“¡Los imperialismos! A Perón y a nuestro
pueblo les ha tocado la desgracia del imperialismo capitalista. Yo lo he visto
de cerca en sus miserias y en sus crímenes. Se dice defensor de la justicia
mientras extiende las garras de su rapiña sobre los bienes de todos los pueblos
sometidos a su omnipotencia. Se proclama defensor de la libertad mientras va
encadenando a todos los pueblos que de buena o de mala fe tienen que aceptar
sus inapelables exigencias. Pero más abominable aún que los imperialistas son
los hombres de las oligarquías nacionales que se entregan vendiendo y a veces
regalando por monedas o por sonrisas la felicidad de sus pueblos. Yo los he
conocido también de cerca. Frente a los imperialismos no sentí otra cosa que la
indignación del odio, pero frente a los entregadores de sus pueblos, a ella
sumé la infinita indignación de mi desprecio. Muchas veces los he oído
disculparse ante mi agresividad irónica y mordaz. "No podemos hacer
nada", decían. Los he oído muchas veces; en todos los tonos de la mentira.
¡Mentira! ¡Sí! ¡Mil veces mentira...! Hay una sola cosa invencible en la
tierra: la voluntad de los pueblos. No hay ningún pueblo de la tierra que no
pueda ser justo, libre y soberano. "No podemos hacer nada" es lo que
dicen todos los gobiernos cobardes de las naciones sometidas. No lo dicen por
convencimiento sino por conveniencias."
"Nosotros somos un pequeño pueblo de la tierra, y sin embargo
con nosotros Perón decidió ganar, frente al imperialismo capitalista, nuestra
propia justicia y nuestra propia libertad. Y somos justos y libres. Podrá
costar más o menos sacrificio ¡pero siempre se puede! No hay nada que sea más
fuerte que un pueblo. Lo único que se necesita es decidirlo a ser justo, libre
y soberano."
"También tengo para ellos una palabra dura y amarga en este mensaje de mis
verdades. Yo los he visto marearse por las alturas. Dirigentes obreros
entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por
unas monedas. Los denuncio como traidores entre la inmensa masa de trabajadores
de mi pueblo y de todos los pueblos. Hay que cuidarse de ellos: son los peores
enemigos del pueblo porque han renegado de nuestra raza. Sufrieron con nosotros
pero se olvidaron de nuestro dolor para gozar la vida sonriente que nosotros
les dimos otorgándoles una jerarquía sindical. Conocieron el mundo de la
mentira, de la riqueza, de la vanidad y en vez de pelear ante ellos por
nosotros, por nuestra dura y amarga verdad, se entregaron."
"Quiero vivir eternamente con Perón y con mi Pueblo. Esta es
mi voluntad absoluta y permanente y será también por lo tanto cuando llegue mi
hora, la última voluntad de mi corazón. Donde esté Perón y donde estén mis
descamisados allí estará siempre mi corazón para quererlos con todas las
fuerzas de mi vida y con todo el fanatismo de mi alma. Si Dios llevase del
mundo a Perón antes que a mí, yo me iría con él porque no sería capaz de
sobrevivir sin él, pero mi corazón se quedaría con mis descamisados, con mis
mujeres, con mis obreros, con mis ancianos, con mis niños para ayudarlos a
vivir con el cariño de mi amor; para ayudarlos a luchar con el fuego de mi
fanatismo y para ayudarlos a sufrir con un poco de mis propios dolores. He
sufrido mucho, pero mi dolor valía la felicidad de mi pueblo y yo no quise
negarme -no quiero negarme-, acepto sufrir hasta el último día de mi vida si
eso sirve para restañar alguna herida o enjugar alguna lágrima."
"No puede
haber, como dice la doctrina de Perón, más que una sola clase: los que
trabajan. Es necesario que los pueblos impongan en el mundo entero esta verdad
peronista. Los dirigentes sindicales y las mujeres que son pueblo puro no
pueden, no deben entregarse jamás a la oligarquía. Yo no hago cuestión de
clases. Yo no auspicio la lucha de clases, pero el dilema nuestro es muy claro:
la oligarquía que nos explotó miles de años en el mundo tratará siempre de
vencemos. Con ellos no nos entenderemos nunca, porque lo único que ellos
quieren es lo único que nosotros no podremos darle jamás: nuestra libertad. El
trabajo es la gran tarea de los hombres, pero es la gran virtud. Cuando todos
sean trabajadores, cuando todos vivan del propio trabajo y no del trabajo
ajeno, seremos todos más buenos, más hermanos, y la oligarquía será un recuerdo
amargo y doloroso para la humanidad. Pero, mientras tanto, lo fundamental es
que los hombres del pueblo, los de la clase que trabaja, no se entreguen a la
raza oligarca de los explotadores. Todo explotador es enemigo del pueblo. ¡La
justicia exige que sea derrotado!"
(Eva Perón, "Mi mensaje")
"Yo los he visto marearse por las alturas. Dirigentes obreros entregados a los amos de la oligarquía por una sonrisa, por un banquete o por unas monedas. "
ResponderEliminarCGT, poné la fecha la puta que te parió.