Pese a la presión gremial, Massa y un sector del PJ avalarían el presupuesto https://t.co/FKU2v3I86P pic.twitter.com/SR4Y2XDMAr— LA NACION (@LANACION) 26 de septiembre de 2018
Del peronismo se ha dicho hasta el cansancio
que antes que un partido político o un movimiento, es un formidable aparato de
poder, desprovisto de ideología, y de exacerbado pragmatismo; dispuesto a hacer
cualquier giro o contorsión con tal de acceder al poder si no lo tiene, o
conservarlo si lo posee. Un socio o aliado circunstancial, que te acompaña
hasta la puerta del cementerio, pero nunca entra.
La caracterización
por supuesto, por supuesto, la han hecho los gorilas y la oligarquía, que como
decía Cooke, en un país colonial son las dueñas de todo, hasta de los
diccionarios. Pero eso no significa que en algunos casos no sea en parte
cierta, o que algunos que se dicen peronistas no la compren, y crean que el
peronismo se reduce a eso.
De hecho, desde que
asumió Macri para acá, muchos peronistas (gobernadores, senadores, diputados,
dirigentes sindicales e incluso analistas políticos) han explicado desde allí
la “colaboración” de un sector de la oposición al gobierno con los planes de
éste, desde aquella “manito” inicial de validar el acuerdo con los fondos
buitres, a la aprobación del presupuesto del año que viene, que algunos se
aprestarían a perpetrar ahora.
En éste último caso
nos queremos detener: hemos hablando mucho acá del tema, y nos hemos cuidado bien
de juzgar a los “pragmáticos realpolítikers” en sus propios y estrictos
términos, es decir, según los resultados que obtuvieron de su aporte de
“gobernabilidad” al nuevo experimento oligárquico que gobierna la Argentina
desde diciembre del 2015.
Lo concreto es que
no pueden exhibir muchos resultados que justifiquen el pragmatismo, porque el
gobierno no sólo no ha cumplido la palabra empeñada en cuanto pacto, acuerdo o
rosca accedieron a cerrar con él, sino que acto seguido busca la forma de sorprenderlos desprevenidos
para pasarlos a degüello, como las tropas mitristas en sus expediciones de
policía al interior del país, en el siglo XIX.
Basta recordar lo
que pasó con el presupuesto del año pasado (tirado al canasto por el propio
gobierno a las 12 horas de haber sido sancionado), el financiamiento de los
déficits de las cajas jubilatorias, o las contraprestaciones pactadas por haber
bancado la ruinosa (para los jubilados) reforma previsional. El presupuesto del
2019 está lejos de ser la excepción a la regla, sino más bien es su plena
confirmación.
El libelo remitido
por Macri al Congreso luego del ajuste pactado con el FMI (el primero) ya ha
sido analizado acá en varias oportunidades, y a ellas nos remitimos; pero nos
permitimos recordar algunos aspectos significativos que los pragmáticos
dispuesto a votarlo parecen haber deglutido: la eliminación del fondo sojero y
su reemplazo por una contribución excepcional, menor y discrecional, por única
vez; la insistencia en rebajar jubilaciones y asignaciones familiares a las
provincias de la Patagonia, la eliminación de los subsidios al transporte, la
paralización de la obra pública nacional en las provincias, el intento (aun no
concluido) por eliminar la tarifa social de la electricidad transfiriéndoles a
los gobiernos locales su financiación y más recientemente (en el Boletín
Oficial de ayer, ver acá), la eliminación de la bonificación por menor consumo
en las tarifas del gas, y la rebaja de los descuentos en sus tarifas para las
provincias de la Patagonia.
Eso, ateniéndonos
estrictamente a las disposiciones del presupuesto que tienen que ver con la
relación entre la nación y las provincias, y sin considerar las otras cláusulas
del mismo que lo hacen invotable: los cambios en Ganancias de resultas de los
cuáles más jubilados y trabajadores pagarán más del impuesto, el intento de
dejarle las manos libres al gobierno para reincidir en un mega canje de deuda,
otro manotazo a las utilidades del Banco Nación, solo por citar algunos.
