La unidad de sindicatos y movimientos sociales es el camino para #FrenarElSaqueo del Gobierno a lxs trabajadorxs y jubiladxs. pic.twitter.com/o4mGHnAoP9— Cristina Kirchner (@CFKArgentina) 29 de noviembre de 2017
Acaso tengamos que terminar agradeciéndole a
la sinceridad brutal de Gabriela Michetti y Patricia Bullrich allanarnos
bastante un camino demasiado complicado a veces por las complejizaciones
teóricas que ensayan algunos para definir al macrismo, e ir dejando atrás por
inútiles las discusiones sobre cuan “nueva” y “democrática” es la derecha que
nos gobierna.
Tras dos años de gobierno de Macri, algunas
cosas van quedando más que claras, a poco que se las quiera ver. Por ejemplo,
no hay otro plan económico que rebajar salarios, recortar derechos en beneficio
del capital y crear las condiciones necesarias para la valorización financiera
y la fuga de capitales, ni lo habrá: nada de “desarrollismo” aggiornado, ni
“plan de reconversión industrial” para convertirnos en Australia, ni cosa por
el estilo.
Del mismo modo que no hay otro plan político
que la cooptación (por la seducción o la apretada) de la oposición política y
social “disponible”, y la criminalización y represión (por los carpetazos
judiciales, las balas de goma o las de plomo) de la no asimilable.
Otro tanto vale
para la discusión sobre si este gobierno es o no la dictadura: la única
diferencia perceptible a la primera mirada es la legitimidad de origen, y la
única consecuencia práctica del distingo serían los modos de ejercer la
“resistencia a la opresión”; siendo que a su vez ese es un debate saldado en la
democracia argentina hace tiempo; de allí que cuando algunos ensayaron el
retorno a la lucha armada (por caso el levantamiento de La Tablada) cayeron en el
más completo aislamiento social y político.
Aclaraciones que
parecen obvias, pero que es preciso hacer en un contexto en el que el gobierno
desempolva todo el arsenal teórico de la doctrina de la seguridad nacional,
para diseñar un enemigo interno de trazos borrosos (hoy son los mapuches,
mañana puede ser cualquiera), sobre el que poner el foco para distraer de su
agenda real, y sobre el que descargar toda la furia descontrolada del aparato
represivo del Estado.
Clarificado ese
punto, la gravedad del retroceso democrático protagonizado desde el Estado a
partir de la llegada de Macri a la Casa Rosada interpela a la reacción de la
sociedad civil, para que respondiendo a nuestras mejores tradiciones,
profundice las herramientas que la misma democracia brinda, para no dejarse
ganar por el miedo paralizador, que es lo que busca el gobierno.
Que el ajuste no
cierra sin represión no es solo una frase hecha para simplificar análisis de
procesos complejos, sino una constatación histórica; desde la cual el mensaje de Bullrich (y el de
Macri, cuando habla de detenerse ante la voz de alto) fueron claros, y sus
únicos destinatarios no fueron los mapuches, ni la RAM.
También les cabe a
los sectores díscolos de la CGT, a las CTA, los movimientos sociales y a cualquiera
que pretenda organizarse y movilizar en defensa de sus derechos: les están
diciendo ojo con lo que van a hacer, ojo con protestar y ojo con la forma y la
intensidad de esas protestas.
Desde las elecciones para acá el gobierno viene sobreactuando su capacidad de imponer la agenda (lanzando una batería de reformas que sabe social y políticamente intragables, e indefendibles en condiciones de debate abierto) y las muestras de autoridad y control del proceso, en fase represiva. Se dirá que en principio son guiños tendientes a fidelizar su propio electorado, pero lo cierto es que erosionan severamente el piso democrático común.
Desde las elecciones para acá el gobierno viene sobreactuando su capacidad de imponer la agenda (lanzando una batería de reformas que sabe social y políticamente intragables, e indefendibles en condiciones de debate abierto) y las muestras de autoridad y control del proceso, en fase represiva. Se dirá que en principio son guiños tendientes a fidelizar su propio electorado, pero lo cierto es que erosionan severamente el piso democrático común.
