Cuando en 1890 Juárez Celman logró sofocar
militarmente la “Revolución del Parque” organizada por la naciente Unión
Cívica, Manuel Pizarro decía en el Senado de la nación “la revolución
está vencida, pero el gobierno está muerto”; graficando de ese modo la
situación del país: no había solución a la crisis política aunque el poderoso
oficialismo del PAN lograra mantenerse al frente del Poder Ejecutivo.
Parafraseando a
Pizarro, el gobierno de Macri ni siquiera puede decir que la corrida del dólar "esté muerta" o se haya
terminado, pero su gobierno tiene el boleto picado, y por fuego amigo. Como
hemos dicho tantas veces acá, Macri llega al punto en el que se encuentra no
por la protesta social, ni por los paros sindicales o de la CGT, ni por la
obstrucción de la oposición legislativa en el Congreso, sino por su propia
incapacidad de gestión, y por la absoluta insustentabilidad de su modelo
económico.
El “mejor equipo de
los últimos 50 años”, la maquinaria comunicacional imbatible del duranbarbismo
lanzó ayer a los leones al mismísimo presidente de la nación creyendo que su
breve e inconexo discurso (en el cual no aportó ninguna precisión y solo
prometió más ajuste) "calmaría a los mercados"; carbonizándolo por completo en el intento como si fuera un ministro u
oto funcionario inferior que son fusibles que tienen reemplazo para oxigenar
situaciones de crisis (a propósito: ¿no lo vieron a Marcos Peña, que no pisa más el bar?), en una irresponsabilidad institucional mayúscula a la
que se sumó, obviamente, el propio Macri. El macrismo que se soñaba (y lo proclamaban) hegemónico hasta diciembre se delaruzó a la velocidad de un cohete espacial.
Lejos de calmar las
aguas, el discurso fue como patear el hormiguero, porque el presidente terminó
de hablar y el dólar, el riesgo país y la posibilidad del default de la deuda o
de una crisis terminal del sector externo se aceleraron a toda velocidad;
signos visibles y evidentes de que “los mercados” le han soltado la mano y
tiene el boleto picado: no es cuestión personal ni de afectos (como supuso el
gobierno, o quiso hacernos creer), son simplemente negocios, y el capital
cobarde huye como la peste cuando teme que estos se interrumpan; como lo está
demostrando la caída en picada de los bonos de la deuda y las acciones de las
empresas argentinas que cotizan en bolsa, o la disparada del precio de los
seguros contra créditos en default.
Al comenzar el día
de ayer apareció publicada en el Boletín Oficial la resolución de la ANSES que
fijaba el nuevo valor de la jubilación mínima en 8367 pesos; que eran 269
dólares al comenzar la rueda del mercado cambiario y se convirtieron en 243
cuando éste cerró. Al irse Cristina del gobierno en 2015 la jubilación mínima
era de 443 dólares, lo que supone que las políticas del gobierno de “Cambiemos”
la redujeron a la mitad medida en moneda dura; y otro tanto sucedió con el
Salario Mínimo Vital y Móvil, la AUH y el promedio de los salarios de los
trabajadores registrados: acaso visto desde allí se pueda decir que el gobierno
fue exitoso, como se jactó hace poco Quintana en EEUU ante bancos e inversores.
A esta altura de
los acontecimientos poco importa a cuanto pueda llegar el dólar, o si el
gobierno acierta con alguna alquimia financiera para frenar la corrida o
moderarla, siempre que quiera hacerlo; porque al mismo tiempo que la
depreciación del peso licúa el poder de compra de los sectores que dependen de
ingresos fijos, el mesadinerista que preside el Banco Central está regalándoles
a diario las reservas a los amigos para que se rajen con verdes, antes de que
todo termine de volar por los aires, dejando en claro cuáles son las
prioridades del gobierno.
Más allá de
cualquier especulación al respecto, el modelo económico de Macri hace agua por
todos lados, como han venido advirtiendo desde el inicio voces muchos más calificadas
que nosotros, sin que sus advertencias fueran oídas. Por el contrario, por allí
anda Prat Gay tratando de despegarse del incendio echándole la culpa al diseño
organizativo del gabinete económico, y el periodismo ensobrado atribuyendo el
agravamiento de la crisis a problemas de comunicación del gobierno: ni una cosa
ni la otra, los efectos perniciosos para el país, para la mayoría de su
población y para el entramado productivo que estamos viendo son inherentes al
modelo mismo; la consecuencia natural e inevitable de sus propias premisas.
Un modelo fracasado
que al mismo tiempo que el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, licuó la investidura y el poder de la institución presidencial, esa que Néstor
Kirchner había recompuesto en el punto más hondo de la crisis posterior al
fracaso de la primera Alianza: Macri ha privatizado la gestión económica en la
burocracia del FMI, y la gestión política en la fuerza de tareas de Comodoro
Py. Su gobierno ha quedado reducido en consecuencia a ajuste tras ajuste, y carpetazos
judiciales; estos últimos torpe y burda cortina de humo para ocultar el primero,
cada vez con menos eficacia. Pruebas al canto: ayer con diferencia de minutos, Dujovne ratificaba el ajuste, y Bonadío despachaba otra indagatoria para Cristina.
