Es difícil saber que resulta más patético: si las expectativas que el gobierno, los cráneos de la city y buena parte del periodismo oficialista habían puesto en que lográramos el “ascenso” del país a la categoría de “mercado emergente”, o la histeria que los ha envuelto desde que se supo que el gobierno de Macri fracasó en su intento de conseguirlo.
El episodio no deja de ser otro más de la larga saga de cipayerías comunes en nuestra historia, perpetradas como consecuencia de esa inveterada actitud de subordinación cultural de muchos sectores de la sociedad argentina; que viven siempre pendientes de la aprobación que llega desde afuera, para sentir que valen algo.
El tema en sí y desde el punto de vista estrictamente económico (el de la economía real, claro, la del empleo, el consumo, la producción, los salarios) es de un nivel insostenible de truchada; desde los responsables de subirnos o bajarnos el pulgar para que dejemos de ser “fronterizos” para pasar a “emergentes”, hasta los parámetro en base a los cuáles deciden en uno u otro sentido.
Adviértase que justamente se señalan como “progresos” hechos por el país para ser “ascendido” aquéllas medidas del gobierno de Macri que han favorecido la especulación financiera, y la fuga de•capitales; tornando a la economía mucho más vulnerable que nunca a los shocks externos, a partir del prolijo y concienzudo desmantelamiento de todos los mecanismos de control del flujo de capitales.
Las reacciones de los mercados (caída del precio de las acciones acá y en Wall Strett, suba del dólar) sumadas a las dificultades crecientes que va teniendo el Banco Central (rehén de los bancos) para bajar las tasas y renovar la montaña de LEBAC’s trasunta la idea de un frágil castillo de naipes financiero, presto a volar por los aires al menor soplido.
El hecho de que nos sigan considerando “mercados de frontera” y no pasemos a ser “emergentes” (un status otorgado por ejemplo a Nigeria) es una mala noticia para el gobierno, pero una buena noticia para el país, precisamente por eso: de haberlo logrado, solo hubiera favorecido mayores niveles de endeudamiento aun (si fuera posible) sobre todo de las empresas, mayor afluencia de inversiones financieras especulativas, o un mayor grado de extranjerización de la economía; a través de la adquisición de activos de empresas nacionales por fondos especulativos del exterior.
En síntesis, nada que sirva para cambiar o diversificar la matriz productiva, conformar una estructura más equilibrada o capaz de superar la histórica restricción externa, o impulsar un proceso de desarrollo a fondo.
Los “calificadores” y los nabos locales que le dan relevancia a su opinión piden a coro más sangre, más profundidad y velocidad en el ajuste, para “hacernos digno” del galardón algún día; desconociendo en absoluto el contexto político y social en el que se desenvuelve siempre la política económica, y sus condicionamientos.
Una espesa nube de pedos especulativa que envuelve al planeta entero, y de la que por suerte en los años del kirchnerismo (en plena crisis de las sub-prime) estuvimos desconectados justamente cuando se tomaron las medidas que nos hicieron "descender" a "mercados de frontera"; pero a la que ahora volvimos a paso acelerado de la mano de éste gobierno, y de la que nada bueno podemos esperar.
Aunque la reacción de los “mercados” confirma que el miedo no es zonzo, y hay cierta cobardía racional del capital: por más profundos que nos parezcan a nosotros los cambios introducidos por Macri en éste año y medio de gobierno, ellos intuyen que políticamente hablando están atados con alambre.
Acaso -paradojalmente- de tanto agitar el fantasma de “la vuelta del populismo” (y mientras se ofrecen como garantes electorales para conjugarlo), al gobierno el espantajo se les haya vuelto en contra, y los destinatarios de tanto amor no correspondido en forma de “lluvia de inversiones” teman/intuyan que el fantasma es mucho más real de lo que pensaban.
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