Sin embargo y como
da cuenta la imagen de apertura, el “peronismo racional”·representado en el
Senado por el bloque de Pichetto, y en Diputados por el interbloque “Argentina
Federal” que reporta a algunos de los gobernadores, acompañaría con sus votos el
presupuesto, a cambio de algunos retoques menores. Lo mismo harían los
diputados del Frente Renovador con algunas excepciones a confirmarse (Felipe
Solá, Daniel Arroyo, Facundo Moyano), pese a las ambiguas promesas promesas de
Sergio Massa a los sectores más combativos del sindicalismo; y en ambos casos
habrá que estar atentos a oportunas ausencias o abstenciones.
Todo eso pese,
también, a que el nuevo acuerdo que el gobierno acaba de concluir con el FMI
(que al igual que el primero tampoco pasará por el Congreso) impacta sobre el
presupuesto, al punto de convertir sus proyecciones en papel higiénico:
contempla un dólar en promedio a $ 40,10 para el año que viene, cuando la
propia “tablita” que comenzará a aplicar el Banco Central lo sitúa pasando los
48 $ para diciembre de este año, y los 57 $, para el año que viene. Eso, sin
considerar el doble destrato institucional de sombrerera al Congreso en una
discusión que constitucionalmente le corresponde, y las consecuencias sociales
del mega ajuste con las que deberán lidiar si ese presupuesto se aprueba tal
cual fue enviado.
Así las cosas y a
esta altura del partido, corresponde que uno se pregunte cuan pragmática es una
oposición (peronista) que acompaña a un gobierno que marcha al cementerio, y
decide entrar con él, compartiendo su suerte hasta el final; y si fuera cierto
que creen ser la alternativa para sucederlo, condicionando la suya propia con
compromisos política y socialmente incumplibles y económicamente lesivos, y una
bomba de endeudamiento que surgen de los pactos con el FMI.
Acaso los “realpolítikers”
estén en realidad y en definitiva, respondiendo a convicciones ideológicas
profundas, desde las que eligen no cuestionar el rumbo que lleva al país a la
quiebra, porque en su fuero íntimo piensan que es el correcto. Algunos incluso
lo han blanqueado, como Schiaretti o Urtubey; quizás porque lo ven parecido a otro peronismo con el que se sintieron más a gusto, que es el que le gustaba a la gente que no es peronista: el
peronismo de Menem en los 90’, con Cavallo, María Julia y don Alvaro subidos al
bote, para colaborar en la concienzuda destrucción de la Argentina peronista; ese peronismo que se reconciliaba con Isaac Rojas. O
el de Ricardo Zinn funcionario del gobierno de Isabel, ya muerto
Perón, en los 70’.
Si
hubiera que apostar, diríamos que muchos de ellos sufrieron el kirchnerismo,
como una especie de infiltración izquierdista en el movimiento (muchos parecen
conservar “los viejos odios” como decía Borges, pero en este caso de las peleas
internas de los 70’), que toleraron mientras hacerlo les reportaba caja, obras y votos
para ganar elecciones, y de la cual el triunfo de Macri vino a liberarlos; y
por eso le quieren retribuir apoyándolo. Tuit y video relacionados:
Argentina necesita un proyecto político que supere el pasado y que sea capaz de devolverle las ilusiones a los Argentinos pic.twitter.com/2K2cCTnAgk— Miguel Ángel Pichetto (@MiguelPichetto) 27 de septiembre de 2018
Que onda Bordet y Perotti estan hablando con estos o no se sabe? No los imagino creciendo mucho x q van a buscar un votante q casi no existe, politizado pero q no sea ni K ni M, en su momento lo logro massa pero se diluyo en la eleccion presidencial mas light de la historia asi q ahora mas jodido todavia. Osea los q se llaman democraticos y racionales son los q mas estan esperando y les conviene que macri se estrelle en mil pedazos y les pase votos y que cristina vaya presa y les pase votos. Una joyita, igual en terminos de discurso no les da el pine ni a palos son de madera, entrenados para decir nada en entrevistas no para conmover a nadie.
ResponderEliminarComparto tu opinion, inicialmente pense q eran solo turros pero como dijera el general: "Yo he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente".
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