La avanzada de carpetazos judiciales contra
sindicalistas llegó a Hugo Moyano, y su reacción no se hizo esperar: después de
su presencia en la convocatoria de Barrionuevo en Mar del Plata que culminó con
un durísimo documento contra el gobierno, el líder de los camioneros hizo un
recorrido por los medios con declaraciones en contra de Macri y del gobierno;
que el presidente no dejó sin respuesta.
Por supuesto que la
ofensiva contra Moyano tiene el mismo propósito que el ataque contra otros
dirigentes sindicales, desde los más impresentables como el “Pata” Medina o
Balcedo, hasta Baradel o Víctor Santa María: deslegitimar al sindicalismo aun
más ante la sociedad, para ablandar su resistencia a la reforma laboral que
debe tratar el Congreso, y a la pretensión de imponer negociaciones salariales
a la baja y reformas flexibilizadoras en las paritarias que se vienen.
Y si bien esto está
muy claro desde hace tiempo, en la primera respuesta de Moyano a Macri se
ensarzó en una disputa casi personal, en la que ese aspecto central tendió a
invisibilizarse; en medio del revoleo de ancianos de un lado al otro, entre el
padre del presidente y la madre del líder de camioneros, o el recordatorio de
esqueletos en el placard (como los negocios de los Macri durante la dictadura),
hasta ayer nomás olvidados por el propio Moyano; que le echó en cara que ellos
(él y su organización) lo ayudaron los 8 años en los que el hoy presidente fue
Jefe de Gobierno de la CABA, y que llamó “compañero” a Triaca en la
inauguración del sanatorio del sindicato, pocos días antes del escándalo de la
empleada en negro echada por whatsapp.
Pero no vamos a ser
nosotros los que en esta hora le vamos a contar las costillas a Moyano para
recordarle viejas y nuevas cuitas, porque además de eso se está ocupando el
gobierno; al ponerlo como el exponente de “lo viejo que se resiste a perder sus
privilegios”, frente a “los cambios que el país necesita”. Basta leer las tapas
de los principales diarios de ayer (ver imagen de apertura) para advertir que
esa línea de reducir el enfrentamiento de Moyano con el gobierno a una disputa
personal, favorece más a éste último; que dispone de todos los fierros
mediáticos (ya estará el buenazo de Sábat ensayando otra vez la caricatura en
la que lo muestra con las manos manchadas de sangre) y judiciales como para
triunfar en la pelea.
Es mucho más
productivo insistir en que acá la pelea no es personal de Moyano, sino de un
gobierno de CEO’s contra el conjunto de los trabajadores, y las organizaciones
sindicales que los representan; dentro de las cuáles el líder de Camioneros
tiene un peso específico importante, e imposible de desconocer o minimizar. De
allí que desde acá celebramos el retorno de Moyano a la trinchera opositora,
retomando el lugar que había delegado en su hijo Pablo, y en base al cual supo
construir su legitimidad en las últimas décadas: en la lucha sindical,
defendiendo a los trabajadores, aunque más no sea a los de su propio gremio.
Gremio -el de
Camioneros- cuyo convenio colectivo dicho sea de paso está puesto en la mira
del gobierno en el marco de las propuestas flexibilizadoras para “bajar costos
de la logística y recuperar competitividad”, lo cual supone para Moyano un
desafío mucho mayor que las trabas al negocio de OCA, o las causas judiciales
en su contra que alienta el gobierno a través de la UIF; porque la ofensiva en
ese plano apunta directamente contra las bases de sustentación de su poder.
Pero cualquiera
sean las razones por las que Moyano ha sido empujado a la pelea (las del
gobierno están más que claras), lo cierto es que parece dispuesto a asumir un
rol más integrado a un dispositivo opositor a las políticas del gobierno, tanto
en el plano estrictamente sindical -el más apremiante en estos momentos- como
en el político, que es cuestión más de mediano plazo.