Como se dijo, la
gravedad del cuadro interpela a la dirigencia social y a la oposición política:
saldada la etapa electoral, sería un error fatal de su parte interpretar el
resultado en espejo con la lectura del gobierno (como lo hacen los
gobernadores, el pichettismo del Senado y la conducción de la CGT); y rendirse
ante la evidencia de que ciertas políticas por regresivas que parezcan, gozan de
un apoyo social extendido, y por ende no se las puede resistir, ni confrontar
con ellas.
Un error que solo
alimentaría la pulsión autoritaria de un gobierno que da muestras diarias de
una vocación irrefrenable por concentrar poder, y ejercerlo sin escrúpulos ni
reparos de ninguna naturaleza; de lo que no se pueden derivar otras
consecuencias que no sean el agravamiento de la tensión política y social, y el
deterioro del sistema democrático.
El cuadro interpela
también a “Corea del Medio”, porque el proceso político argentino asume
contornos de una nitidez tal que no admite ambigüedades ni “sorpresas”, que a esta altura de los acontecimientos inevitablemente deben ser leídas como complicidad: los Tenenbaum y Caparrós de la vida
tendrán que hacerse cargo que por muchísimo menos que lo que está pasando hoy
en la Argentina, ellos pintaron al kirchnerismo como una dictadura en ciernes o en
acto, contribuyendo a que llegáramos a éste punto.
Ellos también son
culpables de esto, que no crean que podrán zafar expresando alguna disidencia
puntual para despegarse, o apelando a las inexistentes “fuerzas democráticas de
Cambiemos” para que contrapesen los desbordes autocráticos del gobierno.
Todos los que
ocupan responsabilidades institucionales emanadas de la voluntad popular (desde
el presidente a los legisladores, pasando por los gobernadores o intendentes)
tienen el mismo nivel de legitimidad de origen, que los legitima para ensayar
las soluciones institucionales que la Constitución establece para preservar el
estado de derecho; herido de muerte hoy en el país
Por lo pronto y en
lo que a la oposición respecta (votada precisamente para eso: para oponerse)
debe practicar el bloqueo parlamentario a las iniciativas más nocivas que
promueve el gobierno (en la práctica, casi todas), y si cuadra, apelar a otras herramientas como el rechazo
de todos los DNU emitidos por Macri; ni hablemos del juicio político, simplemente porque los motivos sobran (desde Macri para abajo, para todo el gabinete), pero los votos faltan. Aunque más no sea plantear las cuestiones, para no convalidar la farsa.
No se trata de
vehiculizar institucionalmente simples discrepancias políticas con un programa
de gobierno, sino de actuar rápido y con decisión en defensa de la democracia;
frente a un gobierno que avasalla instituciones, despliega un poder con
pretensiones de omnímodo, mantiene presos políticos, reprime la protesta social
y viola derechos fundamentales; desoyendo incluso los mandatos imperativos de
los organismos internacionales de los que el país es parte.
Un gobierno que
erosiona día a día su propia legitimidad, comportándose por fuera del contrato
democrático, al que debe enfrentárselo con firmeza y decisión, sin
ambigüedades, con todos los resortes que esa misma democracia pone a nuestro
alcance, en la calle, en el Congreso y en todos lados.
El mensaje del gobierno fue claro y contundente; la respuesta del otro lado debe ser exactamente igual, o para ser más precisos: gozar de los mismos atributos. Como la marcha de ayer al Congreso, o como las condenas a los genocidas de la ESMA, por ejemplo.
Y vista desde ese lugar, la conducta de los senadores del FPV/PJ (elegidos para ser opositores) que acompañaron el saqueo a los bolsillos de los jubilados no puede ser peor, ni encuentra justificación posible (son parte de los que van en verde en el tablero).
El mensaje del gobierno fue claro y contundente; la respuesta del otro lado debe ser exactamente igual, o para ser más precisos: gozar de los mismos atributos. Como la marcha de ayer al Congreso, o como las condenas a los genocidas de la ESMA, por ejemplo.
Y vista desde ese lugar, la conducta de los senadores del FPV/PJ (elegidos para ser opositores) que acompañaron el saqueo a los bolsillos de los jubilados no puede ser peor, ni encuentra justificación posible (son parte de los que van en verde en el tablero).
Anal Medina Reloaded jajajaaaa
ResponderEliminarAl traidor, ni olvido ni perdón.
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