martes, 14 de marzo de 2017

PLANES DESESTABILIZADORES


Cuando en los primeros tiempos de su gobierno Macri lograba imponer en el Congreso su agenda en temas cruciales como el blanqueo o el acuerdo con los fondos buitres con el apoyo de buena parte de la oposición, decíamos acá que se estaba poniendo en acto un nuevo consenso político; del cual el kirchnerismo estaba expresamente excluido.

Ese consenso suponía una coalición amplia de hecho para transitar el “post kirchnerismo” hacia un “país normal”; con el aporte a “Cambiemos” de la oposición “responsable, racional y constructiva”: el Frente Renovador, el peronismo “moderno, competitivo y funcional (eran los tiempos de Massa y Urtubey acompañando a Macri al Foro de Davos) y la dirigencia sindical tradicional, unificada luego en el triunvirato de la CGT.

Así se explica que, transcurrido un tercio del mandato de Macri y con  un clima de descontento social creciente consistente con el deterioro de la situación económica y social, como consecuencia directa de las políticas del gobierno, haya coincidencia entre el oficialismo y parte de la oposición (incluyendo a la carbonizada dirigencia de la CGT) en cuanto a que los que articulan formas de protesta y resistencia contra el modelo, están procurando la desestabilización del gobierno, y el final anticipado del mandato presidencial.

La figura literaria del “club del helicóptero” suele ser usada con la misma frecuencia y el mismo significado por los comunicadores lameculos del régimen, los funcionarios del gobierno, los dirigentes del massismo y del peronismo y no kirchnerista, y algunos dirigentes sindicales; que canalizan de ese modo su impotencia por haber sido desautorizados en público por sus bases en la marcha del 7 de marzo.

Este “consenso ampliado” del que hablamos supone no solo un proyecto político y económico, sino un diseño concreto de democracia, con límites también concretos: allí está el propio Macri diciéndonos que los paros y las movilizaciones son herramientas de la democracia en las que él personalmente no cree; como si el espesor y el desarrollo de nuestra vida democrática dependiese de su gusto personal, y no fuese una construcción colectiva.

La coincidencia entre oficialistas en sentido estricto y opo-oficialistas en poner al kirchnerismo en el lugar de la desestabilización es una operación para dejarlo fuera de la cancha democrática (que ellos han delimitado previamente), para justificar la persecución judicial (sobre Cristina pero también sobre Milagro Sala, y cualquiera que se perfile como opositor), y la reducción del adversario política a la categoría de la asociación ilícita; que curiosamente y a juzgar por los hechos,  se aviene mejor con el gobierno de los CEO´s, como una descripción más precisa de su naturaleza.

Claro que la maniobra es interesada pero por razones diferentes: para Massa y los “peronistas racionales” la idea es capitalizar el electorado del kirchnerismo, para el gobierno contener y encapsular toda forma de protesta social, que les impida avanzar más rápido en sus objetivos de reconfigurar social y económicamente el país; sobre todo “bajar el costo salarial” y aumentar la tasa de rentabilidad del capital.

Así cualquier huelga o protesta que ocurra (como la que están protagonizando los docentes) será atribuida a la larga mano negra de kirchnerismo agonizante pero a su vez capaz de hegemonizar toda manifestación de descontento con el gobierno: un modo de evitar discutir el origen de los reclamos, que son las políticas del propio gobierno. El macrismo nos “regala” así (acaso sin medirlo debidamente) la representación política de ese descontento, sea de los trabajadores, los empresarios, los usuarios de los servicios públicos, o hasta los que se movilizan por los derechos de la mujer. Que la sepamos aprovechar correctamente o no, depende de nosotros, por supuesto.

Un gobierno como el de Macri que avanzó con facilidad en un Congreso en el que está en minoría gracias a sus acuerdos con el peronismo no kirchnerista y el massismo, se queja de los “palos en la rueda” que permanentemente le ponemos nosotros; mientras atravesó un  tercio de su mandato sin grandes sobresaltos sindicales por su acuerdo con la dirigencia de la CGT, pero nos atribuye la capacidad de marcarle la agenda a los “gordos”, y empujarlos al paro y hacia la definición de un plan de lucha.