La reunión de la
CGT del miércoles por la tarde profundizó en la huella de la convocatoria de
Mar del Plata (sí, ya sabemos que la instrumentó Barrionuevo) y en los
lineamientos del documento que allí se firmó; y Moyano ejerció toda su presión
e influencia hacia el interior del Consejo Directivo de la CGT (que al fin y al
cabo es en buen parte hechura suya) para que adoptara como propia la
caracterización del gobierno de Macri que entonces se hizo; y -más importante
aun- la línea de acción que allí se propuso: un plan de lucha concreto para
derribar la reforma previsional, y para impedir la laboral, y la intención de
poner cepo a la discusión salarial en paritarias, o imponer la flexibilización
en los distintos convenios colectivos.
Si en ese camino se
profundizan las diferencias internas en la CGT y su conducción se encamina a
una fractura, eso no es más que la consecuencia de la dinámica que tienen los
acontecimientos; del mismo modo que lo que la central sindical pierde por el
lado de los “gordos” e “independientes" dispuestos a conciliar con el gobierno,
lo gana por el lado de los apoyos de la CTA, la Corriente Federal de los
trabajadores y los movimientos sociales: una lección que deja una enseñanza
para la oposición política al gobierno, que enfrenta el mismo dilema, entre la
resistencia o la negociación; y ensaya búsquedas de una unidad más amplia. La
realidad siempre se termina imponiendo a los tacticismos, y decanta las cosas
para que cada uno ocupe el lugar en el que se siente más cómodo.
En esa línea
motivos para justificar la marcha convocada para el 22 sobran, colmo siempre
existieron motivos para confrontar contra las políticas económicas, sociales y
laborales de éste gobierno: por citar sólo las de actualidad, los brutales
tarifazos, los despidos que se están produciendo en todos lados por esto días,
tanto en el Estado como en el sector privado, o las goseras prácticas anti
sindicales del gobierno; como haber borrado de un plumazo por decreto la
paritaria nacional docente, o desconocer la ultraactividad del convenio
colectivo bancario para eliminar la contribución solidaria a favor del gremio,
lo que sienta un precedente gravísimo para el conjunto del movimiento obrero.
Lo apuntado cobra más urgencia si se recuerda que desde la propia conducción de
la CGT (Daer) siguen habiendo guiños a la reforma laboral impulsada por el
gobierno.
Lo que escaseó en
muchos casos fue la voluntad de confrontar, que parece haber reaparecido ahora
en el caso de Moyano y los sectores de la CGT que le responden, y bienvenido
sea, sin detenerse tanto a indagar los motivos que la despertaron.
No debe olvidarse
que la campaña de deslegitimación que desarrolla el gobierno contra los
sindicatos se nutre como insumo fundamental del desprestigio de muchos de sus
dirigentes en la sociedad, incluyendo en ésta a los propios trabajadores que
deberían representar; y que ese desprestigio tiene sus raíces no solo en las
acusaciones (reales, inventadas o magnificadas, que para el caso es lo mismo)
de corrupción y negociados, sino en las múltiples defecciones a ese deber, el
de velar por los intereses de los laburantes. De eso hubo sobrados ejemplos en
estos dos años de gobierno de Macri, por si hiciera falta.
La mejor forma de
despejar esas dudas es que Moyano y cualquier otro dirigente sindical en su
misma situación (es decir, siendo víctima de carpetazos por parte del gobierno
para sacarlo de la cancha) despeje toda duda respecto a que se trata
simplemente de zafar de una situación personal incómoda, es precisamente esa:
volver a ponerse la pilcha de sindicalistas, y estar dispuestos a dar la lucha
en todos los frentes (incluyendo en la calle, si fuera necesario) para defender
los derechos y los intereses de los trabajadores.
De esa forma además se les
quita a los “conciliadores” el argumento de que se trata de utilizar a los
sindicatos y la CGT para resolver una disputa personal de Moyano con Macri y su
gobierno.Dicho de otro modo, elegir la pelea en la calle y por los trabajadores, y no la lucha en el barro de los carpetazos y aprietes judiciales que plantea el gobierno.
coincido de punta a punta
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