el primer momento (como Baradel) les hizo saber que la obligación del Estado de garantizar la seguridad de sus ciudadanos, no alcanza a los opositores políticos o sociales a su gobierno.

Tamaño exabrupto en términos democráticos y de respeto por el Estado de derecho no debería sorprender, en boca de quien dijo que era correcto que Milagro Sala estuviera presa, porque las encuestas marcaban que la mayoría de la gente pensaba que debía estarlo. Del mismo modo las vagas referencias a la “transformación de la justicia” deben traducirse sencillamente en que los jueces que no cumplan con los deseos del gobierno serán amenazados con perder sus cargos; como les ocurrió a los camaristas laborales que homologaron el acuerdo salarial de los bancarios.  

Poner como prioridades centrales del Poder Judicial esclarecer la muerte de Nisman y su ridícula denuncia contra Cristina (resucitada una y otra vez, pese a la montaña de fallos judiciales que la desestimaron) sin siquiera mencionar la necesidad de esclarecer el atentado a la AMIA, nos da una idea cierta de lo que estamos hablando: las prioridades de la justicia deben ser vehiculizar las operaciones políticas del gobierno.

Una respuesta defensiva de tinte mafioso de quien asumió su cargo estando procesado, y fue ayer a hablar al Congreso afrontando su enésima imputación desde que es presidente, por gestionar sus negocios particulares y familiares desde el cargo público, en detrimento del Estado. 

Prometió regular para combatir la corrupción empresaria (como si eso no estuviera ya legislado en el Código Penal) y los conflictos de intereses, pero luego de transcurrido casi un tercio de su mandato, y cuando ya logró consumar varios negociados en beneficio propio; que terminaron en otros tantos escándalos. Eso sí: lo hará por DNU, modificando la ley de ética pública que surge del artículo 36 de la Constitución, y los republicanos legisladores de "Cambiemos" lo aplaudieron a rabiar.

La “inserción del país en el mundo” (tópico caro al relato macrista) es medida en términos de la cantidad de eventos en los que el presidente participa, o los visitantes extranjeros que recibimos: no se puede pedir mejor admisión de que la “lluvia de inversiones” no alcanzó siquiera a una tenue garúa. La “política exterior madura y pragmática” de la que habló ayer Macri hilvanó una serie increíble de papelones internacionales, mezcla de cerrazón ideológica y amateurismo diplomático.

Macri habló enojado con la realidad (que se resiste a sus deseos), no con el énfasis del convencido, o en todo caso el tono que le dio a su discurso fue para animar a la tropa, al voto propio, para que no decaiga; salteando ya las luces al final de los túneles y los semestres venturosos, para ubicarnos como por arte de magia en la senda del crecimiento y la generación de empleo.

Puso énfasis también en decir que en sus recorridas (invariablemente valladas, “guionadas” y rodeadas de un impresionante dispositivo de seguridad, como ayer) por el país le piden que no afloje, pero se ahorró decirnos quienes, y en que: ¿acaso se encuentra a menudo con gente que le pide que no dejen de aumentar la luz, el gas y el agua, y que el Estado siga mirando al costado cuando cierran fábricas y se producen despidos?

El presidente que no concita apoyos callejeros (en la plaza del Congreso no estaban ni los 60.000 voluntarios que recibiría Vidal) pero conserva sin dudas el acompañamiento de una parte de la sociedad le habló a ese sector, polarizó con el kirchnerismo y se ofreció como la garantía para que no vuelva la bestia negra del populismo: exudando algo de miedo por la incertidumbre electoral, apeló a “la campaña del miedo” para captar votos.


Un módico programa de futuro, con el que espera retener a los votantes desencantados con su gestión; pero hoy por hoy y a la luz de los resultados de la gestión, no está en condiciones de ofrecer mucho más. Y de paso aprovechó para pedirle al kirchnerismo una autocrítica ¿acaso un guiño para los “post kirchneristas” que han hecho de eso el leitmotiv de su discurso y de los garrochazos producidos desde diciembre del 2015?

2 comentarios:

  1. y tu autocritica que es de lo que vas ha hacer a futuro.

    Les dije pobreza cero, no mejor que sea menos dos o menos tres.

    Les dije inflacion del 17 por ciento, no mejor del 5 por ciento y marchen otras tres tandas de tarifazoz de 50 por cientoooooo!!!!

    ResponderEliminar
  2. "tiempos de responsabilidades y sacrificios actuales, imprescindibles para gozar de dichas futuras".
    Este cuento de soportar el sufrimiento y la miseria, para gozar después de dicha, de sufrir en la tierra para gozar después en el cielo, éste cuento en algún lado ya lo escuché.
    El pastor Macri ¿pensará que son tantos los boludos que tienen vocación de sufrimiento, vocación de pobres?
    El Colo.

    ResponderEliminar