No deja de sorprender la
ingenuidad (rayana en la pelotudez ya) de este señor crecidito al que siguen
llamando Ricardito, al suponer que la alianza de la UCR con el PRO tuviera otra
motivación que juntar masa crítica electoral para ganarle al peronismo, y conducir
a otra parte que no fuera una restauración conservadora.
Como viene siendo (con diferentes
denominaciones, que no cambian lo sustancial) desde 1945 con la Unión
Democrática, justamente con la aparición del peronismo: tal parece que muchos
radicales no aprendieron de la historia; que enseña que desde entonces el
peronismo pasó a ocupar el lugar de la bestia negra del sistema político
nacional que hasta entonces encarnaban ellos, que reemplazaron a su vez a las
fuerzas conservadoras como la representación del statu quo.
Como sí lo aprendió Ernesto Sanz,
yendo a la convención de Gualeguaychú en 2015 con la propuesta de que la
estructura partidaria de la UCR hiciera lo que la mayoría de los votantes
radicales reclamaban, y lo que los radicales porteños venían haciendo desde
2003: votar a Macri.
Por si a alguno le quedaban dudas
de cual sería el paso siguiente del prceso, las PASO de “Cambiemos” ese mismo
año se las despejaron: el 24 % de Mscri frente al 3 % de Sanz dejó en claro que
el entonces jefe de gobierno y hoy presidente, es el conductor de la UCR, a
punto tal que se da el lujo de vetarle y elegirle candidatos.
Pero además la “socialdemocracia”
radical que Ricardito añora corrió el mismo destino que su modelo y espejo
europeo: acompañar políticas de derecha, o directamente ejecutarlas si le toca
gobernar.
Y si no nos remitimos a los votos
de la UCR en el Congreso durante todas las discusiones cruciales del
kirchnerismo: retenciones móviles, ley de medios, ley de abastecimiento,
reforma al Banco Central, conflicto con los fondos buitres, reformas al Consejo
de la Magistratura, estatización de los fondos de las AFJP; y así podríamos
seguir.
En Santa Fe pasó otro tanto: el
Frente Progresista cívico y Social que hoy estalló en pedazos fue el heredero
de la Alianza Santafesina, un rejuntado gorila armado con el exclusivo objeto
de ganarle al peronismo, que no lograba antes su objetivo fundacional porque el
peronismo vaciado de peronismo bajo la conducción de Reutemann se llevaba parte
del voto gorila tradicional.
Cuando eso se perdió, la
Unión/Alianza/Frente logró en el 2007 desalojar al peronismo del poder
provincial, pero los partidos que lo forman (incluyendo al socialismo) votaron
también en contra de todas las propuestas más importantes de los gobiernos
kirchneristas, además de alinearse unívocamente con sus adversarios, fueran
estos las patronales del campo durante el conflicto por la Resolución 125, o el
Grupo Clarín en la discusión de la ley de medios.
Si hasta el socialismo votó a
favor de la LSCA pero en contra de la cláusula del artículo 161 que forzaba a
Clarín a desinvertir y desguazar su imperio mediático, así como votó a favor de
la eliminación de las AFJP pero en contra de que sus recursos fueran invertidos
en la economía real.
La primavera socialdemócrata en
la historia de la UCR se resume a los casi 3 años de gobierno de Illia (con el
peronismo proscripto, y el radicalismo convalidando esa proscripción
presentándose a elecciones, y asumiendo el gobierno en ese marco) y a los dos
primeros años del gobierno de Alfonsín, cuando -en sus propias palabras- la
ética de las convicciones dejó paso a la de las responsabilidades; siguiendo el
camino inverso al que esbozó Néstor Kirchner aquél 25 de mayo del 2003.
Esa apelación de Alfonsín a las
categorías weberianas fue el sustento teórico de su reculada, que empezó con la
“economía de guerra” y el Plan Austral, parta terminar con la obediencia
debida, el punto final y el declive posterior, que ya no pudo remontar.
Y conste que no vamos a ingresar
a hacer historia contrafáctica sobre lo que haría hoy Alfonsín (que bancó la
llegada de Cavallo como presunto salvavidas del gobierno de De La Rúa, y que en
la implosión del 2001 estaba más preocupado por el destino de su partido, que
por el del país) si viviera, viendo a su partido uncido al carro de la derecha
liberal, en un gobierno que supone que el país se atendido por sus propios
dueños.
No nos metamos más con la memoria del pobre Raúl, bastante
mancillada ya por estos días no solo por los vándalos de los servicios de
inteligencia que profanaron su tumba para provocar y cargarnos el fardo, sino
-y sobre todo- por los propios dirigentes de la UCR.
Pero sí volveremos al principio:
el problema no son los dirigentes radicales que hacen ruido porque Macri los
caga en las listas (digamos todo), sino los que hacen silencio cuando las
políticas del gobierno del que forman parte destrozan al país.
Y si esa comprobación parece
darnos un punto de contacto con las quejas de Ricardito (que se queda
simplemente en eso: en la queja), reparemos también en los afiliados y votantes
habituales de las listas de la UCR que refrendan esas políticas, que votaron a
Macri y que votarán nuevamente a “Cambiemos”, “para que nunca más vuelva el
populismo”.
Vista desde allí, es más sincera
y honesta (aun compartiendo la misma visión romántica del alfonsinismo) la
actitud de los que como Leopoldo Moreau no reniegan de su condición radical,
pero advirtieron hace rato que la UCR nada tiene para ofrecerles, ni a ellos ni
a las grandes mayorías nacionales; y partieron en busca de otros horizontes.
Como Sanz: siguiendo a sus
votantes que ya los precedieron, pero en éste caso acompañando en las urnas al
kirchnerismo desde por lo menos el 2005.
Alguien debería explicarle a este
niño crecido que el radicalismo del que él habla (ese Papá Noel progresista y
socialdemócrata en el que todavía cree) son los padres. O ya ni siquiera eso.
A Alfonsinito, con esa foto le hacen bullying. Mirá lo que es eso: la cara de pelotudo, el dedito para arriba y la manga de la camisa que le queda grande. Ni el talle de la camisa sabe medirse este salame :-)
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