viernes, 2 de febrero de 2018

LUCHA EN LA CALLE, NO EN EL BARRO


La avanzada de carpetazos judiciales contra sindicalistas llegó a Hugo Moyano, y su reacción no se hizo esperar: después de su presencia en la convocatoria de Barrionuevo en Mar del Plata que culminó con un durísimo documento contra el gobierno, el líder de los camioneros hizo un recorrido por los medios con declaraciones en contra de Macri y del gobierno; que el presidente no dejó sin respuesta.

Por supuesto que la ofensiva contra Moyano tiene el mismo propósito que el ataque contra otros dirigentes sindicales, desde los más impresentables como el “Pata” Medina o Balcedo, hasta Baradel o Víctor Santa María: deslegitimar al sindicalismo aun más ante la sociedad, para ablandar su resistencia a la reforma laboral que debe tratar el Congreso, y a la pretensión de imponer negociaciones salariales a la baja y reformas flexibilizadoras en las paritarias que se vienen.

Y si bien esto está muy claro desde hace tiempo, en la primera respuesta de Moyano a Macri se ensarzó en una disputa casi personal, en la que ese aspecto central tendió a invisibilizarse; en medio del revoleo de ancianos de un lado al otro, entre el padre del presidente y la madre del líder de camioneros, o el recordatorio de esqueletos en el placard (como los negocios de los Macri durante la dictadura), hasta ayer nomás olvidados por el propio Moyano; que le echó en cara que ellos (él y su organización) lo ayudaron los 8 años en los que el hoy presidente fue Jefe de Gobierno de la CABA, y que llamó “compañero” a Triaca en la inauguración del sanatorio del sindicato, pocos días antes del escándalo de la empleada en negro echada por whatsapp.

Pero no vamos a ser nosotros los que en esta hora le vamos a contar las costillas a Moyano para recordarle viejas y nuevas cuitas, porque además de eso se está ocupando el gobierno; al ponerlo como el exponente de “lo viejo que se resiste a perder sus privilegios”, frente a “los cambios que el país necesita”. Basta leer las tapas de los principales diarios de ayer (ver imagen de apertura) para advertir que esa línea de reducir el enfrentamiento de Moyano con el gobierno a una disputa personal, favorece más a éste último; que dispone de todos los fierros mediáticos (ya estará el buenazo de Sábat ensayando otra vez la caricatura en la que lo muestra con las manos manchadas de sangre) y judiciales como para triunfar en la pelea.

Es mucho más productivo insistir en que acá la pelea no es personal de Moyano, sino de un gobierno de CEO’s contra el conjunto de los trabajadores, y las organizaciones sindicales que los representan; dentro de las cuáles el líder de Camioneros tiene un peso específico importante, e imposible de desconocer o minimizar. De allí que desde acá celebramos el retorno de Moyano a la trinchera opositora, retomando el lugar que había delegado en su hijo Pablo, y en base al cual supo construir su legitimidad en las últimas décadas: en la lucha sindical, defendiendo a los trabajadores, aunque más no sea a los de su propio gremio.

Gremio -el de Camioneros- cuyo convenio colectivo dicho sea de paso está puesto en la mira del gobierno en el marco de las propuestas flexibilizadoras para “bajar costos de la logística y recuperar competitividad”, lo cual supone para Moyano un desafío mucho mayor que las trabas al negocio de OCA, o las causas judiciales en su contra que alienta el gobierno a través de la UIF; porque la ofensiva en ese plano apunta directamente contra las bases de sustentación de su poder.

Pero cualquiera sean las razones por las que Moyano ha sido empujado a la pelea (las del gobierno están más que claras), lo cierto es que parece dispuesto a asumir un rol más integrado a un dispositivo opositor a las políticas del gobierno, tanto en el plano estrictamente sindical -el más apremiante en estos momentos- como en el político, que es cuestión más de mediano plazo.

