Supongamos por un momento que una
investigación periodística revela que un intendente peronista del conurbano
bonaerense ha montado durante años una estructura de punteros políticos de su
partido financiada con dinero del Estado, a través de un programa votado por el
Concejo municipal con otros fines, como generar alternativas de trabajo a los
desocupados.
Supongamos además
que la misma investigación revela que esos punteros reciben y manejan el dinero
público a través de asociaciones civiles sospechosas, todas con el mismo asesor
contable y muchas compartiendo el mismo domicilio, mientras que sus principales
integrantes tienen frondosos antecedentes judiciales, y causas pendientes por
distintos delitos.
Supongamos también
que para poder llevar adelante la maniobra, el intendente del caso le hace
votar al Concejo municipal todos los años cuantiosos fondos para el programa en
cuestión con la finalidad de hacer obras, pero inmediatamente de promulgado el
presupuesto, echa mano de los “superpoderes” para cambiar las partidas y
desviarlas hacia los punteros, también disfrazados como cooperativistas.
Y supongamos adicionalmente que las tareas reales que los punteros desarrollan y para las cuáles
se les paga con dinero del municipio (porque al fin y al cabo son eso, punteros
políticos) son pintar paredes, colgar carteles y pegar afiches de los
candidatos del intendente para las elecciones; y la cosa se conoce porque ellos
mismos suben las fotos a las redes sociales.
Finalmente
supongamos que los periodistas que denuncian esto son desacreditados (no sus
datos, no la investigación: ellos) personalmente, cuando no hostigados de todas formas por el aparato político-comunicacional del
intendente; y que ex cooperativistas que denunciaron los manejos turbios de los
punteros del intendente son amenazados y hasta baleados por sus denuncias.
Una vez que tengan
la imagen de todo el cuadro en la cabeza, piensen ahora cual sería la reacción
de los medios hegemónicos, y el espacio que le darían a la noticia: seguro lo
harían tapa, por varias ediciones, en letra catástrofe.
Bueno, como se
imaginarán a partir de lo que se conoció en el programa “ADN” que se emite los
domingos a la noche por C5N, eso ni más ni menos es lo que está pasando en
Santa Fe, a partir de la investigación periodística de Maximiliano Ahumada y
Nicolás Lovaisa; en medio del más absoluto silencio y deliberado ocultamiento
de casi la totalidad de los medios locales (con las solitarias excepciones de Solar de Radio, FM Chalet, los portales Edición Límite y Diario Santa Fe, este último el que publicó la investigación original), que ni siquiera se hicieron eco del
rebote del tema en un medio nacional.
Por el contrario,
el silencio mediático se complementa con las oportunas preguntas-centro al
intendente para que no aclare nada, pero chicanee a los periodistas y al medio
en el que se publicó su investigación. De más está decir que ese silencio y esa
complicidad mediática las pagamos todos nosotros de nuestros bolsillos, y no
salen baratas.
Y con la
correspondiente protección judicial que blinda a Corral y sus funcionarios de
toda posible causa judicial en su contra, porque al fin y al cabo para eso hace
10 años que la UCR y sus ¿ex? socios del socialismo se repartieron como un
botín de guerra los cargos del Ministerio Público; justamente para asegurarse
que a ningún fiscal se le ocurrieran ideas raras, como investigar a los
funcionarios de la provincia, o de la municipalidad. De allí que cuando
socialistas y radicales dicen “Ni un caso de corrupción” les faltaría agregar
“conocido, publicado e investigado, porque de eso ya nos ocupamos para
asegurarnos de que así sea, y permanezca sin cambios”.
Al mismo tiempo en que estallaba el escándalo de la
red de punteros de la UCR que pagamos entre todos, Corral -que lleva casi 6 años en
el gobierno- contesta con suerte, tarde y mal, uno de cada diez pedidos de
informes del Concejo municipal, y vetó una ordenanza que le imponía un
plazo para hacerlo; mientras sus funcionarios (como Medrano, el responsable del
programa en cuestión) no van al Concejo cuando son citados, aunque el
intendente no se cansa de repetir en los medios que están dispuestos a dar
todas las explicaciones del caso, todas las veces que haga falta.
Piensen ahora otra
vez con todos estos datos adicionales en el hipotético intendente peronista del
conurbano, y la reacción de los medios hegemónicos, y (agregamos nosotros) de los locales; expertos en comerle la cabeza a los santafesinos con lo que pasa lejos de acá, para que no se den cuenta de lo que ocurren frente a sus narices.