Y mientras el
gobierno se derrumba llevándose puesto al país con él, la UCR (principal socio
formal del PRO en la coalición de gobierno) juega a reeditar una Revolución
Libertadora de baja intensidad, con mamarrachos como “la extinción de dominio”;
y el “peronismo racional” de Pichetto, Bossio, Massa y algunos gobernadores
negocia con el gobierno como colar el ajuste que pretende el FMI en el texto
del presupuesto nacional para el año que viene. Seguramente ahora los van a extorsionar con el fantasma del golpe, para que voten el paquetazo sin chistar.
Por otro lado,
desde las usinas comunicacionales del régimen y sus medios adictos se desliza
la hipótesis del adelantamiento de las elecciones para descomprimir la
situación, ignorando lo que establece al respecto el artículo 95 de la
Constitución Nacional. A menos que estén pensando en la renuncia de Macri y de
Michetti, para facilitar la designación de un gobierno provisional que llame
antes a elecciones para completar sus mandatos. Lo que no hace más que
confirmar lo que hace rato venimos diciendo: la crisis económica ya se tradujo
en aguda crisis política, y muy posiblemente en crisis institucional.
Y a río revuelto, ganancia de pescadores de tiburones: por allí anda Duhalde ofreciéndose como piloto de tormentas, o para ser más precisos, ofreciendo a Lavagna ¿como candidato o como ministro de un gobierno "de unidad nacional"? sin ser desmentido por el ofrecido. Como si viviéramos en el 2002 y para evitar otro 2003 con sorpresa (el kirchnerismo), creen que la mega devaluación les vuelve a dar una plataforma para el despegue, tras haber licuado el costo salarial para que las empresas recuperen "competitividad".
Pero como dicen que
dijo Cristina, no son la república o las instituciones las que están en riesgo
en estos momentos (o en todo caso sí, pero desde la misma asunción de Macri),
sino la democracia y el Estado de derecho; y su preservación es -hoy por hoy-
más responsabilidad de la oposición que de un gobierno irresponsable, de quien
nada se esperaba al respecto y nada está dando, incinerando la propia figura
presidencial
Claro está que la
responsabilidad opositora no debe leerse en clave pichettiana de “aportar
gobernabilidad” facilitando la aprobación del ajuste al que se comprometió
Macri con el FMI, que nos quieren presentar como la única alternativa para
salir de la crisis; cuando fue lo que nos metió en ella, junto con el modelo de
valorización financiera aplicado desde diciembre del 2015 en el país.
Por el contrario,
la oposición política y sindical debe ponerse firme en impedir, por todas las
herramientas democráticas a su alcance (recalcamos: todas), que ese ajuste continúe, se profundice
y quede consagrado en el presupuesto nacional, y con más recortes de derechos,
más recesión y más destrucción de capital productivo y tejido industrial. Eso, solo
para comenzar. La marcha universitaria de hoy, sin ir más lejos, hará más por sostener la democracia que todo el gobierno completo, con Macri a la cabeza.
Mientras tanto, hay que evitar que la descomposición final de un régimen agotado libere definitivamente sus pulsiones autoritarias (como suelen hacer los gobiernos radicales, porque recordemos que éste lo es), y quiera imponer el ajuste a sangre y fuego, reprimiendo toda protesta social en contrario; mientras denuncia conspiraciones y golpes de Estado en su contra, como ya han empezado a hacer.
Razones para temerlo no faltan: sin haber llegado al extremo de declarar formalmente el estado de sitio, Macri ha instaurado la cacería de brujas para los opositores, la intromisión de las fuerzas armadas en la seguridad interior y apologizó el gatillo fácil de las fuerzas de seguridad; y como todo régimen agonizante, cuanto más cerca está de su final es cuando más peligroso se torna.
Razones para temerlo no faltan: sin haber llegado al extremo de declarar formalmente el estado de sitio, Macri ha instaurado la cacería de brujas para los opositores, la intromisión de las fuerzas armadas en la seguridad interior y apologizó el gatillo fácil de las fuerzas de seguridad; y como todo régimen agonizante, cuanto más cerca está de su final es cuando más peligroso se torna.
Macri camina cada vez más solo. Es que está caminando hacia el cementerio.
ResponderEliminarEl Colo.
Ustedes están entre las voces más calificadas. Siempre precisos y con documentos, o con análisis como el de hoy. Es un blog muy importante (también leo el tw), en muchos momentos. Sobre todo desde el comienzo de este maldito gobierno (antes eran igual de buenos, pero desde ahí fueron más necesarios). Bueno, tenía ganas de mandarles un saludo especial en estos días tan difíciles. Alicia
ResponderEliminarGracias por los elogios, y por pasar. Saludos para vos también.
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