La reunión de la CGT del miércoles por la tarde profundizó en la huella de la convocatoria de Mar del Plata (sí, ya sabemos que la instrumentó Barrionuevo) y en los lineamientos del documento que allí se firmó; y Moyano ejerció toda su presión e influencia hacia el interior del Consejo Directivo de la CGT (que al fin y al cabo es en buen parte hechura suya) para que adoptara como propia la caracterización del gobierno de Macri que entonces se hizo; y -más importante aun- la línea de acción que allí se propuso: un plan de lucha concreto para derribar la reforma previsional, y para impedir la laboral, y la intención de poner cepo a la discusión salarial en paritarias, o imponer la flexibilización en los distintos convenios colectivos.

Si en ese camino se profundizan las diferencias internas en la CGT y su conducción se encamina a una fractura, eso no es más que la consecuencia de la dinámica que tienen los acontecimientos; del mismo modo que lo que la central sindical pierde por el lado de los “gordos” e “independientes" dispuestos a conciliar con el gobierno, lo gana por el lado de los apoyos de la CTA, la Corriente Federal de los trabajadores y los movimientos sociales: una lección que deja una enseñanza para la oposición política al gobierno, que enfrenta el mismo dilema, entre la resistencia o la negociación; y ensaya búsquedas de una unidad más amplia. La realidad siempre se termina imponiendo a los tacticismos, y decanta las cosas para que cada uno ocupe el lugar en el que se siente más cómodo.

En esa línea motivos para justificar la marcha convocada para el 22 sobran, colmo siempre existieron motivos para confrontar contra las políticas económicas, sociales y laborales de éste gobierno: por citar sólo las de actualidad, los brutales tarifazos, los despidos que se están produciendo en todos lados por esto días, tanto en el Estado como en el sector privado, o las goseras prácticas anti sindicales del gobierno; como haber borrado de un plumazo por decreto la paritaria nacional docente, o desconocer la ultraactividad del convenio colectivo bancario para eliminar la contribución solidaria a favor del gremio, lo que sienta un precedente gravísimo para el conjunto del movimiento obrero. Lo apuntado cobra más urgencia si se recuerda que desde la propia conducción de la CGT (Daer) siguen habiendo guiños a la reforma laboral impulsada por el gobierno.

Lo que escaseó en muchos casos fue la voluntad de confrontar, que parece haber reaparecido ahora en el caso de Moyano y los sectores de la CGT que le responden, y bienvenido sea, sin detenerse tanto a indagar los motivos que la despertaron.

No debe olvidarse que la campaña de deslegitimación que desarrolla el gobierno contra los sindicatos se nutre como insumo fundamental del desprestigio de muchos de sus dirigentes en la sociedad, incluyendo en ésta a los propios trabajadores que deberían representar; y que ese desprestigio tiene sus raíces no solo en las acusaciones (reales, inventadas o magnificadas, que para el caso es lo mismo) de corrupción y negociados, sino en las múltiples defecciones a ese deber, el de velar por los intereses de los laburantes. De eso hubo sobrados ejemplos en estos dos años de gobierno de Macri, por si hiciera falta.

La mejor forma de despejar esas dudas es que Moyano y cualquier otro dirigente sindical en su misma situación (es decir, siendo víctima de carpetazos por parte del gobierno para sacarlo de la cancha) despeje toda duda respecto a que se trata simplemente de zafar de una situación personal incómoda, es precisamente esa: volver a ponerse la pilcha de sindicalistas, y estar dispuestos a dar la lucha en todos los frentes (incluyendo en la calle, si fuera necesario) para defender los derechos y los intereses de los trabajadores. 

De esa forma además se les quita a los “conciliadores” el argumento de que se trata de utilizar a los sindicatos y la CGT para resolver una disputa personal de Moyano con Macri y su gobierno.Dicho de otro modo, elegir la pelea en la calle y por los trabajadores, y no la lucha en el barro de los carpetazos y aprietes judiciales que plantea el gobierno. 

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