Mientras tanto (y
esto es literal: al mismo tiempo), mientras esto pasa, se piden explicaciones
desde la Legislatura por la desastrosa gestión del puerto santafesino
(paralizado hace más de tres años en su actividad específica) y sus
“desarrollos inmobiliarios” (negociados privados flojitos de papeles en
terrenos de propiedad pública), donde el actual titular del Ente (Fumis) repite
punto por punto el mismo modelo de gestión que el anterior, Vorobiof; cuya
causa en la justicia está a punto de prescribir, gracias a los oportunos
servicios de los funcionario judiciales estratégicamente puestos por el
radicalismo para esos casos.
Y mientras todo eso
pasa, avanza una nueva concesión de la terminal de ómnibus sin intervención del
Concejo municipal, y preparando el terreno bajo el eufemismo de “Master Plan”
(ya usado en el puerto) para nuevos negocios inmobiliarios privados con bienes
del Estado: ¿apostamos a que ensayan otra “participación público privada” al
estilo de las cocheras soterradas del parque Alberdi, y casi con seguridad, con
los mismos protagonistas y beneficiarios, conspicuos miembros del “círculo
rojo” santafesino?
Por si todo eso
fuera poco, los eventos masivos más importantes de la ciudad en lo que va del
año (Tecnópolis Federal y la carrera del TC 2000) siguen envueltos en el más
absoluto misterio y oscuridad sobre cuantos fondos públicos se invirtieron en
ambos, en que condiciones, bajo que procedimientos de contratación, con que
empresas, y con que contraprestaciones o beneficios para el Estado; que al fin
y al cabo somos todos.
Cosas que por
supuesto no le interesan al aparato mediático hegemónico de la ciudad (El
Litoral, LT 10, el diario Uno, Radio Nacional, las FM de mayor audiencia, Canal 13, los canales de la UNL y la provincia), como
tampoco les interesa reflejar la investigación de las “cajas negras” de Corral
que hicieron Maxi Ahumada y Nico Lovaisa: tienen millones de razones para
callarse la boca y hacerse los boludos.
Pero además del
blindaje mediático y judicial, tampoco se vislumbra una reacción ciudadana: los
punteros de Corral medran haciendo ostentación de su poder y contactos
políticos precisamente en los barrios de la ciudad más olvidados por la gestión
municipal; mientras la Santa Fe “blanca” disfruta de las lucecitas del puente
colgante (y guay con poner allí una bandera pidiendo la aparición con vida de
Santiago Maldonado, porque te meten preso al toque), el TC 2000, la costanera,
la remodelación de Boulevard, los desarrollos inmobiliarios del puerto, el
shopping o el casino.
Como dice León en "Los Salieris de Charly", Santa Fe es la ciudad esponja: se chupa todo lo que pasó; pero nada de todo esto hubiera sido posible si desde la municipalidad no se le asegurasen los
negocios al “círculo rojo”, cuyos miembros se prenden en todas; y por eso
bancan muy fuerte a Corral (porque les habilita nuevos negocios todo el
tiempo); aunque descanse sobre una estructura punteril formada por
delincuentes, y financiada con la plata de todos nosotros.
Mientras tengan garantizadas oportunidades de negocios allí donde estas se presenten (sea en el puerto, la terminal de ómnibus, la costanera este) o el cumplimiento de sus caprichitos como el “Parque Biblioteca de la Constitución”) harán los prejuicios republicanos a un lado y seguirán silbando bajito como si no pasara nada.
Mientras tengan garantizadas oportunidades de negocios allí donde estas se presenten (sea en el puerto, la terminal de ómnibus, la costanera este) o el cumplimiento de sus caprichitos como el “Parque Biblioteca de la Constitución”) harán los prejuicios republicanos a un lado y seguirán silbando bajito como si no pasara nada.
Eso sí: sin dejar de despotricar nunca contra “la corrupción k” y
el “clientelismo populista”, o echarle la culpa de todo al peronismo, que para eso les sobran los escribas a sueldo como Alaniz.
Si en los nombres y referencias aludieran a Rosario sería exactamente igual. Ese mismo esquema usan los socialistas para Rosario, solo que allí hay un blindaje mayor.
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