No pudieron esperar, y tuvieron que hacerlo el mismo día en que sepultaban los restos de Santiago Maldonado, allá en 25 de mayo donde había nacido.
No pudieron esperar a que la justicia dijera en qué circunstancias murió, cuando escapaba de una represión ilegal de las fuerzas de seguridad del Estado, en un procedimiento ilegal: lo volvieron a hacer. O acaso no quisieron hacerlo, porque interpretaron correctamente el mensaje que baja desde lo más alto del poder institucional.
Y lo volverán a hacer cada vez que lo crean necesario, porque les soltaron la correa; porque el discurso del poder los legitima, los protege, los encubre y les garantiza que no sufrirán ninguna consecuencia por hacerlo.
Tanto que ese mismo poder se muestra desesperado por ponerle un "punto final" (vaya expresión) al caso Maldonado, que se habría ahogado en una excursión de turismo que terminó mal; sin que la Gendarmería tuviera nada que ver con el asunto.
Mientras, la cadena nacional de los medios cómplices que sin ninguna gacetilla oficial que se los sugiera (¿o sí la hubo?) como en los tiempos de la dictadura, vuelve a hablar de "enfrentamientos", como en los días más oscuros.
Dejando en claro que entonces no lo hacían amenazados por la censura del régimen, sino porque es lo que piensan: gustoso se sumaron entonces a la orgía de muerte, tan gustosos como se suman ahora a la de la complicidad y el encubrimiento.
No faltarán -por supuesto- las justificaciones, y es higiénico alejarse un poco de los medios y las redes sociales hasta que baje la ola de mierda de los que entienden que está bien reprimir la protesta social, y hacerlo con el empleo de fuerza letal, incluso al extremo de cobrarse vidas humanas.
"Por algo será", "Algo habrán hecho", "En algo habrán andado", "Si vos no te metés en nada raro, no te pasa nada" no son frases de circunstancias con las que una parte de la sociedad argentina intentaba exorcizar en la dictadura, el temor a compartir la suerte de las víctimas. Tanto como "La crisis causó dos nuevas muertes" no fue la desafortunada frase elegida por un editor apurado por el cierre del diario.
Son expresión de una mentalidad arraigada entre nosotros, bastante más de lo que a menudo somos capaces de admitir; para renovar nuestra esperanza en que todo aquel horror no haya sido en vano, y haya dejado su enseñanza.
Pero centrémonos en algo, que va más allá del hecho en sí de que es en este caso otra muerte (y hay dos heridos graves más) a manos de fuerzas de seguridad del Estado federal: la cosa no cambiaría si las balas asesinas hubieran sido de alguna policía provincial, o si la víctima no fuera alguien de los pueblos originarios.
Los máximos responsables políticos de todo esto son Mauricio Macri y su gobierno, que crean el contexto para que estas cosas pasen, una y otra vez; tanto por lo que hacen (encubrir por ejemplo), como por lo que dejan de hacer: ponerse por encima de la pulsión de repulsión de represión y muerte de muchos de sus votantes, para cumplir con sus obligaciones como gobernantes democráticos sometidos al estado de derecho.
Seguir discutiendo a esta altura si son o no la dictadura es bizantino, en tanto son ellos los primeros en empeñarse en diluir las diferencias: mismo pensamiento, mismos métodos, mismo lenguaje, mismas justificaciones, misma complicidad de un mismo periodismo canalla; hoy como entonces.
Y por supuesto, mismos intereses defendidos por la brutalidad estatal puesta a su servicio, como entonces y como siempre; para que encima tengamos que aguantar que Lanata diga que lo tienen podrido con la dictadura, o que nos digan que los nostálgicos de los 70' somos nosotros.
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