Sin terminar de romper los puentes con la dirigencia de la CGT, el gobierno ensaya convocatorias a diálogos sectoriales con los “posibles”, mientras desacredita a los díscolos: plantea como enemigos a los sindicalistas o a algunos de ellos  (aprovechando su desprestigio social: la imagen de Barrionuevo sirve para pegarle a Baradel), pero sus verdaderos enemigos son los trabajadores.

Para el gobierno disciplinar las paritarias es un asunto político de primer orden, porque allí se juegan los “equilibrios” fundamentales de su modelo, pero el problema es que justamente por eso por abajo crece el descontento, se achican los márgenes de maniobra de la burocracia y los trabajadores quieren más conflicto, no menos: sin entender eso, el cierre del acto de la CGT queda reducido a la anécdota del palco y el atril.

El desacomodo del gobierno ante la situación (sus interlocutores privilegiados en el mundo sindical han perdido capacidad de representación) se extiende al massismo; porque la crisis social angosta la “ancha avenida del medio”, y mientras para Macri polarizar con el kirchnerismo (poniéndole la etiqueta de “kirchnerista” a todo lo que se le opone o le molesta) le sirve para fidelizar al núcleo duro de su electorado, en la misma medida en que con esa dinámica política Massa tiene todo para perder.

En paralelo, el peronismo “copartícipe del poder” (al menos así se soñaron algunos, como Pichetto o Urtubey) nunca terminó de nacer, porque lo le pudo vender hasta acá a Macri es su representación institucional, pero se viven tiempos de salir a la calle, y ganar predicamento social para traducirlo en votos. Para peor, Macri les ha bajado el precio al decidir prescindir del Congreso en éste año electoral y gobernar a decretazo limpio; y la teoría oficial de la “omnipotencia k) no ayuda a evitar la creciente aceptación en el peronismo de la inevitabilidad de una candidatura de Cristina: en un clima social crecientemente opositor, les ofrece la poca seducción de compartir políticamente los costos del ajuste, sin ver electoralmente los beneficios.

En un año de elecciones, la preocupación por asegurarse las pitanzas financieras que les puede proveer el gobierno pasa progresivamente a un segundo plano, superada por la necesidad de acertar en la estrategia de representación política, para conservar el espacio de poder que se detenta: para retener bancas o intendencias aparecer como cuasi oficialista de un gobierno cuyos niveles de aprobación vienen en picada en el contexto de una economía que no repunta 

En el sindicalismo la dicotomía se disimula mejor, por las restricciones que tiene la dinámica de las organizaciones gremiales para gestar cambios democratizadores hacia su interior (reelecciones indefinidas, dificultades para armar listas opositores), pero en las paritarias no impera con la misma intensidad la lógica superestructural con la misma intensidad que en el caso de los movimientos de la CGT; que permitían un margen mayor de maniobra, hasta el final del acto del martes pasado.

Cacareadas “desestabilizaciones” al margen, el dilema es tan sencillo de enunciar, como difícil de resolver; y acompaña a Macri desde el primer día de su gobierno: como legitimar electoralmente un proyecto de exclusión social, una vez que éste ya dejó de ser incógnita porque se está desplegando en la realidad concreta, y produciendo los efectos que le son propios.

1 comentario:

  1. Más allá del saqueador Mauricio, todos los medios oficialistas utilizan permanentemente el término kirchnerista como descalificativo. Como imputación.
    Eso también se puede ver en el editorial de la Sra. Joaquina Morales en La Nación, donde se reiteran -una y otra vez- asociados los términos "kirchnerismo", "izquierda", "desestabilización".

    Son formas de expresión que se utilizaban en Dictadura por los mismos medios, cuando se hablaba de "subversivos", "izquierdistas", "violentos", y otros adjetivos similares como imputación.
    Ahora, desestabilizador y Kirchnerista son utilizados como sinónimos, y de desestabilizador a subversivo hay un paso corto. En breve aparecerá el término subversivo asociado a kirchnerista.
    "No olvidar,lo que ves, ya se ha visto ya."
    El Colo.

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