Mario Wainfeld
suele decir en sus columnas en Página 12 que los dirigentes sindicales están
“obligados a representar”; una expresión para ilustrar sobre la dinámica propia
del conflicto social, que cuando escala termina reduciendo los márgenes de
maniobra de esos dirigentes para administrarlo, o (ejem) hacerse los boludos.
Por mas vocación
negociadora que se tenga y por más amañadas que estén las elecciones en cada
grenio, para permanecer en sus cargos los sindicalistas necesitan revalidarse
electoralmente, y para lograrlo es indispensable exhibir resultados concretos
para sus afiliados; y si no se puede, una actitud firme para conseguirlos.
De lo contrario se
les puede venir encima aquello de “con la cabeza de los dirigentes”, y si no
que lo digan los “gordos” de la CGT, que tuvieron que huir corriendo de su
propio acto. Cuanto más abajo se esté en la pirámide de representación
sindical, más cierto será el axioma: si en las superestructuras se puede ir
surfeando las olas del conflicto, en las bases hay que saber nadar, para no ser
desplazados por la corriente.
El amplísimo
triunfo de Roberto Baradel en las elecciones del SUTEBA (con más margen incluso
que en la elección anterior) corrobora una vez más -por si hiciera falta- que
así son las cosas: el tipo se puso el conflicto docente al hombro, contra todo
y todos; llámense la agresión, las amenazas (directas o veladas, como la de
Macri en el Congreso), las descalificaciones, las operaciones de prensa, los
intentos de quebrar los paros convocando a “voluntario” o descontando los días
de huelga, y de aislarlos del conjunto de la sociedad; desacreditando su lucha
y el rol que debe cumplir el sindicalismo, al mismo tiempo.
Pero quedó
demostrado con los números de la elección (es decir, con la decisión de los propios
representados de Baradel) que le erraron fiero, porque para empezar eligieron
como blanco a un dirigente que (estética personal aparte) es todo lo contrario
de los “gordos” cegetistas rosqueros y transeros: no tiene denuncias de
corrupción en su contra ni un abultado patrimonio imposible de justificar, su
dinámica sindical está atada permanentemente a lo que van decidiendo las bases,
y no le pueden decir que no les hizo paros a otros gobiernos; incluyendo a
aquellos con los que simpatizaba políticamente, como el kirchnerismo.
La victoria de
Baradel es entonces, una rotunda derrota de Macri y Vidal, y de su estrategia
para doblegar al sindicalismo combativo para poder imponer su programa de
flexibilización laboral, recorte de derechos y baja del salario.
Lo que no supone
que Baradel y su gremio hayan ganado la batalla del salario y la paritaria
nacional docente, sino que -contra lo que sostenía el gobierno- cuenta con el
respaldo mayoritario de los docentes para seguir librándola.
El gobierno y los
medios del dispositivo hegemónico oficialista apostaron indisimuladamente al
caballo de Troya trosco; curiosamente la “amenaza” que siempre acecha al
sindicalismo “tradicional” que no luche a fondo, o defeccione en la defensa de
los intereses de sus representados. Y si se nos permite, está bueno que así
sea, porque los trabajadores deben ser representados por los que tengan más
convicción para hacerlo, vengan de donde vengan.
Pero la lista de la
izquierda en el SUTEBA fue una “amenaza” que en términos prácticos fungió más
como segunda marca de “Cambiemos” o como pinza del operativo del gobierno
nacional y el bonaerense para cerrar el cerco sobre baradel y la huelga
docente.
Un triunfo de la
lista de Del Plá hubiera sido visto más como un éxito de Vidal que de Pitrola,
Altamira o la izquierda clasista combativa y luchadora; le pese a quien le
pese.
Ese era el contexto que determinaba la elección, el
mismo contexto que por lo general los troscos nunca saben ver, y por eso
también fueron parte de los grandes derrotados: podrán pescar en buena ley (y
si los trabajadores así lo deciden) algo en términos de representatividad cuando
los que deban asumirla flaqueen; pero también cuando su praxis sindical se
emparente con la política en un punto: dejar de actuar siempre como si
efectivamente todos (ellos excluidos, por supuesto) fuéramos lo mismo.
Votaron dos docentes que recibieron un choripan gratis antes del voto.
ResponderEliminarHay que anular las elecciones.
y que en los conflictos, aunque el grueso de las bases no lo sean, prefieren kirchneperonistas para que los conduzcan que troscos oportunistas mediáticos...
ResponderEliminar